miércoles, 10 de noviembre de 2021

MC 13, 24-32: QUE NUESTROS PUEBLOS HAGAN SENTIR SU VOZ Y SU JUSTICIA

 En los versículos anteriores del capítulo 13 del Evangelio de Marcos, Jesús les hace ver a sus discípulos que llegará el tiempo en que muchos se harán pasar por el Mesías y engañarán a muchas personas; se escuchará hablar de guerras y conflictos; las personas que sigan fielmente el Evangelio serán: odiadas, perseguidas, encarceladas y torturadas; habrá división en las familias. Se verá entonces gobernar al ídolo del opresor. Solamente las personas que se mantengan firmes hasta el final se salvarán.

En el texto del Evangelio de hoy se nos narra que, después de toda esta gran angustia, llegarán otros días; el sol dejará de alumbrar, la luna perderá su brillo, las estrellas caerán del cielo y el universo entero se conmoverá. Todas estas imágenes son una forma de describir la caída de un rey o de una nación opresora en el A. T. Para los antiguos el sol, la luna y las estrellas eran representaciones de dioses o ídolos paganos, o bien de jefes, reyes o gobernantes que se sentían hijos de esas divinidades y en su nombre oprimían a los pueblos, sintiéndose ellos también como seres divinos.    

Y verán venir al Hijo del Hombre en medio de las nubes con gran poder y gloria. Con ello, Jesús describe no tanto la caída de un imperio o cualquier poder opresor, sino, lo más importante, que es anunciar los efectos liberadores de su Evangelio; y es que el Evangelio de Jesús debe propiciar la caída de todos los sistemas injustos que se quieren imponer en la realidad humana. Enviará también a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro puntos cardinales, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo. ¿Quiénes son los elegidos? Son todas aquellas personas que se mantuvieron fieles a Jesús y su Evangelio a pesar de tanta persecución, tortura e incluso martirio. Son quienes han asumido el discipulado al igual que María: escuchando la palabra de Dios y poniéndola en práctica al comprometerse hasta el final en medio de los sistemas injustos; y que no se dejaron vencer nunca por el miedo, ni por su situación de pobreza y opresión.

Aprendan de este ejemplo de la higuera: cuando las ramas están tiernas y brotan las hojas, saben que el verano esta cerca. Así también ustedes, cuando vean que suceden estas cosas, sepan que todo se acerca, que todo esta a las puertas. En verdad les digo que no pasará esta generación sin que ocurra todo eso. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Cuando Jesús hace la comparación con la higuera, nos hace un llamado a ser personas atentas a los signos de los tiempos que se manifiestan constantemente en nuestra realidad, ya que es la que debe interpelar nuestra vida y nos invita a comprometernos para iluminarla y transformarla desde nuestra fe y acción concreta. Está claro que si la realidad actual fuera ya el Reino de Dios, el Cielo Nuevo y la Tierra Nueva, los cristianos y cristianas  ya no tuviéramos nada que hacer pues ya no habría necesidad de anunciar una Buena Noticia y denunciar la injusticia; es decir, la Iglesia ya no tendría razón de ser. Pero los signos que actualmente vemos nos indican que nuestra realidad se parece más al anti-reino que al Reino de Dios, lo cual nos invita a comprometernos para ser signos vivos, personas portadoras de esperanza que con su vida indican que el Reino de Dios efectivamente se acerca. Ante esta realidad, la iglesia no puede dejarse llevar por ninguna ideología de poder, que oprima y mate al pueblo, por ello no puede ser comunista  y mucho menos ser capitalista, porque su mirada se quedará perdida buscando la felicidad hasta instalarse y acomodarse a los lujos, riquezas, posesiones, honor y prestigio: a las cosas de la tierra. Esta realidad no es de la iglesia que anuncia y hace presente a Jesucristo evangelizador de los pobres; no es la iglesia animada e inspirada por el Espíritu Santo a sus discípulos y a todo santo y mártir comprometido hasta la muerte por ser buena noticia y esperanza para su hermano pobre, enfermo, marginado, pequeño y excluido. La iglesia no puede callar ante tanta injusticia, violencia: robos, amenazas y muerte que se están dando en nuestros países pobres; controlados y dirigidos vilmente por seres diabólicos del primer mundo, insertos en las políticas de nuestros gobiernos. La iglesia debe pronunciar siempre palabras de esperanza y de vida, debe gritar a los cuatro vientos en nombre de Dios y de este sufrido pueblo. La iglesia como pueblo de Dios debe buscar que su jerarquía este siempre al servicio de los pobres y estar donde hay sufrimiento, dolor y muerte. Y siguiendo las palabras de esperanza de nuestro santo, profeta y mártir Romero de América, vemos que él quiso construir una Iglesia que no estuviera apoyada en los poderes de este mundo, sino que soñó e hizo realidad desde su experiencia una iglesia desligada de los poderosos y sin privilegios. Una Iglesia pobre, que se apoya únicamente en la cruz de Cristo. Decía que el prestigio de la Iglesia no es que tenga mucho poder, sino que los pobres se sientan en ella como en su propia casa. Y en relación al martirio nos dice: “La persecución es una nota característica de la autenticidad de la Iglesia. Una Iglesia que no sufre persecución, sino que esta disfrutando de los privilegios y el apoyo de las cosas de la tierra, ¡tengan miedo!, no es la verdadera Iglesia de Jesucristo. Esto no quiere decir que sea normal esta vida de martirio y de sufrimiento, de miedo y de persecución, sino que debe significar el espíritu del cristiano. No estar con la Iglesia únicamente cuando las cosas andan bien, sino que seguir a Jesucristo con el entusiasmo de aquel apóstol que decía: “si es necesario muramos con él”.                                                                                                                                                                                                                       

