domingo, 12 de octubre de 2008

San Vicente de Paúl y la Catequesis. (Especial de la fiesta de San Vicente de Paúl)

“Vayan pues y hagan discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a guardar todo lo que yo les he mandado” (Mt 28, 19 – 20a). La Iglesia obedeciendo al mandato de su fundador, se esfuerza por anunciar el Evangelio a todos los hombres (CIC 849). Por tanto “Muy pronto se llamó catequesis al conjunto de los esfuerzos realizados por la Iglesia para hacer dicípulos, para ayudar a los hombres a creer que Jesús es el Hijo de Dios a fin de que, por la fe, tengan la vida en su nombre, y para educarlos e instruirlos en esta vida y construir así el cuerpo de Cristo (CIC 04).

El actual catecismo, en el numeral 5, define la catequesis como “una educación en la fe de los niños, de los jóvenes y adultos, que comprende especialmente una enseñanza de la doctrina cristina, dada generalmente de modo orgánico y sistemático, con mira a iniciarlos en la plenitud de la vida cristiana”.

Esta tarea tan importante y fundamental para la Iglesia a lo largo de su historia, también fue importante para San Vicente de Paúl en su momento histórico, la época que le correspondió vivir; la recomendó a sus misioneros y la legó como tarea de la Cogregación de la Misión; decía el señor Vicente que el dar catecismo a los pobres, a los niños y a las demás personas con quienes nos encontremos de viaje o en casa, o en las misiones, es una práctica que se ha realizado desde el comienzo de la fundación de la compañía. En una conferencia pronunicada por el mismo Vicente el 17 de noviembre de 1656, expresaba: “los sacerdotes, clérigos o hermanos coadjutores, si se encontraban con algún pobre, con algún niño, con algún buen hombre, hablaban con él, veía si sabía los misterios necesarios para la salvación; y si se daba cuenta que no los sabía, se los enseñaba”.

Para San Vicente era muy importante que los misioneros y en especial los aspirantes a las órdenes sagradas se prepararan adecuadamente para su ministerio. En una conferencia del 5 de agosto de 1659, perdicada en San Lázaro, afirma que allí se practican cosas que eran comunes en los demás seminarios tales como las repeticiones de oración, el canto, el estudio de la teología... pero había otras que no, como la práctica de la administración de los sacramentos, el método para predicar y catequizar, la teología moral, las rúbricas del misal y del breviario, y, pide por lo tanto, que el tiempo que falta para las ordenaciones se dedique para prácticar los ejercicios que se hacen en los demás seminarios y agrega más adelante “Decíamos que estudiaríamos también el método de predicar la catequesis; pero esto sería insuficiente, si no lo practicásemos”. San Vicente era un hombre práctico y sabía que no era suficiente con saber todas esas cosas, además se hacía necesario prácticarlo.

También a las Hijas de la Caridad les legó esta bella labor. En una conferencia del 9 de febrero de 1653 sobre el espírtu de la compañía les decía: “por consiguiente tenéis que llevar a los pobres dos clases de comidas: la corporal y la espiritual, esto es, decirles para su instrucción alguna buena palabra de vuestra oración, como serían cinco o seis palabras, para inducirles a que cumplan con sus deberes de cristianos y a practicar la paciencia. Dios os ha reservado para esto”. Y no sólo a los pobres enfermos, sino también a los niños, en especial a los niños pobres que no podían ir a las instituciones de las Ursulinas (fundadas por Santa Angela Merici en 1535 y quienes tenían casas grandes y ricas para la instrucción de las niñas): “Vuestra compañía, mis queridas hermanas, tiene también la finalidad de instruir a los niños en la escuelas en el temor y amor de Dios”.

En una conferencia del 8 de diciembre de 1658 podemos descubrir lo importante que era para el Señor Vicente que las Hijas de la Caridad se prepararan adecuadamente para hacer las catequesis: “Entre tanto exhorto a nuestras hermanas a que se ejerciten en hacer bien el catecismo. Si las que están en las parroquias saben de algún sitio donde se haga bien, tienen que preocuparse de ir a escucharlo, cuando sea posible”, y concluye afirmando que “Hemos de procurar formarles bien para que tengáis el catecismo con los niños”. Al año siguiente, el 16 de marzo, en otra conferencia explicando el artículo 17 de las reglas que trata sobre las ocupaciones de los días domingos y festivos, Vicente les recomienda a las Hermanas: “Teneís que reservar las horas que otros días dedicaís al trabajo para tener el catecismo o las demás cosas que os señala la regla”, en la misma conferencia explica cómo hacer ese catecismo “que haya una que haga las preguntas y otra que conteste, y que esto se haga en presencia de la superiora; y si no está la superiora, la que presida en lugar suyo le expondrá más tarde todo lo que ha pasado”.

