jueves, 4 de septiembre de 2008

CORRECCIÓN FRATERNA: CAMINO DE CONSTRUCCIÓN DE COMUNIDAD. Mt 18, 15 - 20.

Deseamos proponer el ideal de construcción de comunidad como clave de lectura e interpretación del texto de este XXIII domingo del tiempo ordinario, entendiendo este ideal como para la construcción de algo mucho más grande, que en palabra de Mateo podemos llamar Reino de los cielos. Por eso, cuando hablamos de construir de comunidad pensamos en concreto en los diferentes grupos de parroquia a lo que pertenecemos: desde la familia, los grupos juveniles, de oración, de caridad, litúrgicos y pequeñas comunidades de vida, hasta la parroquia, la diócesis y finalmente la Iglesia universal. Con este telón de fondo iniciemos nuestra reflexión del Evangelio.

A. ¿Quién es el más importante?
El texto que la liturgia nos ofrece para este día forma parte de una gran respuesta que Jesús ha dado entorno a una pregunta que sus discípulos le plantearon: ¿Quién es el más importante en los reinos de los cielos? (18, 1b). Mateo narra que Jesús, para responder esta pregunta, tomó un niño, lo puso en medio de ellos y explicó que sólo quién se hace como uno de ellos podrá entrar en el reino de los cielos, agregando que no está permitido escandalizarlos, pues “más le valdría que le cuelguen al cuello un piedra de molino y lo arrojasen al fondo del mar”. Jesús previene a sus discípulos de no despreciar a uno de esos pequeños, pues “el Padre del cielo no quiere que se pierda ni uno de ellos” y concluye la respuesta con dos ideas más: si un hermano te ofende díselo y corrígelo a solas, si no hace caso, llama a dos o tres testigos e inténtalo de nuevo, si tampoco esto sirve de algo cuéntalo a la comunidad y, si este último recurso tampoco produce el resultado esperado entonces que se le considere pagano y, para finalizar, quienes se ponen de acuerdo para pedir algo al Padre del cielo, Él se lo concederá.

Debemos notar que en la construcción del Reinos de los Cielos uno es el importante, el rey que gobierna dicho reino, Dios; los demás son iguales ante sus ojos, como dirá en otra parte, siervo inútiles, o bien, “quien quiera ser el primero que se haga servidor de todos”, por tanto, hemos de interactuar dentro de ese plano igualdad.

B. Si tu hermano te ofende...
Es claro que en ese proyecto de construir comunidad surgirán múltiples inconvenientes que pueden ensombrecer o destruir lo que se ha construido. Pero sobre todo, el pecado, que tiene el poder de dar fín a cualquier buena obra que iniciemos; pensemos en los grupos apóstolicos, familias y obras de caridad que se han terminado a causa de las murmuraciones mal intencionadas, las envidias, las irresponsabilidades y cualquier otra clase de pecados que en cualquier momento aparecen. Inclusive podemos ir a una esfera más amplia, pensemos en las políticas engañosas, totalitaristas e imperalistas de algunos gobiernos, en el capitalismo que atropella y ultraja los derechos de los más pobres, en los grupos que generan violencia y destruyen la vida y la paz. Jesús hoy nos llama la atención sobre esta realidad y nos da herramientas, que al emplearlas nos permiten enfrentar los problemas a tiempo y con sensatez y nos ayudan a continuar la construcción de ese reino querido y soñado.

Tres son los pasos que debemos recorrer cuando algún hermano de la comunidad nos ofende, o intenta destruir lo bueno que ya hemos iniciado o cuando en alguna situación particular está generando división e injusticia, aunque no necesariamente tenemos que abordarlos todos. Primero habrá que llamarlo a solas y hacerle ver su error, su equivocación, su pecado, es la oportunidad también para escucharlo y comprender su situación, si nos escucha habremos ganado un hermano, es decir, hemos logrado su conversión y ahora ha dejado de ser piedra de obstáculo y se ha convetido en piedra útil. Pero, si el llamado de atención personal no sirve, entonces Jesús nos da una segunda herramienta, llamar a dos o tres testigos e intentarlo de nuevo. Pero, si este recurso tampoco hace caer en la cuenta a nuestro hermano de su pecado aún nos queda una última herramienta, contárselo a toda la comunidad. Es ahora la comunidad, los miembros del grupo, de la familia, de la Iglesia, quienes tienen la tarea de enfrentarlo y hacerle caer en la cuenta de su error tratrando se suscitar el deseo de conversión. Pero, si nada de esto es de utilidad y nuestro hermano continua obstinado en su pecado habrá que considerarlo pagano o recaudador de impuestos, en otras palabras, se le debe considerar extraño o fuera de la comunión, un paso drástico que sólo debe tomarse en aquellos caso en los que el bienestar de la comunidad está en grave peligro. Sin embargo, aquí cabe una reflexión más atenta que nos tiene que remitir a analizar cómo trató Jesús a los recaudadores de impuestos y paganos, seguramente que posterior a éste encontraremos la clave para saber cómo tratar a este hermano que se resiste a la conversión.