Esta experiencia de “si es necesario morir por Cristo” la asumieron los mártires de la UCA en El Salvador, el 16 de noviembre de 1989. Uno de estos mártires decía que ya no están matando solo gente de prestigio, sacerdotes y obispos sino que están matando al mismo pueblo de Dios, es decir, a los Anawin de Yahveh. Matan por cantidades alarmantes, por año son doce o trece mil personas. Muchas de ellas son gente creyente, catequistas, del pueblo, que siguen luchando y trabajando por salir adelante con enormes dificultades. Por eso les recordamos hoy y siempre y no sólo a ellos sino también a todos esos mártires de nuestra América, teñida de rojo por su sangre derramada a través de la historia. Y en nuestros tiempos, la realidad no ha cambiado para nada, las noticias anuncian muertes en grandes cantidades, por lo que es alarmante y preocupante que nuestra iglesia se cruce de brazos y no asuma su papel profético, haciéndose la ciega, sorda y muda. Por ello decimos, al igual que los mártires de la UCA, que hace falta que nuestros pueblos latinoamericanos hagan sentir su voz y su justicia ante esta realidad de opresión y muerte.   

         En cuanto al día y la hora, no los conoce nadie, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo; sólo los conoce el Padre. En cuanto al fin del mundo, Jesús deja bien claro que nadie, ni siquiera Él mismo sabe el día ni la hora, únicamente su fe en el Padre le lleva a expresar que ese momento llegará, que mientras tanto lo único que debemos hacer es hacer presente Su Reino. No olvidemos que Jesús fue plenamente humano, y en su humanidad plena es que manifestó su divinidad. Al reconocer a Jesús como un ser humano de manera integral y completa, entendemos que, efectivamente, el no sabía el momento del fin.  

Ahora es el momento de asumir nuestro compromiso bautismal, es cuando nos toca ser signo del Reino no del Anti-Reino. ¿Qué hacer ante tanta injusticia? ¿Cómo solucionar el problema de la violencia? ¿Estás esperando a que otra persona haga lo que vos tenés que hacer? ¿Estás esperando más signos de los tiempos para decidirte a hacer algo? ¿Estás esperando a que Dios te grite más fuerte a través de las voces de tantas víctimas del sistema? ¿Crees que aún no es momento de actuar y comprometerte? ¿Estás pensando inventarte otra excusa?

LA VIDA ES UN RIESGO. QUIEN NO SE ARIESGA, NO VIVE.

sábado, 6 de noviembre de 2021

Mc 12, 38-44: EL FARISEO Y LA VIUDA

imagen de pixabay.com
 Estando Jesús en el templo de Jerusalén, junto a una gran multitud que acudía a Él para escucharlo con agrado, les decía: “Cuídense de esos maestros de la ley a quienes les gusta pasear con sus amplias vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar asientos reservados en las sinagogas y en los banquetes; incluso devoran los bienes de las viudas, mientras se amparan detrás de largas oraciones. Estos recibirán una sentencia muy severa”. Sabiendo Jesús muy bien del gran pecado personal, social y estructural que se daba en la realidad de su tiempo, advierte a sus discípulos y a la multitud presente a no dejarse engañar por esos fariseos hipócritas, doctores, maestros o sumos sacerdotes de la ley, expertos en manipular la palabra de Dios para esconder sus injusticias y grandes maldades en la oración.

