domingo, 2 de agosto de 2020

GRATUIDAD DE LA VIDA CON JESUS

La gratuidad es quizás uno de los valores menos apreciados entre nosotros. Desde niños aprendemos que las cosas tienen un valor, que no son gratis, y que precisamente porque no son gratis, debemos cuidarlas. Vamos afirmando así un pensamiento: lo gratis no es digno de ser apreciado (¡Lo que nada nos cuesta, hagámoslo fiesta!). Recuerdo que mi primera jefe laboral solía decirnos: “los errores se pagan con dinero”. En nuestra sociedad, todo se ha monetizado. Iniciamos asignando un valor a cada objeto, y después llevamos la misma lógica a nuestros conocimientos, a nuestro tiempo (¡“el tiempo es oro”!, “Time is Money!”), a nuestro servicio a los demás, a nuestras relaciones, a todos los ámbitos de nuestra vida. Establecemos amistades calculando las ganancias que podemos tener, valoramos los amigos por su grado de “utilidad”, porque nos pueden “servir” en algún momento de necesidad. De hecho, muchas veces la única forma de buscar a los amigos y de manifestarles nuestro afecto es cuando necesitamos de ellos “un favor”. Nuestra lógica es siempre la de ganar, y el motor principal es siempre el interés.  En un mundo así, ¿qué espacio hay para la gratuidad? ¿existen aún las acciones completamente desinteresadas? ¿o debemos simplemente resignarnos y aceptar que la vida es así, que cada uno busca su propio interés y que lo mejor que podemos hacer es tener intereses al menos honestos y compartir nuestros intereses con otros?
            Yo quiero creer que aún es posible la gratuidad; que todavía se encuentra en medio de alguna bulliciosa plaza de la capital, o en un callejón estrecho de algún pueblo, aquel hombre que ofrece sonrisas a quienes encuentra por el camino, sin el interés de recibirlas a cambio, sin esperar favores de aquellos a los que llena de luz con su saludo cada mañana. Quiero creer que si me fijo con atención, me encontraré con aquella joven que inicia su trabajo como secretaria, y reserva parte de su salario para comprar algo de comida a la anciana viuda que vive en su mismo edificio, viuda que no podrá jamás pagarle, de la que no recibirá ninguna ganancia. Quiero creer que todavía discurren por nuestras calles aquellos que ofrecen gratuitamente sus bienes, sus conocimientos, su tiempo, sin esperar ser reconocidos por nadie, y sin levantar los ojos al cielo con un guiño, esperando ser recompensados ni siquiera por Dios. Para que sea “gratis”, no debemos esperar ni siquiera que Dios nos devuelva lo que damos, porque de lo contrario, no sería más que una transacción egoísta, que busca ganancia en un trato con el Altísimo. ¡Renunciar a toda búsqueda de interés para entrar en la lógica de la gratuidad! He ahí el reto… ¿y qué ganamos? ¡nada! Precisamente de eso se trata.
Es famoso el pasaje del Evangelio en el que Jesús multiplica los panes para más de cinco mil personas. Muchas veces la atención la centramos únicamente en la acción sobrenatural, descuidando el intercambio de palabras que dio inicio al famoso milagro. Se hacía tarde y los discípulos estaban preocupados porque la gente llevaba todo el día con ellos sin comer. Así que se acercan a Jesús con la solución más evidente: “Envía a la gente a los pueblos cercanos para que se compre comida para sí” (el texto griego enfatiza la idea de comprar para ellos mismos: ἀγοράσωσιν ἑαυτοῖς βρώματα- Mt 14,15; Mc 6,36). Ya los discípulos de Cristo, en una sociedad con niveles de consumo infinitamente más bajos que la nuestra, piensan en términos de comprar, y sobre todo de una “compra para sí”. A nadie se le ocurre que muchas de las personas que están allí no tienen con qué comprar.
            En realidad sí, sí hay uno a quien se le ocurre esto, hay uno que está pensando según la lógica de la gratuidad. La respuesta de Jesús fue: “Denles ustedes de comer” (Mt 14,16; Mc 6,37). En el texto griego está enfatizado el pronombre ustedes (ὑμεῖς). Jesús no sólo está dando la contrapropuesta del dar contra el comprar, sino que está haciendo recaer en sus discípulos esta responsabilidad. Son ellos, y no otros, los que deben iniciar la dinámica del dar. Darlo todo, aunque parezca una utopía que cinco peces pueden saciar el hambre de la multitud. No se trata de hacer sumas y cálculos, para quedarnos con la frustración de lo imposible que es saciar el hambre del mundo, y permanecer tranquilos porque no podemos hacer nada. En esta tentación sucumbieron los discípulos quienes respondieron a Jesús: doscientos denarios de pan no alcanzaría para alimentar a tantos” (Mc 6,37).
            Jesús rechaza esta excusa, y al final los discípulos renuncian a sus cinco panes, que de todas formas no hubieran podido saciarlos ni siquiera a ellos… cinco panes entre doce no quitan el hambre… Ofrecen lo poco que tienen, y ya sabemos lo que pasa. Jesús es el salto que se necesita para que lo poco alcance para todos. Incluso aquellos que renunciaron gratuitamente a lo que tenían quedaron saciados, recibiendo más de lo que habían dado.
Ahora bien, para alcanzar a vivir esta lógica de la gratuidad se requiere tener los mismos sentimientos de Cristo; el relato de la multiplicación inicia narrando el cansancio de Jesús y sus discípulos, y el deseo que tenían de “descansar un poco” (Mc 6,31); cuando llegan al lugar del “descanso” se encuentran con una muchedumbre que los espera; Jesús no siente desesperación por aquella gente que interfiere con su vida privada y no le deja descansar, al contrario, siente “compasión” de todos ellos, necesitados de un guía, necesitados de él. Es este sentimiento de compasión la clave de una vida en lógica de gratuidad, de una vida volcada hacia los demás. Sin compasión, nuestra lógica será la de los discípulos: sálvese quien pueda, que cada uno se compre lo suyo… Con compasión, este mundo tiene esperanza de no morir de hambre, la esperanza de ser totalmente saciado. 

Tomado con permiso del blog franciscano: https://duvanofm.wordpress.com/2020/08/02/la-gratuidad-como-propuesta/ escribanle allá, si quieren ser fanciscanos de la Provincia de San Pablo de Medellín Colombia.
Imagen de Pixabay.com licencia cc

viernes, 3 de abril de 2020

camino de la cruz

de pixabay.com con permiso
1. Esta palabra parece dura a muchos: Niégate a ti mismo, toma tu cruz, y sigue a Jesús.
Pero mucho más duro será oír aquella postrera palabra: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno. Pues los que ahora oyen y siguen de buena voluntad la palabra de la cruz, no temerán entonces oír la palabra de la eterna condenación.
Esta señal de la cruz estará en el cielo, cuando el Señor vendrá a juzgar.
Entonces todos los siervos de la cruz, que se conformaron en la vida con el crucificado, se llegarán a Cristo juez con gran confianza.