Debemos tener en cuenta que para San Vicente fue muy importante el Conilio de Trento (1545 a 1563) y se preocupó para que se llevará a la práctica en la Iglesia de Francia en su época y en toda la Iglesia universal. Este Concilio le dio una gran prioridad en sus constituciones y sus decretos a la catequesis; fue este concilio el que suscitó en la Iglesia una organización notable de la catequesis (CIC 9). Desde esta perspectiva es comprensible la preocupación de Vicente de Paúl por que la Compañía de las Hijas de la Caridad y la Congregación de la Misión tuvieran entre ssu actividades misioneras un espacio para la catequesis con las personas que lo necesitan.

¿De qué nos sirve saber todo esto? Esta es seguramente la pregunta que en este momento nos asalta, y más aun teniendo en cuenta que muchos de nuestros lectores no son ni Hijas de la Caridad ni misioneros de la Congregación de la Misión. De todas maneras creemos que hay mucha riqueza por descubrir en San Vicente, y aunque los textos y palabras que anteriormente referimos del señor Vicente están dirigidas a las religiosas y los misioneros, estamos convencidos que también tiene algo qué decirnos a nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI.

Seguramente muchos de nosotros estamos empeñados en la construcción del Reino de Dios y por eso hemos asumido de una o de varias maneras compromisos que nos llevan por el camino hacia la consecución de ese gran objetivo, algunos son más radicales otros un tanto “tibios”, pero todos unidos por un mismo sentir y un mismo soñar. Frente a todo esto, la reflexión sobre San Vicente nos tiene que ubicar en otra dimensión que a lo mejor nos sorprenderá al caer en la cuenta de ello, y es que si bien la caridad material nos urge, la espirtual no está relegada a un segundo plano, o carece de importancia frente a la primera, es decir que, si bien nuestra premura por dar pan al hambriento, agua al sediento , ropa al desnudo... nos urge sin dar tiempo a excusas a otras prioridades, también la necesidad de compartir lo que sabemos acerca de la Palabra de Dios, de enseñar la doctrina de la Iglesia, de dar razón de nuestra fe, de dar un buen consejo, iluminar con la oración... nos debe urgir como la anterior. No se trata de buscar cual debe ser prioritaria, sino ser concientes que la una debe ir unida a la otra.

Tenemos que destacar otro detalle que es valiosos para todos los que buscamos un mundo más justo y más humano. Así como para compatir lo material necesitamos de lo material, de lo poco o lo mucho que Dios nos ha dado, o tenemos que ir tocando puertas y corazones para conseguir lo que necesitamos, de la misma manera para dar de lo espiritual necesitamos llenarnos de lo espiritual, y también aquí tenemos que buscar y tocar puertas para llenarnos de eso, “nadie da de lo que no tiene”, por eso si queremos dar unas buenas enseñanzas catequéticas tenemos que apreder también buenas enseñanzas catequéticas. Desde aquí adquiere mucho valor los grupos de formación bíblica, los grupos de oración, los grupos que leen y meditan la palabra de Dios, la participación frecuente de la eucaristía, las diferentes charlas, conferencias y demás orientadas hacia el crecimiento espiritual de las personas. No se trata de un espirtualismo, o de ponernos a estudiar a fondo las grandes cuestiones teológicas, sino de saber dar razón, desde nuestra sencillez, de aquello en lo que creemos y, desde luego, poder tranmitirlo a los demás, en especial a los pobres que esperan de nosotros mucho más que una ayuda material.

Finalmente valdría la pena recomendar la lectura de una plática que San Vicente orientó a los pobres de el “Nombre de Jesús”. Allí descubrimos al Vicente catequista, su pedagogia, su cariño para con sus catequisandos, su sencillez para hablar y hacerse entender, su creatividad para recurrir a ejemplos sencillos, su método: pregunta y respuesta. Además acompaña su enseñanza con una oración al inicio y al final de la catequesis. Esta plática se puede leer en “Las Obras Completas de San Vicente de Paúl”, tomo X páginas 200 a 205.

No hay comentarios:

COMENTARIOS Y SUGERENCIAS

Hacerlos al email: amigodelospobres@yahoo.com.mx Gracias por leernos.