El peligro de este tipo de personas está en que dan más importancia a una ley o a una teoría que al sufrimiento concreto de las personas. Entonces, con tal que se cumpla la ley o la teoría, no importa si las personas sufren, se sienten despreciadas y humilladas o incluso, hasta perdidas y condenadas. Precisamente en esto está la diferencia radical entre la manera de pensar del fariseo y la manera de pensar del profeta. Quien es profeta no se calla cuando se encuentra frente al sufrimiento humano; reacciona inmediatamente con palabras de consuelo y esperanza pero también con palabras de denuncia. Por eso los profetas denunciaron a los reyes, ricos y sacerdotes. Pero, no sólo a los sacerdotes, sino además al templo y al culto religioso, con sus liturgias, sacrificios y sus oraciones. Los profetas hicieron todo eso por una razón muy sencilla. Porque, para ellos, lo primero no era ninguna teoría o ley, por más teológica que fuera, sino, que lo primero era el sufrimiento de las personas que peor la pasan en la vida. Además, en aquel pueblo tan religioso era frecuente utilizar la religión como argumento para justificar las mil injusticias que se cometían con las personas pobres y desgraciadas de aquella sociedad. Por todo esto se puede afirmar que lo más importante para Jesús no fue la religión, ni la ley, ni la gracia, ni el pecado hasta sus últimas estructuras, ni siquiera Dios en sí mismo. Lo decisivo para Jesús, cuando llegue la hora de la verdad, según él mismo afirmó va a ser sólo una cosa: Cómo se ha portado cada persona ante el sufrimiento de quienes no tienen qué comer ni qué  ponerse, de los extranjeros e inmigrantes que se ven en tierra extraña, de las personas enfermas que se sienten solas y de las encarceladas que todo el mundo desprecia.

La persona farisea es aquella que tiene a Dios en el centro mismo de su conciencia, preocupándose constantemente por agradar a Dios y hacer lo que Dios quiere. Por eso mismo, el pecado está también en el centro de las preocupaciones de un buen fariseo. ¿Por qué entonces, Jesús no tolera a la persona farisea? Por una razón: porque en el centro de sus preocupaciones no está el sufrimiento que padecen los seres humanos, sino el pecado que ofende a Dios. Los conflictos que tuvo que soportar Jesús y las incomprensiones que padeció siempre fueron por la misma razón. Jesús se ponía de parte de quien sufría, fuera quien fuera y por el motivo que fuera. Y sí, para aliviar el sufrimiento, era necesario quebrantar las normas establecidas, las leyes religiosas e incluso escandalizar a los teólogos, sacerdotes, o expertos en la ley, Jesús no lo dudaba ningún momento

Sin duda alguna, Jesús tenía toda la razón del mundo cuando vio claramente que el mayor peligro para la humanidad no son los opresores, sino los fariseos. Porque los fariseos oprimen donde ningún opresor de “este mundo” puede oprimir. Por eso Jesús no se enfrentó a los romanos. Sus conflictos, hasta la misma sentencia de muerte, fueron con los fariseos. No cabe duda que los poderes de “este mundo” son peligrosos, ¡qué duda cabe! Pero son mucho más peligrosos los poderes del “otro mundo”, es decir, los que se presentan como representantes de Dios. Porque se trata de poderes que tocan donde nada ni nadie más puede tocar, en la intimidad de la conciencia, allí donde cada persona se ve a sí misma como una buena persona o, por el contrario, como una perdida y degenerada.

         Después que Jesús le enseñó a la multitud, se sentó frente a las alcancías del templo, y observaba como la gente daba su limosna para el tesoro. Muchos ricos daban en abundancia, pero también se acercó una viuda pobre y echó dos moneditas de muy poco valor. Jesús entonces llamó a sus discípulos y les dijo: “Yo les aseguro que esta viuda pobre ha dado más que todos los otros. Pues todos han echado de lo que les sobraba, mientras ella ha dado desde su pobreza, no tenía más, ha dado todo lo que tenía para vivir”. En tiempos de Jesús, Jerusalén era una ciudad donde habían muchas personas viviendo en las calles miserablemente, pidiendo limosna. Estas personas miserables se concentraban siempre cerca del templo, donde la gran mayoría no podía entrar si padecían alguna de las muchas enfermedades que se consideraban como castigo de Dios por los pecados: leprosos, tullidos, enfermos mentales, etc.