2. Pues que así es, por qué tenéis tomar la cruz, por la cual se va al reino?
En la cruz está la salud, en la cruz la vida, en la cruz está la defensa de los enemigos, en la cruz está la infusión de la suavidad soberana, en la cruz está la fortaleza del corazón, en la cruz está el gozo del espíritu, en la cruz está la suma virtud, en la cruz está la perfección de la santidad.
No está la salud del alma, ni la esperanza de la vida eterna, sino en la cruz.
Toma, pues, tu cruz, y sigue a Jesús, e irás a la vida eterna.
El vino primero, y llevó su cruz y murió en la cruz por ti; porque tú también la lleves, y desees morir en ella.
Porque si murieres juntamente con El, vivirás con El.
Y si fueres compañero de la pena, lo serás también de la gloria.

3. Mira que todo consiste en la cruz, y todo está en morir en ella.
Y no hay otra vía para la vida, y para la verdadera entrañable paz, sino la vía de la santa cruz y continua mortificación.
Ve donde quisieres, busca lo que quisieres, y no hallarás más alto camino en lo alto, ni más seguro en lo bajo, sino la vía de la santa cruz.
Dispón y ordena todas las cosas según tu querer y parecer, y no hallarás sino que has de padecer algo, o de grado o por fuerza: y así siempre hallarás la cruz.
Pues, o sentirás dolor en el cuerpo, o padecerás tribulación en el espíritu.

4. A veces te dejará Dios, a veces te perseguirá l prójimo: lo que peor es, muchas veces te descontentarás de ti mismo, y no serás aliviado, ni refrigerado con ningún remedio ni consuelo; mas conviene que sufras hasta cuando Dios quisiere.
Porque quiere Dios que aprendas a sufrir la tribulación sin consuelo, y que te sujetes del todo a El, y te hagas más humilde con la tribulación.
Ninguno siente así de corazón la pasión de Cristo, como aquel a quien acaece sufrir cosas semejantes.
Así que la cruz siempre está preparada, y te espera en cualquier lugar; no puedes huir dondequiera que estuvieres, porque dondequiera que huyas, llevas a ti contigo, y siempre hallarás a ti mismo.
Vuélvete arriba, vuélvete abajo, vuélvete fuera, vuélvete dentro, y en todo esto hallarás cruz. Y es necesario que en todo lugar tengas paciencia, si quieres tener paz interior, y merecer perpetua corona.

5. Si de buena voluntad llevas la cruz, ella te llevará, y guiará al fin deseado, adonde será el fin del padecer, aunque aquí no lo sea.
Si contra tu voluntad la llevas, cargaste, y hácestela más pesada: y sin embargo conviene que sufras.
Si desechas una cruz, sin duda hallarás otra, y puede ser que más grave.

6. ¿Piensas tu escapar de lo que ninguno de los mortales pudo?
¿Quién de los Santos fue en el mundo sin cruz y tribulación?
Nuestro Señor Jesucristo por cierto, en cuanto vivió en este mundo, no estuvo una hora sin dolor de pasión.
Porque convenía, dice, que Cristo padeciese, y resucitase de los muertos, y así entrase en su gloria.
Pues ¿cómo buscas tú otro camino sino este camino real, que es la vida de la santa cruz?

7. Toda la vida de Cristo fue cruz y martirio<, y tú ?buscas para ti holganza y gozo?
Yerras, te engañas si buscas otra cosa sino sufrir tribulaciones; porque toda esta vida mortal está llena de miserias, y de toda parte señalada de cruces. Y cuanto más altamente alguno aprovecharé en espíritu, tanto más graves cruces hallará muchas veces, porque la pena de su destierro crece más por el amor.

8. Mas este tal así afligido de tantas maneras, no está sin el alivio de la consolación; porque siente el gran fruto que le crece con llevar su cruz.
Porque cuando se sujeta a ella de su voluntad, toda la carga de la tribulación se convierte en confianza de la divina consolación.
Y cuanto más se quebranta la carne por la aflicción, tanto más se esfuerza el espíritu por la gracia interior.
Y algunas veces tanto es confortado del afecto de la tribulación y adversidad, por el amor y conformidad de la cruz de Cristo, que no quiere estar sin dolor y tribulación:
porque se tiene por más acepto a Dios, cuanto mayores y más graves cosas pudiere sufrir por El.
Esto no es virtud humana, sino gracia de Cristo, que tanto puede y hace en la carne flaca, que lo que naturalmente siempre aborrece y huye, lo acometa y acabe con fervor de espíritu.

9.No es según la condición humana llevar la cruz, amar la cruz, castigar el cuerpo, ponerle en servidumbre; huir las honras, sufrir de grado las injurias, despreciarse a sí mismo, y desear ser despreciado; sufrir toda cosa adversa y dañosa, y no desear cosa de prosperidad en este mundo.
Si miras a ti, no podrás por ti cosa alguna de éstas: mas si confías en Dios, El te enviará fortaleza del cielo, y hará que te estén sujetos el mundo y la carne.
Y no temerás al diablo tu enemigo, si estuvieses armado de fe, y señalado con la cruz de Cristo.

10. Dispónte, pues, como buen y fiel siervo de Cristo, para llevar varonilmente la cruz de tu Señor crucificado por tu amor.
Prepárate a sufrir muchas adversidades y diversas incomodidades en esta miserable vida; porque así estará contigo Jesús adondequiera que fueres; y de verdad que le hallarás en cualquier parte que te escondas.
Así conviene que sea, y no hay otro remedio para evadirse del dolor y de la tribulación de los males, sino sufrir.
Bebe afectuosamente el cáliz del Señor, si quieres ser su amigo, y tener parte con El.
Remite a Dios las consolaciones, para que haga con ellas lo que más le agradaré.
Pero tú dispónte a sufrir las tribulaciones, y estímalas por grandes consuelos; porque no son condignas las pasiones de este tiempo para merecer la gloria venidera, aunque tú solo pudieses sufrirlas todas.

11. Cuando llegares a tanto, que la aflicción te sea dulce y gustosa por amor de Cristo, piensa entonces que te va bien; porque hallaste el paraíso en la tierra.
Cuando te parece grave el padecer, y procuras huirlo, cree que te va mal, y dondequiera que fueres, te seguirá la tribulación.

12. Si te dispones para hacer lo que debes, es a saber, sufrir y morir, luego te irá mejor, y hallarás paz.
Y aunque fueres arrebatado hasta el tercer cielo con San Pablo, no estarás por eso seguro de no sufrir alguna contrariedad. Yo (dice Jesús) le mostraré cuántas cosas le convendrán padecer por mi nombre.
Debes, pues, padecer, si quieres amar a Jesús, y servirle siempre.

13. ¡Ojalá que fueses digno de padecer algo por el nombre de Jesús! ¡Cuán grande gloria te resultaría! ¡Cuánta alegría a todos los Santos de Dios! ¡Cuánta edificación sería para el prójimo!
Todos alaban la paciencia, pero pocos quieren padecer.
Con razón debieras sufrir algo de buena gana por Cristo; pues hay muchos que sufren graves cosas por el mundo.

