lunes, 27 de abril de 2009

USTEDES SON TESTIGOS DE TODO ESTO


Lc 24, 35-48

Este tercer domingo de Pascua, el texto tomado del Evangelio de Lucas nos relata cómo los discípulos que se encontraron con Jesús Resucitado cuando iban de camino a Emaús, regresan a contárselo a los demás discípulos que se encontraban reunidos. Estos dos caminantes les narran el encuentro con Jesús en el camino, sin embargo resaltan que sólo le reconocieron cuando Él partió el pan.

¿Por qué estos dos discípulos caminantes reconocieron a Jesús hasta el momento en que parte el pan y no antes? ¿Cuándo reconocemos a Jesús, bajo qué circunstancias?

¿Qué significado tenía para ellos el pan partido? ¿Qué significa hoy para nosotros partir el pan? ¿Qué significará para los pobres partir el pan?

Las respuestas a estas preguntas debemos darlas no desde el “pienso”, sino desde el sentir fruto de las experiencias de nuestra vida. Es la única vía por medio de la cual podemos acercarnos con mayor fidelidad al verdadero significado de este texto.

Resulta que mientras estaba reunido este grupo de discípulos y discípulas comentando sus experiencias de encuentro con Jesús Resucitado, sucedió que Él se presentó en medio de todos y les dijo: “Paz a ustedes”.

¿Qué significa la palabra paz? ¿Significará la ausencia de conflictos? ¿Será la neutralidad ante la realidad que se vive? ¿Será la ausencia de guerra? ¿Será asesinar al oponente, matar a todo el que sea diferente para que no exista quien esté en contra? ¿O será más bien una gracia de Dios que surge fruto de la justicia y que se manifiesta en el bienestar de todas las personas, conviviendo fraterna y solidariamente?

Los discípulos y discípulas de Jesús se quedaron boquiabiertos al verlo, no sabían si era un fantasma o una ilusión. Sin embargo, Jesús les muestra sus manos y sus pies, para que se convencieran que era el mismo que había muerto crucificado, fruto del pecado, de la injusticia. Les invita a que lo toquen para se den cuenta que es de carne y hueso.

Por eso es que desde nuestra fe cristiana vivimos la experiencia del Jesús Resucitado en carne y hueso en todas la personas, hermanas nuestras de carne y hueso, especialmente en las más pobres y vulnerables, en las que más sufren por enfermedad, marginación o exclusión. Una persona verdaderamente cristiana es aquella que ya se ha encontrado con el Resucitado de carne y hueso, descubriendo en sus manos y en sus pies las marcas de los clavos. No hay Resucitado sin Crucificado, y éste de carne y hueso.

Para que las discípulas y discípulos terminaran de creer que Jesús Resucitado no era un fantasma o algo raro, les pregunta si tienen algo de comer. Entonces, le dieron un pedazo de pescado asado y un poco de miel, y Jesús comió delante de ellos.

Aparece de nuevo la comida, esta vez es pescado y miel. ¿Qué significa que Jesús Resucitado coma? ¿Por qué tiene que comer delante de los discípulos y discípulas para que le crean? ¿Qué les costaba creer y por qué? ¿Nos sucede lo mismo ahora?

Después de comer, Jesús comenzó a explicarles las Escrituras para que se dieran cuenta que todo lo que le había sucedido estaba escrito. En Jesús tiene pleno cumplimiento lo revelado en la Ley, en los Profetas y en los escritos Sapienciales. El Mesías anunciado era Él.

Entonces, les abrió la mente para que entendieran las Escrituras. Por tal razón, les dice que en su nombre se debe anunciar a todos los pueblos el arrepentimiento y el perdón de los pecados. Es el tiempo de la gracia del Señor, en donde los ciegos ven, los cojos andan, los paralíticos caminan, los muertos resucitan, los oprimidos son liberados y a los cautivos se les anuncia que pueden ser libres.

Es el tiempo en que se sanan las heridas, se vive con justicia y la paz se hace itinerante y compañera de camino. Es el tiempo de la conversión, en que se adora a Dios en espíritu y en verdad.