         Jesús no se opuso a la limosna. Al contrario en varias ocasiones habla de vender las propias riquezas para dar el dinero a las personas pobres. Lo que crítica Jesús es la actitud de aquellas personas que dan limosna para ser vistas o para tapar las injusticias con que tratan a sus trabajadores. En la actualidad, en un mundo tan complejo económicamente, la limosna, la beneficencia, las donaciones del extranjero, “las ayudas para el desarrollo de un país” en la mayoría de casos, son una manera de lavarse las manos y tapar las injusticias del sistema capitalista-mercantilista, que no se quieren resolver nunca de raíz. Cuando la limosna sustituye a la justicia debe ser totalmente rechazada. Cuando la limosna impide a la persona que la recibe crecer como ser humano, no es cristiana. La ayuda caritativa y humanitaria siempre serán necesarias en casos de emergencia, pero si no se atacan las causas de las injusticias estructurales que son la razón que hayan tantas personas pobres, esta caridad no hace otra cosa que volver eterna y cada vez mayor, la pobreza.

         Jesús valora grandemente la ofrenda de la viuda. Lo que ella echó en el tesoro del templo fueron unos centavos que no alcanzaban ni para pagar el pan necesario para comer un tiempo. Al engrandecer la generosidad de la viuda, Jesús, fiel a la tradición profética, está denunciando el lujo de la llamada “casa de Dios” y, más todavía, la seguridad con que las personas ricas piensan comprar con dinero la salvación o gracia de Dios. Al verdadero Dios no se le agrada ni con oro, plata, dinero u otro bien material. El templo de Dios es el ser humano. “La Iglesia no es un museo de oro y plata”. ¿Quieren de verdad honrar el cuerpo de Jesucristo? No permitan que se quede desnudo en las calles. No dejen que muera de hambre. No le honren en el templo con vestidos lujosos y joyas; mientras afuera lo dejan morir de frío y de hambre.     

 

“JESÚS NACE, VIVE, MUERE Y RESUCITA ENTRE LOS POBRES”.