14. Ten por cierto que te conviene morir viviendo; y cuanto más muere cada uno a sí mismo, tanto más comienza vivir para Dios.
Ninguno es suficiente para comprender cosas celestiales, si no se humilla a sufrir adversidades por Cristo.
No hay cosa a Dios más acepta, ni para ti en este mundo más saludable, que padecer de buena voluntad por Cristo.
Y si te diesen a escoger, más debieras desear padecer cosas adversas por Cristo, que ser recreado con muchas consolaciones; porque así le serías más semejante, y más conforme a todos los Santos.
No está, pues, nuestro merecimiento ni la perfección de nuestro estado en las muchas suavidades y consuelos, sino más bien en sufrir grandes penalidades y tribulaciones.

15. Porque si alguna cosa fuera mejor y más útil para la salvación de los hombres que el padecer, Cristo lo hubiera declarado con su doctrina y con su ejemplo.
Pues manifiestamente exhorta a sus discípulos, y a todos los que desean seguirle, a que lleven la cruz, y dice: Si alguno quisiera venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.
Así que leídas y bien consideradas todas las cosas, sea esta la postrera conclusión: Que por muchas tribulaciones nos conviene entrar en el reino de Dios.

sábado, 28 de marzo de 2020

LA ACTIVIDAD DEL HOMBRE HA DE SER PURIFICADA

de pixabay.com
De la Constitución pastoral Gáudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, del Concilio Vaticano segundo
(Núms. 37-38)

TODA LA ACTIVIDAD DEL HOMBRE HA DE SER PURIFICADA POR EL MISTERIO PASCUAL

La sagrada Escritura, con la cual está de a

Si nos preguntamos cómo es posible superar tan deplorable calamidad, debemos saber que la respuesta cristiana es la siguiente: hay que purificar y perfeccionar por la cruz y resurrección de Cristo todas las actividades humanas, las cuales, a causa de la soberbia y del egoísmo, corren diario peligro.

El hombre, redimido por Cristo y hecho en el Espíritu Santo nueva creatura, puede y debe amar las cosas creadas por Dios. Pues de Dios las recibe, y las mira y respeta como objetos salidos de las manos de Dios.

Dando gracias por ellas al Bienhechor y usando y gozando de las creaturas con pobreza y libertad de espíritu, el hombre entra de veras en posesión del mundo, como quien nada tiene y es dueño de todo. Todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios.

El Verbo de Dios, por quien fueron hechas todas las cosas, hecho él mismo carne y habitando en la tierra, entró como hombre perfecto en la historia del mundo, asumiéndola y constituyéndose él mismo como centro y cabeza de todas las cosas. Es él quien nos revela que Dios es amor, a la vez que nos enseña que la ley fundamental de la perfección humana y, por tanto, de la transformación del mundo es el mandamiento nuevo del amor.

Así, pues, a los que creen en el amor divino les da la certeza de que el camino del amor está abierto para el hombre, y que el esfuerzo por instaurar la fraternidad universal no es una utopía. Al mismo tiempo advierte que esta caridad no hay que buscarla únicamente en los acontecimientos importantes, sino, ante todo, en la vida ordinaria.

Él, sufriendo la muerte por todos nosotros, pecadores, nos enseña con su ejemplo que hemos de llevar también la cruz, que la carne y el mundo echan sobre los hombros de quienes buscan la paz y la justicia.

Constituido Señor por su resurrección, Cristo, al que le ha sido dada toda potestad en el cielo y en la tierra, obra ya por la virtud de su Espíritu en el corazón del hombre, no sólo despertando el anhelo del siglo futuro, sino alentando, purificando y robusteciendo también, con ese deseo, aquellos generosos propósitos con los que la familia humana intenta hacer más llevadera su propia vida y someter la tierra a este fin.

Mas los dones del Espíritu Santo son diversos: pues mientras llama a unos para que den un manifiesto testimonio, por medio de su ardiente anhelo de la morada celestial, y conserven así vivo este anhelo en medio de la humanidad, a otros los llama para que se dediquen al servicio temporal de esa humanidad, y preparen así el material del reino de los cielos.

A todos, sin embargo, los libera, para que, con la abnegación propia y por el empleo de todas las energías terrenas en pro de la vida humana, proyecten su preocupación hacia los tiempos futuros, cuando la humanidad entera llegará a ser una ofrenda acepta a Dios.
cuerdo la experiencia de los siglos, enseña a la familia humana que el progreso, altamente beneficioso para el hombre, también encierra, sin embargo, una gran tentación; pues los individuos y las colectividades, si llega a quedar subvertida la jerarquía de los valores y mezclado el bien con el mal, no miran más que a lo suyo, olvidando lo ajeno. Con lo cual el mundo no es ya el ámbito de una auténtica fraternidad, al tiempo que el poder creciente de la humanidad amenaza con destruir al propio género humano.