El Crucificado es el Resucitado, es de carne y hueso y nos anuncia la paz.

“USTEDES SON TESTIGOS DE TODO ESTO”

Ser testigo es defender la verdad. Es estar en la disposición de mostrar aquello en lo que se cree con la propia vida. Ser testigo es estar en la capacidad de ser fiel a la verdad en todo momento y circunstancia.

Hoy recordamos en Guatemala a Monseñor Juan Gerardi, conocido como el mártir de la verdad, aquel que fue testigo en un país donde la violencia de militares y gente corrupta querían manipular la verdad y ensuciarla, para tapar sus crímenes cometidos durante 36 años de conflicto armando interno. Gerardi fue testigo hasta el último momento de su vida, generando esperanza a millones de personas que estaban sufriendo las secuelas de tan terrible situación.

Fue capaz de reconocer a Jesús Resucitado en las manos y los pies traspasados de indígenas, de campesinos, líderes sindicales y estudiantiles, de cristianos y cristianas que fueron fieles incluso delante de la muerte. Hoy, once años después de su martirio, se sigue clamando justicia por las miles de víctimas del conflicto armado interno, por el mismo Juan Gerardi y por las miles de víctimas que han seguido hasta el presente, fruto de la violencia que tiene sus raíces en la gran injusticia y desigualdad social. ¡YA BASTA! ¿O es que no es suficiente tanta sangre derramada? ¿Se necesitan más víctimas? ¿Qué va a suceder cuando la víctima sea alguien de mi familia?

Guatemala debe recuperar su memoria histórica constantemente y nos invita a recuperar la memoria de nuestros pueblos para que la historia no se repita.

Nos unimos al grito: ¡Guatemala, nunca más!, y que hoy lo ampliamos diciendo: ¡Latinoamérica, nunca más! Que no se repitan esas situaciones de injusticia, de pecado, de violencia.


¿SOMOS TESTIGOS DE TODO ESTO O NO?

Nuestro saludo y oración fraternal para todas las comunidades de Alta y Baja Verapaz, Quiché e Izabal; y para todos los familiares de las víctimas del conflicto armado interno y de la violencia en general. Ánimo y esperanza en Jesús Resucitado.

mapa de: http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Guatemala_map.fr.svg

miércoles, 1 de abril de 2009

ORAR CON EL SALMO 41

ENSÉÑAME

Esta es la oración de un enfermo, quien siente el abandono de sus amigos. En medio de su dolor y aflicción encuentra la mano del Dios bondadoso y amoroso, que no lo deja ni abandona.

La persona que sufre en el salmo es un hombre fiel a Dios, una persona que no abandona a los pobres, los enfermos; descubre y reconoce a Dios en medio del dolor, la angustia y la fría soledad de los demás.

Lee este salmo pausadamente, trata de sentir, lo que el autor estaba sintiendo, al escribir este salmo.


SALMO 41

Ser, es sentir el sufrir

2 Feliz el que cuida del débil y del pobre!

El día desgracia el Señor lo librará.

3 El Señor lo guardará y lo conservará con vida,

será dichoso en la tierra,

y no lo entrega a la saña de sus enemigos.

4 El Señor lo sostendrá en el lecho del dolor,

calmará los dolores de su enfermedad.

5 Yo dije: Señor, ten misericordia,

sáname, porque he pecado contra ti.

¿Quién es el dichoso y desvalido para ti hoy?

6 Mis enemigos me desean lo peor:

¿Cuándo morirá, y se acaba su apellido?

7 Si alguien viene a verme visitarme su corazón miente

y acumula maldad, sale a la calle y la dice.

8 Los que me odian se reúnen a murmurar contra mí,

me achacan la enfermedad que que padezco:

9 Ha contraído una enfermedad sin remedio;

se acostó para no levantarse.

10 Hasta mi amigo íntimo en quien yo confiaba,

mi compañero de mesa, me ha traicionado.

¿A quienes consideras tus enemigos y

enemigos de la sociedad?

11 Pero tú, Señor, apiádate de mí,

levantame y les daré su merecido.