domingo, 31 de octubre de 2021

Mc 12, 28-34: Si amas a la persona pobre, amas a Dios

Estando ya en Jerusalén, Jesús comenzó a ser perseguido y cuestionado por los jefes de los sacerdotes, los maestros de la ley, los saduceos y las autoridades civiles judías; por que les parecía que su manera de actuar y enseñar estaba alborotando a la gente, ya que reconocían en Él una verdadera autoridad. Cierto día, un maestro de la ley, habiendo escuchado a Jesús, se quedo admirado de la manera como Él respondía basándose en las Escrituras, por lo que decidió preguntarle: “¿Cuál es el mandamiento más importante?”. Es curioso que un experto en las Escrituras le hiciera esta pregunta a Jesús, ya que él conocía muy bien los mandamientos de la ley de Moisés. Por esta actitud del maestro de la ley, pareciera que está reconociendo en Jesús a alguien más grande que Moisés y los profetas. Jesús le respondió: “El más importante es: “Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es un único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu inteligencia y con todas tus fuerzas”. Y después viene este otro: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay ningún mandamiento más importante que éstos”. Jesús nuevamente responde desde las Escrituras, citando el libro del Deuteronomio 6, 2-6, con lo que deja bien claro que la clave esta en Amar a Dios y al Prójimo desde todas las dimensiones de la persona y su realidad. Al repetir Jesús, la expresión: “Escucha Israel”, esta manifestando que nadie debe pasar por alto o ser indiferente al amor de Dios expresado a través de la historia de la salvación; es una denuncia clara y fuerte hacia aquellas personas que se hacen las sordas o que viven tapándose los oídos ante la realidad que se vive, con tal de no comprometerse; ya que terminan viviendo una fe moralista o legalista. Para entender mejor la importancia de esta unión inseparable de ambos mandamientos, tenemos que hacernos la pregunta: ¿Quién es Dios para Jesús? Es una pregunta necesaria, ya que no se puede amar a quien no se conoce, y es Jesús mismo quien nos lo da a conocer y como debemos relacionarnos con Él. Para Jesús, Dios es el que le da pleno sentido a su vida, en quien puede confiar y descansar; lo considera como alguien sumamente bueno, y por tanto, desde su experiencia de relación mutua, Dios es su Padre. Por una parte, el Dios creador, todopoderoso, que esta allá arriba en su cielo, se le manifiesta a Jesús como el Dios cercano, presente en lo pobre y lo pequeño, metido totalmente en la realidad. Por otra parte, el misterio de Dios ha dejado de ser misterio, ya que Jesús lo expresa a través del amor: allá donde los seres humanos practican el verdadero amor allá está Dios. Jesús afirma que Dios es Padre y se atreve a afirmar que la última realidad de la historia es el acercamiento a las personas pobres para salvarles y liberales, el triunfo de las víctimas sobre los verdugos. Quien quiere conocer a Jesús, quien quiere conocer a Cristo, quien quiere conocer a Dios, si empieza por Dios, ni conoce a Jesús, ni a Cristo, ni mucho menos aún quién es Dios o cómo es Dios. A Dios se le conoce, no elevándose por encima de lo humano o huyendo de la humanidad, sino todo lo contrario. A Dios se le conoce y se le encuentra en lo humano y a través de lo humano. No basta con decir todo eso porque en realidad, a Dios no le hemos conocido en el ser humano, sino en un ser humano. Dios se ha dado a conocer en la persona y en la vida de un hombre concreto y determinado: Jesús de Nazaret. Esto quiere decir que Dios se nos ha revelado en la vida de un hombre que nació pobre, que vivió entre las personas pobres y gentes marginadas de su tiempo, y que murió como un delincuente y entre malhechores, como el más famoso de ellos. Por ello es que decimos que amar a la persona pobre es amar a Dios, solo allí se da la unión inseparable de los dos mandamientos principales. Con esto Jesús cambia el concepto de Dios y el modo de encontrar a Dios, y por consiguiente la manera de manifestar el amor a Dios y a la persona. El maestro de la ley escuchó lo que Jesús le contestó y estuvo de acuerdo con Él, llegando a afirmar que lo que realmente le agrada a Dios es el amor que se comparte y no los sacrificios y holocaustos ritualistas, espiritualismos vacíos, sin ningún contenido práctico del amor. Jesús se dio cuenta que este maestro de la ley no tenía mala intención, y que era sincero en lo que pensaba, sentía y decía, por eso le dijo:”No estás lejos del Reino de Dios”. San Romero nos comparte el criterio para saber si Dios está cerca de nosotros o está lejos: Toda aquella persona que se preocupa por las personas hambrientas, desnudas, pobres, desaparecidas, torturadas, prisioneras, de todo ser humano que sufre, tiene cerca a Dios. La religión no consiste en mucho rezar. La religión consiste en tener esa garantía de tener a mi Dios cerca de mí porque le hago el bien a mis hermanos y hermanas. Dios es la vida, Dios es evolución, Dios es novedad. Dios va caminando con la historia del pueblo... Dios es el Dios de Jesucristo. El Dios de las personas cristianas no tiene que ser otro que el Dios de Jesucristo, el que se identificó con las personas pobres, el que dio su vida por la humanidad, el Dios que envió a su Hijo Jesucristo, a tomar una preferencia sin excusas por las personas pobres. Sin despreciar a las otras, las llamó a todas al campo de las pobres para poderse hacer igual a Él. Algunas personas se espantan al leer o escuchar cosas como estas, pero en realidad sólo existe un camino para relacionarnos con el Dios de Jesús, y en eso no hay vuelta de hoja: o se toma o se deja. Por eso es que la espiritualidad Latinoamericana, haciendo un estudio profundo de las Sagradas Escrituras, confirma y asume que el único camino para alcanzar la liberación y salvación, está en asumir el amor a Dios y el amor al prójimo desde la opción preferencial por las personas pobres y pequeñas en nuestra historia. Por ello es que ante la respuesta de Jesús al maestro de la Ley, nadie se atrevió a hacerle más preguntas. Al fin y al cabo, cada quien escoge. Y usted ¿Qué escoge? ¿Qué sentido le esta dando a su vida? ¿Cuál es su opción? ¿Cree en el Dios de Jesús o el ídolo del dios ritualista, espiritualista, moralista o legalista?

sábado, 23 de octubre de 2021

Mc 10, 46-52: Tu fe te ha sanado, liberado y salvado

Tomada de Pixabay

 Jesús y sus discípulos, en su viaje hacia Jerusalén, atravesaron el pueblo de Jericó. A la salida del pueblo, entre mucha gente que lo seguía, un mendigo ciego, llamado Bartimeo, que se encontraba a la orilla del camino, al escuchar comentarios de que Jesús estaba pasando por ahí, comenzó a gritar: ¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí! Pareciera que Jesús lleva prisa por llegar a Jerusalén y además va muy entretenido con la gente, ya que no se da cuenta del ciego y es más, ni siquiera logra escucharlo cuando le grita. Este hombre ciego refleja la dura realidad de las personas “más pobres” entre las pobres, es decir, las que sufren marginación, desprecio y olvido, aún por las mismas personas pobres. Esto explica por que Bartimeo estaba en las afueras del pueblo y a la orilla del camino, pues no sólo era marginado por su enfermedad, sino que estaba condenado a vivir en la miseria y en la exclusión social, en otras palabras, simboliza a las personas “invisibilizadas” de la sociedad.