jueves, 19 de marzo de 2020

EL DIARIO DE SAN JOSE MES DE MARZO

Marzo
1. Cuando el santo Evangelio dijo de san José que era un varón justo, hizo de él el mayor elogio, porque lo declaró justo de la manera más cabal y perfecta y de un modo tan absoluto que supera su justicia no sólo a la de todos los santos, sí que también a la de todos los ángeles de la corte celestial.
2. Al llamar el Espíritu Santo a José, él varón justo, lo proclamó adornado de la justicia universal que es la suma de todas las virtudes, porque todos sus pensamientos, palabras y obras se encaminaron siempre a la mayor honra y gloria de Dios, y estuvo labrando con tanta perfección, que obró en un todo según el compás y nivel de la divina voluntad; tanta, tan perfecta y tan absoluta fue su justicia. Nada de culpa
hubo en san José.
3. Fue llamado san José el justo por la perfecta observancia de la ley de Dios y sus consejos; justo por su fe, devoción y posesión del Mesías; justo por haber obrado siempre con toda la rectitud con que obraron nuestros primeros padres antes que cayesen en el pecado original; y justo porque cumplió sus deberes para con Dios, para con el prójimo y para consigo mismo. Para que algo alcances de tanta justicia comulga sacramentalmente cuantas veces puedas.
4. Justo fue llamado san José, porque poseyendo toda virtud y perfección dio a cada
uno lo que se le debe; fue constante con la fortaleza, magnanimidad y perseverancia
en toda virtud y justo cual convenía al que siempre había de ser llamado padre de
Jesús y verdadero esposo de María, Madre de Dios. Alcanzarás algo de tanta virtud
si fueses devotísimo de la comunión espiritual.
5. Fue llamado san José el justo en extremo grado hasta el punto de autorizarnos a
decir de él que todo lo hizo bien. Que san José nos enseñe a ser justos dando a Dios
lo que es de Dios y amando al prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios.
Procura, por tanto, santificar cada hora por medio de la comunión espiritual.
6. Demos a Dios lo que es de Dios, reverenciándolo, amándolo, adorándolo, revestidos
siempre de un santo temor; seamos puros en pensamientos, palabras y obras con la
mayor pureza de intención, con esto daremos el primer paso hacia la suma justicia
que alcanzó el justo José, porque no sólo leeré bien las santas reglas, sino también
los libros propios de la comunidad.
7. Ay de aquel cuya vida sea un ultraje constante a Dios, una injuria continua a nuestro
prójimo, por tener en su alma la degradación feísima del pecado que ha cometido.
Conducta del justo José. De mi parte tomaré el alimento no por regalar el apetito,
sino para vivir siempre sin pecado.
8. Ya que sólo en la guarda de la justicia hay paz y tranquilidad, tengamos para Dios
un corazón de hijos, con el prójimo un corazón de madre y con nosotros mismos un
corazón de juez; así, seremos justos y felices como san José; así, jamás
procuraremos oficios por voluntad; así, nos sujetaremos continuamente a lo que
disponga la obediencia.
9. Después de haber contemplado a san José, haciendo oración con Jesús y María en el
templo de Jerusalén y en la casa de Nazaret, dirijamos al santo Patriarca fervientes
súplicas diciéndole: señor san José, tú que eres el maestro de la oración, enséñame a
orar; y todos los días hagamos oración fervorosa acompañados de san José.
10. Ya que no hay cosa más necesaria que la oración. Porque el que ora se salva y el que
no ora se condena, pidámosle al señor san José que nos enseñe el modo de hacer oración, levantando la consideración a Dios para decirle mercedes. ¡San José, enséñame a orar! Y sea esta jaculatoria que infundamos en el corazón de todos nuestros niños y niñas.
11. Si aprendemos de san José el orar, y de hecho oramos conforme nuestras reglas y oramos vocalmente y por medio de jaculatorias, entonces, junto con la oración nos dará san José el alma de las obras perfectas, el muro para defender la ciudad de nuestras conciencia, el cimiento del edificio espiritual, el lastre del navío de la gloria, la fortaleza y el arma para pelear contra todos los enemigos de nuestra alma. ¡Enséñame a orar, señor san José!
12. Hazme comprender glorioso san José, que sin oración me pierdo, porque las tentaciones me vencerán, vacilaré a las menores dificultades y pereceré a las menores dificultades y pereceré miserablemente por el pecado cometido. Glorioso san José, enséñame a orar y haz que sea hombre de oración y que junto con la oración sepa cumplir perfectamente las obras de un apóstol.
13. José, orando entre Jesús y María, enseña que no hay ejercicio más dulce y suave que la santa oración, y porque las palabras con las que Dios habla al alma son más dulces que el panal de miel.
14. ¿Quién podrá explicar a qué alteza de espíritu voló señor san José? ¿Quién podrá ni
siquiera imaginar lo subido de la oración y contemplación del santo? Nadie, absolutamente nadie, y ni siquiera los más encumbrados serafines podrán vislumbrar algo de la sublime oración de san José.
15. Señor san José, hazme hombre de oración y concédeme la gracia de que ore tanto y tan bien, que orando alcance de hecho el fundamento de los bienes de la gracia el alma de todas las buenas obras, los deseos más ardientes de hacerme santo y los más vivos propósitos los lleve acabo por vuestra bondad. ¡Señor san José, enséñame a orar, hazme verdaderamente hombre de oración, haz que sepa unir mi vida de Marta con la de María!
16. Es la oración la luz del espíritu, la alegría del corazón, el fervor de la voluntad, el
consuelo de la conciencia, el sustento de la gracia y la engendradora de los dones y
frutos del Espíritu Santo; todo esto alcanza el que hace la oración amaestrado en la
escuela de san José. Que todos los hijos de ambas familias sean gente muy amante
de la oración.
17. José es el hombre de la oración y el varón más privilegiado de Dios, y el más privilegiado del Rey eterno, y el más allegado al Emperador de la gloria, y el que tiene el más fácil y más íntimo trato con Dios. ¡Señor san José, enséñame a hacer oración!, y que ore todos los días con más fervor y facilidad y mayor práctica en la virtud.
18. ¿Cuál no debía ser la oración de san José, que, a solas y en compañía de María, gozaba de la presencia del Rey de la gloria, y que fue su hijo, su hijo sumiso y obediente a su voz por más de treinta años? La vida de José no pudo ser otra cosa que una continuada oración.
19. No hay para mí una cosa más encantadora que una bella imagen de san José con el niño Jesús, que descansa dormidito en sus brazos, porque nos declara algo de lo altísimo de su oración y de la alteza de su contemplación. ¡Señor san José, enséñanos a orar viendo a Jesús, teniéndolo en tus brazos y enséñanos a dar los primeros pasos! ¡Señor san José, enséñanos a orar!
20. El que aprende a hacer oración en la escuela de san José, llega de hecho a ser hombre de oración, y a su tiempo alcanza algo de aquel misterioso sueño que hace estar más despierto, de aquel místico silencio que habla en lo interior, de aquella obscuridad que brilla admirablemente, de aquella limpieza que hace limpios de corazón y los conduce a ver a Dios; y aprende, sobre todo, en fuerza de la misma oración a ser hombre mortificado, sufrido y devoto.
21. Dormía san José, y era su oración subida, estaba despierto y atento, velando a su amado Jesús, con su corazón abrasado con las llamas de una infinita caridad, y José oraba durmiendo. Qué desgracia dejar alguna vez la oración para dormir.
22. José oraba, y en su oración descansaba el niño Jesús sobre su pecho; y entonces se arrojaba del todo con todo ímpetu de su voluntad en el amor de aquel soberano bien, y se transformaba en el amado; entonces se cumplía que Jesús era todo de José y José era todo de Jesús. ¿Cuándo comenzaremos nosotros a decir: “Mi amado es todo para mí”?
23. Era san José de la más levantada pureza, porque libre de pecados, tenía su corazón tan puro, limpio y cristalino que no tenía impedimento para la unión con Dios y para que Dios lo levantara para sí de la manera más admirable, imprimiéndole perfectísimamente su semejanza. ¡Señor san José, hazme limpio de corazón, hazme la gracia que todos los días deteste mejor las faltas de la pasión dominante!
24. Cuando la Virgen se dedicaba a los ministerios caseros, san José tomaba al niño en sus brazos, y san José descansaba en los brazos de Dios, y se le olvidaba al santísimo Patriarca todo cuidado, quitábansele las aflicciones, porque le bastaba Dios, a quien amaba, y el Niño a quien servía. Dichosa el alma que, desprendida de sí misma, pone su confianza en Dios.
25. Firmemente allegado y del todo apegado a Dios, estuvo san José más que todos los
santos y ángeles juntos, después de la Virgen María, pues, contento con la divina
presencia y habla interior, se fijaba y llegaba tan íntimamente a él, que lo hacía con
todo el ímpetu de que su corazón era capaz, de suerte que en todo tiempo, en toda
edad y en toda ocasión siempre se unió a Jesús de la manera más perfecta y
admirable, practicando siempre en grado tan heroico todas las virtudes.
26. ¡Oh!, ¿quién viera al bendito Niño colgado en algunas ocasiones de los brazos y del cuello de san José? ¿Quién viera al mismo san José queriendo meterse al Niño  dentro de sus entrañas y darle el corazón por no contentarse con los besos y abrazos exteriores? Nadie podrá ni imaginarse siquiera el modo admirable con que el señor san José se unía a Jesús.
27. Oh, ¿quién supiera orar como san José? ¡Santo maestro de la oración, enséñame a orar!, condúceme de la mano para que ore bien y haz que yo sea uno tus más aprovechados discípulos, que sea hombre de oración.
28. Imita a san José que oraba frecuentemente y ardentísimamente y siempre, siempre ante Jesús y María. Imita a san José en el orar; y si no tienes maestro, pídele a san José que te enseñe a tener oración, y no erraras el camino, porque te conducirá por la senda de la verdadera oración.
29. ¡Oh san José, maestro de la oración!, péguese mi lengua al paladar y olvídeme de comer mi pan, si me olvidara de tener todos los días la oración que me dice mi regla. Haz que mi corazón respire todos los días actos los más inflamados de oración.
30. Contempla a san José que, vista la soberbia satánica que se extiende por todo el mundo, lleno de compasión dice a sus devotos: “Aprende de mí que soy manso y humilde de corazón, y aprenderás la humildad y la mansedumbre mediante la santa oración”.
31. Humildísimo san José, alcánzame la verdadera humildad, ya que por humildad no quisiste presentar a los maestros de la ley a tu purísima esposa, como la Madre del Mesías prometido conforme a los dictámenes de la ley y sus tradiciones.