Este texto nos tiene que poner en una triple perspectiva de autoevaluación: ¿Cómo hago la corrección cuando alguien de mi familia o del grupo al cual yo pertenezco está fallando? ¿Expreso con facilidad y de una manera correcta aquello que me disgusta u ofende?, o bien, cuando el que falla o peca soy yo ¿Cuál es mi actitud frente al hermano que desea corregirme? ¿Reconozco fácilmente mis errores, equivocaciones y pecado? ¿Asumo el camino de la conversión y pido perdón cuando lo tengo que hacer? Vayamos aún más allá y evaluemos nuestro compromiso profético: ¿Cuál es mi actitud frente a las injusticias sociales y la marginación de tanto hermanos pobres y excluidos? ¿Cuál ha sido mi papel en las luchas que enfrentan los obreros, empleados y los nuevos esclavos del siglo XXI? ¿He sido agente pasivo y por tanto complice de los sistemas políticos y económicos que imponen sus interes particulares sobre el bien común?

Si todos fuéramos conscientes de este maravilloso método de corrección y lo lleváramos a la práctica, ¿Cuántos problemas o injusticias nos habríamos evitado? ¿Cuántos grupos de fe, movimientos eclesiales, comunidades de vida habríamos salvado o estarían en mejores condiciones? Posiblemente el mundo sería mejor y el Reino de los Cielos ya sería una realidad.

C. Atar o desatar.
Continuemos releyendo el evangelio de este día. El versículo 18 nos pone en guardia ante una actitud muy delicada: perdonar o dejar de perdonar. Si nuestro hermano ha reconocido su pecado y se ha convertido, es nuestro deber y de la comunidad otorgarle el perdón, teniendo muy presente que Dios es quien finalmente perdona, puesto que mucho más misericordioso que nosotros. Atar o desatar es la clave, y el catecismo de la Iglesia lo explica muy bien: “aquel a quien excluyas de vuestra comunión, será excluido de la comunión con Dios; aquel a quien recibáis de nuevo en nuestra comunión, Dios lo acogerá también en la suya. La reconciliación en la Iglesia es inseparable de la reconciliación con Dios” (CIC No. 1445).

D. Orar en comunidad.
Concluye Jesús dándonos algunas indicaciones sobre la oración: “Si dos de ustedes se ponen de acuerdo en la tierra para pedir cualquier cosa, mi Padre del cielo se la concederá”. No cabe duda que es una invitación para que oremos unos por otros, pero sobre todo por aquellos que se han convertido en piedras de obstáculo y destrucción. Debemos orar por esos hermanos que ciegamente continúan en su pecado y miseria, por todos esos que se han alejado de la construcción del Reino de los Cielos y ahora van construyendo el reino de la muerte. Este texto es una clara insinuación del poder de la oración comunitaria, valdría la pena preguntarnos ¿Cuáles son nuestras intenciones cuando hacemos oración en comunidad?

Concluyamos reafirmano el poder de la oración en comunidad, a partir de las palabras esperanzadoras de Jesús: “Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, yo estoy allí, en medio de ellos” (Mt 18, 20).


A continuación transcribimos un e-mail que hemos recibido como respuesta al número anterior. Les invitamos a unirnos en oración por estas comunidades:

Hola. ¡Que tal compañeros! Yo trabajo en algunas comunidades de San Jacinto: La Esmeralda (Medalla Milagrosa), La Menjívar (Virgen de la Paz) y la comunidad Virgen de Guadalupe (San Salvador, El Salvador). Bueno, agradezco esa invitación, ya que sé que no basta rezar, pero la oración es una realidad que nos enseñó Jesús de Nazaret y que es intrínseca al cristiano auténtico y a todo aquel que lucha por la construcción de un mundo más justo y humano.
Bueno, creo que la realidad de estas comunidades está afectada por muchas dificultades, que se encuentra también en muchas otras, pero no por eso quiere decir que esté bien.
Por otro lado, hay mucha gente sencilla, trabajadora y con una fe fuerte y llena de esperanza que invitan a seguir tratando de ser signo de esperanza y de que es posible el amor, la amistad y la justicia.
Bueno, no voy a seguir escribiendo.
Gracias compañeros. Que el Dios revelado por Jesús de Nazaret les siga animando y acompañando en sus trabajos y utopías.

Agapito Madrid. (San Jacinto, San Salvador, El Salvador)

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