Por eso, muchas personas regañaban a Bartimeo para que se callara y no interrumpiera a Jesús en su caminar. Pero Bartimeo no se calló, sino que siguió gritando con más fuerza: ¡Hijo de David, ten compasión de mí! Esta actitud de la gente denota un seguimiento “ciego” en cuanto que se da una especie de fanatismo al olvidarse de la realidad por miedo a perder de vista a Jesús. Esto refleja que la gente, al igual que los discípulos, aún no entiende la misión de Jesús. No entienden en que consiste su justicia y su misericordia. A pesar de ello, Bartimeo no se deja callar ante las amenazas y los regaños de la gente. La expresión “Hijo de David” quiere decir al igual que en Pedro, que lo reconoce como el “Mesías”, el Hijo de Dios; pero en su praxis, ambos Pedro y Bartimeo, solamente lo ven como el que los puede liberar del poder que los oprime, político para uno y físico para el otro.

Finalmente, ante tanto grito, Jesús por fin lo escucha, se detiene y comienza a preguntar quién esta gritando. La gente le responde, ha de ser algún enfermo que esta tirado por ahí, a la orilla del camino. Jesús movido por la curiosidad pide que lo llamen para saber quién es y qué quiere. Entonces algunas personas van y llaman al que estaba gritando diciéndole: “¡Ánimo, levántate, que te esta llamando!”. Inmediatamente, Bartimeo arrojó su manto y se puso en pie y como pudo se le acercó a Jesús, el cual lo vio y compadeciéndose de él, le preguntó: “¿Qué quieres que haga por ti?” Bartimeo respondió: “Maestro, que recobre la vista”. Con esto, Jesús deja ver claramente la opción de Dios ante el clamor, el llanto, el dolor y los gritos del pueblo que sufre la marginación y la pobreza como fruto de la injusticia. Dios no es indiferente ante la realidad humana, por eso es que Jesús no puede pasar desapercibido el grito desesperado de este hombre. Vemos que la acción de Jesús nos muestra que Dios es fiel a sí mismo y al ser humano al respetar la libertad, pues nunca va actuar en contra de ella por que de lo contrario se convertiría en un Dios que impone y oprime. Es por ello que siempre debemos tener la confianza de expresar lo que sentimos y necesitamos, y reconocer también qué nos impide vivir con dignidad y en plenitud. Este es el paso primero y fundamental para que Dios nos sane, libere y salve. No hay otra vía. Esto manifiesta también, que para ser discípulo no basta con el sólo seguirle sin estar plenamente conciente de lo que significa la Buena Noticia del Reino de Dios y sus exigencias. Es reconocer también nuestras cegueras: miedo, indiferencia, comodidad, individualismo, egoísmo, etc., frente a nuestra realidad que nos cuestiona y reta.

Ante esta petición concreta de Bartimeo, Jesús le dijo: “Puedes irte, tu fe te ha salvado”. Y al instante pudo ver y siguió a Jesús por el camino. Este acto de acogida y misericordia de Jesús nos muestra una experiencia de encuentro con Dios que salva desde dentro. Este poder con que se acerca el reino es un poder re-creador, no mágico. Dios quiere cambiar todo, el cuerpo y el corazón, dando así la fuerza para que los mismos seres humanos se conviertan verdaderamente para vivir en libertad su relación con las demás personas y con Dios. Queremos decir con esto que ninguna persona esta obligada a amar a Dios, esto significa que el amor de Dios es incondicionado, pues aunque no lo amemos, Él nos ama y seguirá amando gratuitamente.

 

A pesar de la gran bulla de nuestros gobiernos al presentarnos falsas realidades, del montón de mentiras que nos transmiten los medios de comunicación social, de los discursos moralistas y adormecedores de la jerarquía de la iglesia que respaldan a todo sistema imperante y del fanatismo y espiritualismo sin compromiso ante la realidad de algunos laicos, el grito fuerte, constante y desesperado del pueblo oprimido que pasa hambre, dolor, indiferencia, violencia, desempleo, salarios injustos, exclusión y muerte, se sigue escuchando aunque se quieran callar o ignorar sus lamentos, protestas y exigencias justas. Al igual que en el evangelio, también nosotros/as debemos reconocer que estamos no solamente ciegos, sino también sordos, mudos y aliados o esclavos de este poder imperialista injusto; para así poder pedirle a Dios la sanación de nuestras enfermedades personales y sociales, la liberación integral de la persona y la salvación como fruto de la fe, la esperanza y la lucha diaria para hacer presente y real otro mundo: el reinado de la justicia y la misericordia.