Tomado de: DIARIO DE SAN JOSÉ DE JOSÉ  MARÍA VILASECA.

miércoles, 12 de febrero de 2020

QUERIDA AMAZONIA EN 30 NUMERALES


.. 16

INTRODUCCIÓN[1]

1. La querida Amazonia se muestra ante el mundo con todo su esplendor, su drama, su misterio. Dios nos regaló la gracia de tenerla especialmente presente en el Sínodo que tuvo lugar en Roma entre el 6 y el 27 de octubre, y que concluyó con un texto titulado Amazonia: nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral.

El sentido de esta Exhortación

2. Escuché las intervenciones durante el Sínodo y leí con interés las aportaciones de los círculos menores. Con esta Exhortación quiero expresar las resonancias que ha provocado en mí este camino de diálogo y discernimiento. No desarrollaré aquí todas las cuestiones abundantemente expuestas en el Documento conclusivo. No pretendo ni reemplazarlo ni repetirlo. Sólo deseo aportar un breve marco de reflexión que encarne en la realidad amazónica una síntesis de algunas grandes preocupaciones que ya expresé en mis documentos anteriores y que ayude y oriente a una armoniosa, creativa y fructífera recepción de todo el camino sinodal.

Sueños para la Amazonia

7. Sueño con una Amazonia que luche por los derechos de los más pobres, de los pueblos originarios, de los últimos, donde su voz sea escuchada y su dignidad sea promovida.
Sueño con una Amazonia que preserve esa riqueza cultural que la destaca, donde brilla de modos tan diversos la belleza humana.
Sueño con una Amazonia que custodie celosamente la abrumadora hermosura natural que la engalana, la vida desbordante que llena sus ríos y sus selvas.
Sueño con comunidades cristianas capaces de entregarse y de encarnarse en la Amazonia, hasta el punto de regalar a la Iglesia nuevos rostros con rasgos amazónicos.

CAPÍTULO PRIMERO UN SUEÑO SOCIAL

Injusticia y crimen

14. A los emprendimientos, nacionales o internacionales, que dañan la Amazonia y no respetan el derecho de los pueblos originarios al territorio y a su demarcación, a la autodeterminación y al consentimiento previo, hay que ponerles los nombres que les corresponde: injusticia y crimen. Cuando algunas empresas sedientas de rédito fácil se apropian de los territorios y llegan a privatizar hasta el agua potable, o cuando las autoridades dan vía libre a las madereras, a proyectos mineros o petroleros y a otras actividades que arrasan las selvas y contaminan el ambiente, se transforman indebidamente las relaciones económicas y se convierten en un instrumento que mata. Se suele acudir a recursos alejados de toda ética, como penalizar las protestas e incluso quitar la vida a los indígenas que se oponen a los proyectos, provocar intencionalmente incendios forestales, o sobornar a políticos y a los mismos indígenas. Esto viene acompañado de graves violaciones de los derechos humanos y de nuevas esclavitudes que afectan especialmente a las mujeres, de la peste del narcotráfico que pretende someter a los indígenas, o de la trata de personas que se aprovecha de quienes fueron expulsados de su contexto cultural. No podemos permitir que la globalización se convierta en «un nuevo tipo de colonialismo»[9].

Indignarse y pedir perdón

17. Al mismo tiempo que dejamos brotar una sana indignación, recordamos que siempre es posible superar las diversas mentalidades de colonización para construir redes de solidaridad y desarrollo; «el desafío consiste en asegurar una globalización en la solidaridad, una globalización sin dejar nadie al margen»[15]. Se pueden buscar alternativas de ganadería y agricultura sostenibles, de energías que no contaminen, de fuentes dignas de trabajo que no impliquen la destrucción del medioambiente y de las culturas. Al mismo tiempo, hace falta asegurar para los indígenas y los más pobres una educación adaptada que desarrolle sus capacidades y los empodere. Precisamente en estos objetivos se juegan la verdadera astucia y la genuina capacidad de los políticos. No será para devolver a los muertos la vida que se les negó, ni siquiera para compensar a los sobrevivientes de aquellas masacres, sino al menos para ser hoy realmente humanos.

Sentido comunitario

22. Cristo redimió al ser humano entero y quiere recomponer en cada uno su capacidad de relación con los otros. El Evangelio propone la caridad divina que brota del Corazón de Cristo y que genera una búsqueda de justicia que es inseparablemente un canto de fraternidad y de solidaridad, un estímulo para la cultura del encuentro. La sabiduría de la manera de vivir de los pueblos originarios —aun con todos los límites que pueda tener— nos estimula a profundizar este anhelo. Por esa razón los Obispos del Ecuador reclamaron «un nuevo sistema social y cultural que privilegie las relaciones fraternas, en un marco de reconocimiento y valoración de las diversas culturas y de los ecosistemas, capaz de oponerse a toda forma de discriminación y dominación entre los seres humanos»[24].

Instituciones dañadas

24. ¿Cómo están las instituciones de la sociedad civil en la Amazonia? El Instrumentum laboris del Sínodo, que recoge muchas aportaciones de personas y grupos de la Amazonia, se refiere a «una cultura que envenena al Estado y sus instituciones, permeando todos los estamentos sociales, incluso las comunidades indígenas. Se trata de un verdadero flagelo moral; como resultado se pierde la confianza en las instituciones y en sus representantes, lo cual desprestigia totalmente la política y las organizaciones sociales. Los pueblos amazónicos no son ajenos a la corrupción, y se convierten en sus principales víctimas»[26].