12 En esto conozco que me amas:

en que mi enemigo no cantará

victoria sobre mí.

13 A mí, en cambio, me conservarás la salud,

me mantendrás siempre en tu presencia.

¿De que quieres que se apiade Dios de ti,

cómo reconoces la mano de Dios en tu vida?

14 Bendito el Señor, Dios de Israel,

desde siempre y por siempre. Amén, amén.


Querido lector te invito a escuchar una melodía suave (instrumental) y cerrar tus ojos tratando de traer a la memoria las injusticias que te rodean, (desempleo, guerra, muerte, hambre, problemas familiares, etc). Te invito a sentir esta realidad como tuya.

Te invito a preguntarte ¿Cuántas veces has sido protagonista de injusticias? como también ¿Cuántas veces has sido cómplice ante estos hechos por no defender los derechos humanos y la vida de las personas? Después de haber meditado y reflexionado, nos adentramos en el salmo.

Señor, ayúdame a ver la necesidad del pobre, enséñame a descubrir su rostro desvalido; enséñame a sentir su dolor, tristeza, angustia y desesperanza.

El día de mañana cuando aprenda a reconocer tu rostro, Señor, enseñame a obrar con amor y no solamente por temor, o por recibir algo a cambio. Enséñame a amar sin medida, sin condición a amar desinteresadamente a amar en libertad.


Guárdame en tu amor y misericordia, Señor, conserva mi vida en tu gracia, sin tí mi vida se acaba antes que llegue el alba de un nuevo amanecer. Mientras yo, ¿Qué habré hecho por mi prójimo? Nada, nada, porque solamente me habré quedado contemplando sus necesidades.


Reflexionamos un momento lo leído, tratando una vez más de traer a nuestra memoria todas las desigualdades, pobrezas e injusticias.

Tú me has dado la dicha de florecer en esta tierra, me has enseñado a pisarla, a valorarla, a llamarla “Madre Tierra”, pero me duele ver tanta gente que no tiene donde reposar su cabeza. Señor, la tierra es de todos, tú la creaste y nos la diste para todos. Hoy, son pocos los que son dueños, me toman como esclavo, como persona sin valor. Se declaran enemigos, me atacan con impuestos altos y con un salario que sólo alcanza para un kilo de arroz o azúcar, para unas cuantas papas, y cada vez más costoso.

Énseñame, Señor, a no guardar rencor u odio en mi corazón contra los poderosos que me quitan mis tierras, mis derechos, la posibilidad de un trabajo digno, mi derecho a expresarme y a ser libre. Ayúdame, Señor, libérame de las manos de los que se consideran mis enemigos.

Señor, dame la fuerza de no cometer el mismo error, dame un corazón dócil para no caer en la misma hipocresía, concédeme valor para brindar lo poco que tengo al que necesita de mí. Dame la sencillez de compartir, de acoger al peregrino que no sabe dónde ir. Sea yo, Señor, el consolador del enfermo, dame la valentía de servirlo, dame la sencillez de amar al pobre desconsolado en su lecho.

Gracias Señor, por la vida y la salud, ayúdame a abrir mis ojos, oídos, y boca, para poder responderte y encontrar tu rostro en medio de esta realidad y descubrirte a través de los signos de los tiempos.

Dame el valor de abandonarme en tus manos, de sentir los mismos sentimientos que tú, dame el valor de amar sin medida, dame el valor de caminar sin temor.

Permíteme ser un verdadero amigo de los que necesitan mi amistad, concédeme la sencillez y humildad para poder servir a los abandonados, a los olvidados, a los que exigen libertad y gritan sus derechos por las calles; hazme oir esas súplicas, hazme sentir esos lamentos, hazme sentir esos dolores, hazme sentir esos sentimientos, hazme sentir como un verdadero ser humano. Amén.

Gracias a Maximiliano
Chocoyo Choc de Guatemala por su aporte.

COMENTARIOS Y SUGERENCIAS

Hacerlos al email: amigodelospobres@yahoo.com.mx Gracias por leernos.