Esta experiencia evangélica nos lleva al seguimiento radical de Jesús, que implica no huir o evadir la realidad de dolor, sufrimiento y hasta de la misma muerte por la causa del reino de Dios, sino asumir con fe y esperanza esta realidad que se convierte en el único camino hacia la resurrección. 

         Queremos terminar diciendo que este sanar, liberar y salvar dado gratuitamente por Dios, debe partir necesariamente de la realidad que nos cuestiona e interpela, hacia una experiencia de encuentro con el Dios de Jesús para realizar un análisis crítico que permita descubrir la raíces de los problemas que afectan la realidad, y así llegar a generar soluciones concretas y específicas que permitan  su transformación. Es decir que, es un ir a Dios desde la realidad para luego volver a ella y transformarla.

          ¿Estás ciega o ciego? ¿Te gusta vivir en la ceguera o estás gritando para sanar de ella? ¿Qué realidad hay que impida que te escuchen? ¿Quieres ser una persona sanada, liberada y salvada al igual que Bartimeo? Al leer los evangelios ¿Cuál es la actitud de Jesús ante su realidad? ¿Pones en práctica el análisis crítico de la realidad en tu vida personal, familiar, laboral y comunitaria? ¿Qué soluciones propones a esta realidad que vivimos en nuestros países?.

Elaborado por el equipo: Teólogos armigos de los pobres.

domingo, 19 de septiembre de 2021

EL QUE QUIERA SER EL PRIMERO MARCOS 9

 

Mc 9, 30-37: EL QUE QUIERA SER EL PRIMERO...

 

Mientras Jesús se desplazaba por Galilea junto con sus discípulos, queriendo que nadie más lo supiera, les iba enseñando. Parece ser que Jesús, después de la crisis experimentada en Galilea, decide dedicar mayor tiempo a la formación de sus discípulos, pues no quiere un grupo de personas fanáticas e hipócritas, sino un grupo de personas creyentes y responsables que sean capaces de asumir un proyecto: EL REINO DE DIOS.

Jesús les explicaba que el Hijo del Hombre iba a ser entregado en manos de los hombres y le harían morir, pero tres días después de su muerte resucitaría. Por más que Jesús les explicaba a los discípulos, éstos no entendían nada y tenían miedo de preguntarle qué quería decir todo aquello. Quizás los discípulos se preguntaban, ¿porqué una persona tan buena, que pasa haciendo el bien: sanando ciegos, sordos, mudos, cojos, paralíticos, endemoniados y toda clase de   enfermedades; denunciando la injusticia y devolviéndole la dignidad y la vida a las personas, tendría que ser condenado y morir? O quizás no entendían nada por que esperaban un mesianismo distinto.  

   

Finalmente llegaron a Cafarnaún, y estando en casa, probablemente la de Pedro, Jesús les preguntó: “¿De qué venían discutiendo por el camino?” Ellos no se atrevieron a responder, pues habían estado discutiendo sobre quién era el más importante de todos. Ante esto se dejan ver dos posibilidades: o bien los discípulos no estaban concentrados en la enseñanza de Jesús, por lo que pensaban en la repartición de los cargos burocráticos cuando Jesús gobernara y tomara el poder al derrocar al imperio. Por tanto, ellos sí pensaban en la muerte de Jesús, pero quizás mucho tiempos después de gobernar; o más bien pensaban quién sería el que tomaría el puesto de Jesús después de su muerte, es decir, quien se quedaría con el poder y a cargo de todo el grupo para derrotar el imperio y establecer la soberanía de Israel (Ambas posibilidades serían producto de su concepción de un mesianismo triunfalista). También sobresale en este texto, un miedo cultural que no permitía que los discípulos se dirigieran a su maestro con toda libertad y confianza, para expresar su pensar, su sentir, sus dudas, etc. ¿Prevalece aún este miedo cultural en nuestra casa, escuela, universidad, trabajo, iglesia...?