Diálogo social

26. La Amazonia debería ser también un lugar de diálogo social, especialmente entre los distintos pueblos originarios, para encontrar formas de comunión y de lucha conjunta. Los demás estamos llamados a participar como “invitados” y a buscar con sumo respeto caminos de encuentro que enriquezcan a la Amazonia. Pero si queremos dialogar, deberíamos hacerlo ante todo con los últimos. Ellos no son un interlocutor cualquiera a quien hay que convencer, ni siquiera son uno más sentado en una mesa de pares. Ellos son los principales interlocutores, de los cuales ante todo tenemos que aprender, a quienes tenemos que escuchar por un deber de justicia, y a quienes debemos pedir permiso para poder presentar nuestras propuestas. Su palabra, sus esperanzas, sus temores deberían ser la voz más potente en cualquier mesa de diálogo sobre la Amazonia, y la gran pregunta es: ¿Cómo imaginan ellos mismos su buen vivir para ellos y sus descendientes? De aquí nace el siguiente sueño.

CAPÍTULO SEGUNDO UN SUEÑO CULTURAL

El poliedro amazónico

32. Los grupos humanos, sus estilos de vida y sus cosmovisiones, son tan variados como el territorio, puesto que han debido adaptarse a la geografía y a sus posibilidades. No son lo mismo los pueblos pescadores que los pueblos cazadores y recolectores de tierra adentro o que los pueblos que cultivan las tierras inundables. Todavía encontramos en la Amazonia miles de comunidades indígenas, afrodescendientes, ribereños y habitantes de las ciudades que a su vez son muy diferentes entre sí y albergan una gran diversidad humana. A través de un territorio y de sus características Dios se manifiesta, refleja algo de su inagotable belleza. Por lo tanto, los distintos grupos, en una síntesis vital con su entorno, desarrollan un modo propio de sabiduría. Quienes observamos desde afuera deberíamos evitar generalizaciones injustas, discursos simplistas o conclusiones hechas sólo a partir de nuestras propias estructuras mentales y experiencias.

Cuidar las raíces

33. Quiero recordar ahora que «la visión consumista del ser humano, alentada por los engranajes de la actual economía globalizada, tiende a homogeneizar las culturas y a debilitar la inmensa variedad cultural, que es un tesoro de la humanidad»[35]. Esto afecta mucho a los jóvenes, cuando se tiende «a disolver las diferencias propias de su lugar de origen, a convertirlos en seres manipulables hechos en serie»[36]. Para evitar esta dinámica de empobrecimiento humano, hace falta amar y cuidar las raíces, porque ellas son «un punto de arraigo que nos permite desarrollarnos y responder a los nuevos desafíos»[37]. Invito a los jóvenes de la Amazonia, especialmente a los indígenas, a «hacerse cargo de las raíces, porque de las raíces viene la fuerza que los va a hacer crecer, florecer y fructificar»[38]. Para los bautizados entre ellos, estas raíces incluyen la historia del pueblo de Israel y de la Iglesia hasta el día de hoy. Conocerlas es una fuente de alegría y sobre todo de esperanza que inspira acciones valientes y valerosas.

Encuentro intercultural

37. Desde nuestras raíces nos sentamos a la mesa común, lugar de conversación y de esperanzas compartidas. De ese modo la diferencia, que puede ser una bandera o una frontera, se transforma en un puente. La identidad y el diálogo no son enemigos. La propia identidad cultural se arraiga y se enriquece en el diálogo con los diferentes y la auténtica preservación no es un aislamiento empobrecedor. De ahí que no sea mi intención proponer un indigenismo completamente cerrado, ahistórico, estático, que se niegue a toda forma de mestizaje. Una cultura puede volverse estéril cuando «se encierra en sí misma y trata de perpetuar formas de vida anticuadas, rechazando cualquier cambio y confrontación sobre la verdad del hombre»[41]. Esto podría parecer poco realista, ya que no es fácil protegerse de la invasión cultural. Por ello, este interés en cuidar los valores culturales de los grupos indígenas debería ser de todos, porque su riqueza es también nuestra. Si no crecemos en este sentido de corresponsabilidad ante la diversidad que hermosea nuestra humanidad, no cabe exigir a los grupos de selva adentro que se abran ingenuamente a la “civilización”.

Culturas amenazadas, pueblos en riesgo

40. En cualquier proyecto para la Amazonia «hace falta incorporar la perspectiva de los derechos de los pueblos y las culturas, y así entender que el desarrollo de un grupo social […] requiere del continuado protagonismo de los actores sociales locales desde su propia cultura. Ni siquiera la noción de calidad de vida puede imponerse, sino que debe entenderse dentro del mundo de símbolos y hábitos propios de cada grupo humano»[45]. Pero si las culturas ancestrales de los pueblos originarios nacieron y se desarrollaron en íntimo contacto con el entorno natural, difícilmente puedan quedar indemnes cuando ese ambiente se daña.
Esto abre paso al siguiente sueño.

CAPÍTULO TERCERO UN SUEÑO ECOLÓGICO


42. Si el cuidado de las personas y el cuidado de los ecosistemas son inseparables, esto se vuelve particularmente significativo allí donde «la selva no es un recurso para explotar, es un ser, o varios seres con quienes relacionarse»[49]. La sabiduría de los pueblos originarios de la Amazonia «inspira el cuidado y el respeto por la creación, con conciencia clara de sus límites, prohibiendo su abuso. Abusar de la naturaleza es abusar de los ancestros, de los hermanos y hermanas, de la creación, y del Creador, hipotecando el futuro»[50]. Los indígenas, «cuando permanecen en sus territorios, son precisamente ellos quienes mejor los cuidan»[51], siempre que no se dejen atrapar por los cantos de sirena y por las ofertas interesadas de grupos de poder. Los daños a la naturaleza los afectan de un modo muy directo y constatable, porque —dicen—: «Somos agua, aire, tierra y vida del medio ambiente creado por Dios. Por lo tanto, pedimos que cesen los maltratos y el exterminio de la Madre tierra. La tierra tiene sangre y se está desangrando, las multinacionales le han cortado las venas a nuestra Madre tierra»[52].

Este sueño hecho de agua

43. En la Amazonia el agua es la reina, los ríos y arroyos son como venas, y toda forma de vida está determinada por ella: «Allí, en la plenitud de los estíos ardientes, cuando se diluyen, muertas en los aires inmóviles, las últimas ráfagas del este, el termómetro está substituido por el higrómetro en la definición del clima. Las existencias derivan de una alternativa dolorosa de bajantes y crecientes de los grandes ríos. Estos se elevan siempre de una manera asombrosa. El Amazonas, repleto, sale de su lecho, levanta en pocos días el nivel de sus aguas […]. La creciente es una parada en la vida. Preso entre las mallas de los igarapíes, el hombre aguarda entonces, con raro estoicismo ante la fatalidad irrefrenable, el término de aquel invierno paradójico, de temperaturas elevadas. La bajante es el verano. Es la resurrección de la actividad rudimentaria de los que por allí se agitan, de la única forma de vida compatible con la naturaleza que se extrema en manifestaciones dispares, tornando imposible la continuación de cualquier esfuerzo»[53].