 

“Entonces Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo: “Si alguno quiere ser el primero, que se haga el último y el servidor de todos”. Después tomó a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: “El que recibe a un niño como éste en mi nombre, me recibe a mí; y el que me recibe, no me recibe a mí, sino al que me ha enviado””. Jesús insiste en la humildad que caracteriza al verdadero servidor del Reino de Dios, pues con frecuencia nos comportarnos como propietarios de los servicios y de los compromisos que asumimos en nuestra vida, dentro y fuera de la iglesia. No soportamos que otras personas tengan responsabilidades o que nos reemplacen en las que tenemos, porque con facilidad nos atribuimos el mérito de nuestras cualidades y conocimientos. En cuanto a la imagen del niño, es para hacer comprender que todos tenemos dignidad, valemos y somos importantes para la construcción del reino de Dios como  parte de una sociedad, iglesia, familia. De esta manera se rompe con las barreras que atan y ciegan la participación de los pequeños, los débiles e insignificantes, en la estructura social, política, religiosa y económica; que no dejan pensar ni actuar a las personas para llegar a desarrollarse plenamente, por estar sujetos a un miedo cultural. ¿Cuál es tu actitud? ¿Ser el primero o ser el último? ¿Servir o ser servido? ¿Cuál es tu actitud con las personas más pequeñas, débiles e insignificantes? ¿Son las personas que más cuidas y amas o las que más odias y marginas?

 

HUMILDAD

Para san Vicente la humildad es reconocer que todo bien procede de Dios: “no digamos: yo he hecho ese acto bueno, pues debemos hacer todo en nombre de nuestro señor Jesucristo”. Humildad es reconocer nuestra bajeza y nuestras faltas, a la vez que se confía plenamente en Dios. La humildad supone un voluntario vaciarse de si mismo, y que implica el querer ser ignorado y dejado de lado, evitar el aplauso del mundo, tomar el último lugar y amar la vida oculta.

San Vicente indica que se debe practicar la humildad por que el mismo Jesús fue humilde, y se sentía dichoso de ser considerado el último. Además fue su virtud característica, pues la vivió desde su nacimiento. La humildad es el origen de todo el bien que podamos hacer y nos ayuda a perseverar; trae consigo todas las demás virtudes y es el fundamento de la perfección evangélica. Es más fácil pensar en la humildad que practicarla; y es la fuente de la paz y de la unión. Vicente consideró la virtud de la humildad como base fundamental para las personas que habían de dedicarse al servicio de Dios y de las personas pobres. 

Para adquirir la humildad, san Vicente sugiere el hacer actos de humildad cada día, confesar nuestras faltas en público, aceptar las advertencias de las demás personas, orar constantemente.

 

Hoy, la humildad nos hace reconocer nuestra condición de criaturas y de personas liberadas, y admitir que ambas cosas son dones de Dios, pues en él vivimos, nos movemos y existimos. Es reconocer que tenemos limitantes y que dependemos de las demás personas. Es reconocer nuestro propio pecado, que se manifiesta de maneras muy variadas en nuestra vida: prejuicios, clasificar a las personas, crítica destructiva, inferencia por la oración, menos precio a el Evangelio, manipulación, falta de disposición para compartir con las personas pobres, no querer renunciar al poder para solidarizarnos con las personas pobres o con las más necesitadas, siendo cómplices con las estructuras sociales injustas.

 Humildad es reconocer que nuestros dones, cualidades, habilidades, aptitudes, etc. provienen de la gratuidad de Dios. La humildad implica una actitud de siervo: “el que quiera ser primero, hágase el último de todos y el servidor de todos”. Por eso hoy se espera que las personas de autoridad, dentro o fuera de la iglesia sean servidoras humildes. Humildad es aceptar tu realidad tal cual es, sin caer en conformismo, y aceptar la realidad de la otra persona. Es saber ver a Dios en los rostros concretos de la realidad. 

La humildad supone hoy además, el dejarse evangelizar por las personas pobres (“nuestros amos y señores”, como le gustaba llamarles a san Vicente). Es reconocer que no sólo debemos enseñar a otras personas, sino también dejarnos por ellas. Debemos oír a Dios que nos habla cuando vemos la facilidad que tienen las personas pobres en compartir lo poco que tienen, su agradecimiento a Dios, su esperanza en que Dios proveerá y su disponibilidad hacia Dios y las demás personas.

lunes, 22 de marzo de 2021

miércoles, 3 de febrero de 2021

PROFETISMO

 Ya les dije un día la comparación sencilla del campesino: «Monseñor, cuando uno mete
la mano en una olla de agua con sal, si la mano está sana no le sucede nada; pero si tiene
una heridita ¡ay! ahí le duele». La Iglesia es la sal del mundo y naturalmente que donde hay
heridas tiene que arder esa sal (Homilía 29 de mayo de 1977, I-II p. 74).

TOMADO DEL LIBRO: DÍA A DÍA CON MONSEÑOR ROMERO

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