El grito de la Amazonia

49. No es suficiente prestar atención al cuidado de las especies más visibles en riesgo de extinción. Es crucial tener en cuenta que en «el buen funcionamiento de los ecosistemas también son necesarios los hongos, las algas, los gusanos, los insectos, los reptiles y la innumerable variedad de microorganismos. Algunas especies poco numerosas, que suelen pasar desapercibidas, juegan un rol crítico fundamental para estabilizar el equilibrio de un lugar»[61]. Esto fácilmente es ignorado en la evaluación del impacto ambiental de los proyectos económicos de industrias extractivas, energéticas, madereras y otras que destruyen y contaminan. Por otra parte, el agua, que abunda en la Amazonia, es un bien esencial para la sobrevivencia humana, pero las fuentes de contaminación son cada vez mayores[62].

La profecía de la contemplación

57. Jesús decía: «¿No se venden cinco pajarillos por dos monedas? Pues bien, ninguno de ellos está olvidado ante Dios» (Lc 12,6). El Padre Dios, que creó cada ser del universo con infinito amor, nos convoca a ser sus instrumentos en orden a escuchar el grito de la Amazonia. Si nosotros acudimos ante ese clamor desgarrador, podrá manifestarse que las creaturas de la Amazonia no han sido olvidadas por el Padre del cielo. Para los cristianos, el mismo Jesús nos reclama desde ellas, «porque el Resucitado las envuelve misteriosamente y las orienta a un destino de plenitud. Las mismas flores del campo y las aves que Él contempló admirado con sus ojos humanos, ahora están llenas de su presencia luminosa»[77]. Por estas razones, los creyentes encontramos en la Amazonia un lugar teológico, un espacio donde Dios mismo se muestra y convoca a sus hijos.

Educación y hábitos ecológicos

58. Así podemos dar un paso más y recordar que una ecología integral no se conforma con ajustar cuestiones técnicas o con decisiones políticas, jurídicas y sociales. La gran ecología siempre incorpora un aspecto educativo que provoca el desarrollo de nuevos hábitos en las personas y en los grupos humanos. Lamentablemente muchos habitantes de la Amazonia han adquirido costumbres propias de las grandes ciudades, donde el consumismo y la cultura del descarte ya están muy arraigados. No habrá una ecología sana y sustentable, capaz de transformar algo, si no cambian las personas, si no se las estimula a optar por otro estilo de vida, menos voraz, más sereno, más respetuoso, menos ansioso, más fraterno.
Esto da lugar al siguiente sueño, que quiero compartir más directamente con los pastores y fieles católicos.

CAPÍTULO CUARTO UN SUEÑO ECLESIAL


El anuncio indispensable en la Amazonia

62. Frente a tantas necesidades y angustias que claman desde el corazón de la Amazonia, podemos responder a partir de organizaciones sociales, recursos técnicos, espacios de debate, programas políticos, y todo eso puede ser parte de la solución. Pero los cristianos no renunciamos a la propuesta de fe que recibimos del Evangelio. Si bien queremos luchar con todos, codo a codo, no nos avergonzamos de Jesucristo. Para quienes se han encontrado con Él, viven en su amistad y se identifican con su mensaje, es inevitable hablar de Él y acercar a los demás su propuesta de vida nueva: «¡Ay de mí si no evangelizo!» (1 Co 9,16).

La inculturación

69. Por esto, «como podemos ver en la historia de la Iglesia, el cristianismo no tiene un único modo cultural»[95] y «no haría justicia a la lógica de la encarnación pensar en un cristianismo monocultural y monocorde»[96]. Sin embargo, el riesgo de los evangelizadores que llegan a un lugar es creer que no sólo deben comunicar el Evangelio sino también la cultura en la cual ellos han crecido, olvidando que no se trata de «imponer una determinada forma cultural, por más bella y antigua que sea»[97]. Hace falta aceptar con valentía la novedad del Espíritu capaz de crear siempre algo nuevo con el tesoro inagotable de Jesucristo, porque «la inculturación coloca a la Iglesia en un camino difícil, pero necesario»[98]. Es verdad que «aunque estos procesos son siempre lentos, a veces el miedo nos paraliza demasiado» y terminamos como «espectadores de un estancamiento infecundo de la Iglesia»[99]. No temamos, no le cortemos las alas al Espíritu Santo.

Caminos de inculturación en la Amazonia

70. Para lograr una renovada inculturación del Evangelio en la Amazonia, la Iglesia necesita escuchar su sabiduría ancestral, volver a dar voz a los mayores, reconocer los valores presentes en el estilo de vida de las comunidades originarias, recuperar a tiempo las ricas narraciones de los pueblos. En la Amazonia ya hemos recibido riquezas que vienen de las culturas precolombinas, «como la apertura a la acción de Dios, el sentido de la gratitud por los frutos de la tierra, el carácter sagrado de la vida humana y la valoración de la familia, el sentido de solidaridad y la corresponsabilidad en el trabajo común, la importancia de lo cultual, la creencia en una vida más allá de la terrenal, y tantos otros valores»[100].

Inculturación social y espiritual

76. Al mismo tiempo, la inculturación del Evangelio en la Amazonia debe integrar mejor lo social con lo espiritual, de manera que los más pobres no necesiten ir a buscar fuera de la Iglesia una espiritualidad que responda a los anhelos de su dimensión trascendente. Por lo tanto, no se trata de una religiosidad alienante e individualista que acalle los reclamos sociales por una vida más digna, pero tampoco se trata de mutilar la dimensión trascendente y espiritual como si al ser humano le bastara el desarrollo material. Esto nos convoca no sólo a combinar las dos cosas, sino a conectarlas íntimamente. Así brillará la verdadera hermosura del Evangelio, que es plenamente humanizadora, que dignifica íntegramente a las personas y a los pueblos, que colma el corazón y la vida entera.

Puntos de partida para una santidad amazónica

79. Es posible recoger de alguna manera un símbolo indígena sin calificarlo necesariamente de idolatría. Un mito cargado de sentido espiritual puede ser aprovechado, y no siempre considerado un error pagano. Algunas fiestas religiosas contienen un significado sagrado y son espacios de reencuentro y de fraternidad, aunque se requiera un lento proceso de purificación o de maduración. Un misionero de alma trata de descubrir qué inquietudes legítimas buscan un cauce en manifestaciones religiosas a veces imperfectas, parciales o equivocadas, e intenta responder desde una espiritualidad inculturada.

La inculturación de la liturgia

84. Los sacramentos muestran y comunican al Dios cercano que llega con misericordia a curar y a fortalecer a sus hijos. Por lo tanto deben ser accesibles, sobre todo para los pobres, y nunca deben negarse por razones de dinero. Tampoco cabe, frente a los pobres y olvidados de la Amazonia, una disciplina que excluya y aleje, porque así ellos son finalmente descartados por una Iglesia convertida en aduana. Más bien, «en las difíciles situaciones que viven las personas más necesitadas, la Iglesia debe tener un especial cuidado para comprender, consolar, integrar, evitando imponerles una serie de normas como si fueran una roca, con lo cual se consigue el efecto de hacer que se sientan juzgadas y abandonadas precisamente por esa Madre que está llamada a acercarles la misericordia de Dios»[122]. Para la Iglesia la misericordia puede volverse una mera expresión romántica si no se manifiesta concretamente en la tarea pastoral[123].

La inculturación de la ministerialidad

89. En las circunstancias específicas de la Amazonia, de manera especial en sus selvas y lugares más remotos, hay que encontrar un modo de asegurar ese ministerio sacerdotal. Los laicos podrán anunciar la Palabra, enseñar, organizar sus comunidades, celebrar algunos sacramentos, buscar distintos cauces para la piedad popular y desarrollar la multitud de dones que el Espíritu derrama en ellos. Pero necesitan la celebración de la Eucaristía porque ella «hace la Iglesia»[130], y llegamos a decir que «no se edifica ninguna comunidad cristiana si esta no tiene su raíz y centro en la celebración de la sagrada Eucaristía»[131]. Si de verdad creemos que esto es así, es urgente evitar que los pueblos amazónicos estén privados de ese alimento de vida nueva y del sacramento del perdón.

Comunidades repletas de vida

94. Una Iglesia con rostros amazónicos requiere la presencia estable de líderes laicos maduros y dotados de autoridad[136], que conozcan las lenguas, las culturas, la experiencia espiritual y el modo de vivir en comunidad de cada lugar, al mismo tiempo que dejan espacio a la multiplicidad de dones que el Espíritu Santo siembra en todos. Porque allí donde hay una necesidad peculiar, Él ya ha derramado carismas que permitan darle una respuesta. Ello supone en la Iglesia una capacidad para dar lugar a la audacia del Espíritu, para confiar y concretamente para permitir el desarrollo de una cultura eclesial propia, marcadamente laical. Los desafíos de la Amazonia exigen a la Iglesia un esfuerzo especial por lograr una presencia capilar que sólo es posible con un contundente protagonismo de los laicos.

La fuerza y el don de las mujeres

101. Jesucristo se presenta como Esposo de la comunidad que celebra la Eucaristía, a través de la figura de un varón que la preside como signo del único Sacerdote. Este diálogo entre el Esposo y la esposa que se eleva en la adoración y santifica a la comunidad, no debería encerrarnos en planteamientos parciales sobre el poder en la Iglesia. Porque el Señor quiso manifestar su poder y su amor a través de dos rostros humanos: el de su Hijo divino hecho hombre y el de una creatura que es mujer, María. Las mujeres hacen su aporte a la Iglesia según su modo propio y prolongando la fuerza y la ternura de María, la Madre. De este modo no nos limitamos a un planteamiento funcional, sino que entramos en la estructura íntima de la Iglesia. Así comprendemos radicalmente por qué sin las mujeres ella se derrumba, como se habrían caído a pedazos tantas comunidades de la Amazonia si no hubieran estado allí las mujeres, sosteniéndolas, conteniéndolas y cuidándolas. Esto muestra cuál es su poder característico.

Ampliar horizontes más allá de los conflictos

104. Suele ocurrir que en un determinado lugar los agentes pastorales vislumbran soluciones muy diversas para los problemas que enfrentan, y por ello proponen formas aparentemente opuestas de organización eclesial. Cuando esto ocurre es probable que la verdadera respuesta a los desafíos de la evangelización esté en la superación de las dos propuestas, encontrando otros caminos mejores, quizás no imaginados. El conflicto se supera en un nivel superior donde cada una de las partes, sin dejar de ser fiel a sí misma, se integra con la otra en una nueva realidad. Todo se resuelve «en un plano superior que conserva en sí las virtualidades valiosas de las polaridades en pugna»[142]. De otro modo, el conflicto nos encierra, «perdemos perspectivas, los horizontes se limitan y la realidad misma queda fragmentada»[143].

La convivencia ecuménica e interreligiosa

109. A todos los cristianos nos une la fe en Dios, el Padre que nos da la vida y nos ama tanto. Nos une la fe en Jesucristo, el único Redentor, que nos liberó con su bendita sangre y con su resurrección gloriosa. Nos une el deseo de su Palabra que guía nuestros pasos. Nos une el fuego del Espíritu que nos impulsa a la misión. Nos une el mandamiento nuevo que Jesús nos dejó, la búsqueda de una civilización del amor, la pasión por el Reino que el Señor nos llama a construir con Él. Nos une la lucha por la paz y la justicia. Nos une la convicción de que no todo se termina en esta vida, sino que estamos llamados a la fiesta celestial donde Dios secará todas las lágrimas y recogerá lo que hicimos por los que sufren.
110. Todo esto nos une. ¿Cómo no luchar juntos? ¿Cómo no orar juntos y trabajar codo a codo para defender a los pobres de la Amazonia, para mostrar el rostro santo del Señor y para cuidar su obra creadora?

CONCLUSIÓN LA MADRE DE LA AMAZONIA

111. Después de compartir algunos sueños, aliento a todos a avanzar en caminos concretos que permitan transformar la realidad de la Amazonia y liberarla de los males que la aquejan. Ahora levantemos la mirada a María. La Madre que Cristo nos dejó, aunque es la única Madre de todos, se manifiesta en la Amazonia de distintas maneras. Sabemos que «los indígenas se encuentran vitalmente con Jesucristo por muchas vías; pero el camino mariano ha contribuido más a este encuentro».[145] Ante la maravilla de la Amazonia, que hemos descubierto cada vez mejor en la preparación y en el desarrollo del Sínodo, creo que lo mejor es culminar esta Exhortación dirigiéndonos a ella:
Madre de la vida,  en tu seno materno se fue formando Jesús,
que es el Señor de todo lo que existe.
Resucitado, Él te transformó con su luz
y te hizo reina de toda la creación.
Por eso te pedimos que reines, María,
en el corazón palpitante de la Amazonia.

Muéstrate como madre de todas las creaturas, en la belleza de las flores, de los ríos, del gran río que la atraviesa
y de todo lo que vibra en sus selvas.
Cuida con tu cariño esa explosión de hermosura.

Pide a Jesús que derrame todo su amor
en los hombres y en las mujeres que allí habitan,
para que sepan admirarla y cuidarla.

Haz nacer a tu hijo en sus corazones
para que Él brille en la Amazonia,
en sus pueblos y en sus culturas,
con la luz de su Palabra, con el consuelo de su amor,
con su mensaje de fraternidad y de justicia.

Que en cada Eucaristía
se eleve también tanta maravilla
para la gloria del Padre.

Madre, mira a los pobres de la Amazonia,
porque su hogar está siendo destruido
por intereses mezquinos.
¡Cuánto dolor y cuánta miseria,
cuánto abandono y cuánto atropello
en esta tierra bendita,
desbordante de vida!

Toca la sensibilidad de los poderosos
porque aunque sentimos que ya es tarde
nos llamas a salvar
lo que todavía vive.

Madre del corazón traspasado
que sufres en tus hijos ultrajados
y en la naturaleza herida,
reina tú en la Amazonia
junto con tu hijo.
Reina para que nadie más se sienta dueño
de la obra de Dios.

En ti confiamos, Madre de la vida no nos abandones
en esta hora oscura. Amén
.
Dado en Roma, junto a San Juan de Letrán, el 2 de febrero, Fiesta de la Presentación del Señor, del año 2020, séptimo de mi Pontificado.
Francisco


[1] La exhortación contiene 111 numerales, 4 capítulos, con una pequeña introducción y una conclusión mariana y 145 pies de página.

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