miércoles, 1 de abril de 2009

ORAR CON EL SALMO 41

ENSÉÑAME

Esta es la oración de un enfermo, quien siente el abandono de sus amigos. En medio de su dolor y aflicción encuentra la mano del Dios bondadoso y amoroso, que no lo deja ni abandona.

La persona que sufre en el salmo es un hombre fiel a Dios, una persona que no abandona a los pobres, los enfermos; descubre y reconoce a Dios en medio del dolor, la angustia y la fría soledad de los demás.

Lee este salmo pausadamente, trata de sentir, lo que el autor estaba sintiendo, al escribir este salmo.


SALMO 41

Ser, es sentir el sufrir

2 Feliz el que cuida del débil y del pobre!

El día desgracia el Señor lo librará.

3 El Señor lo guardará y lo conservará con vida,

será dichoso en la tierra,

y no lo entrega a la saña de sus enemigos.

4 El Señor lo sostendrá en el lecho del dolor,

calmará los dolores de su enfermedad.

5 Yo dije: Señor, ten misericordia,

sáname, porque he pecado contra ti.

¿Quién es el dichoso y desvalido para ti hoy?

6 Mis enemigos me desean lo peor:

¿Cuándo morirá, y se acaba su apellido?

7 Si alguien viene a verme visitarme su corazón miente

y acumula maldad, sale a la calle y la dice.

8 Los que me odian se reúnen a murmurar contra mí,

me achacan la enfermedad que que padezco:

9 Ha contraído una enfermedad sin remedio;

se acostó para no levantarse.

10 Hasta mi amigo íntimo en quien yo confiaba,

mi compañero de mesa, me ha traicionado.

¿A quienes consideras tus enemigos y

enemigos de la sociedad?

11 Pero tú, Señor, apiádate de mí,

levantame y les daré su merecido.

12 En esto conozco que me amas:

en que mi enemigo no cantará

victoria sobre mí.

13 A mí, en cambio, me conservarás la salud,

me mantendrás siempre en tu presencia.

¿De que quieres que se apiade Dios de ti,

cómo reconoces la mano de Dios en tu vida?

14 Bendito el Señor, Dios de Israel,

desde siempre y por siempre. Amén, amén.


Querido lector te invito a escuchar una melodía suave (instrumental) y cerrar tus ojos tratando de traer a la memoria las injusticias que te rodean, (desempleo, guerra, muerte, hambre, problemas familiares, etc). Te invito a sentir esta realidad como tuya.

Te invito a preguntarte ¿Cuántas veces has sido protagonista de injusticias? como también ¿Cuántas veces has sido cómplice ante estos hechos por no defender los derechos humanos y la vida de las personas? Después de haber meditado y reflexionado, nos adentramos en el salmo.

Señor, ayúdame a ver la necesidad del pobre, enséñame a descubrir su rostro desvalido; enséñame a sentir su dolor, tristeza, angustia y desesperanza.

El día de mañana cuando aprenda a reconocer tu rostro, Señor, enseñame a obrar con amor y no solamente por temor, o por recibir algo a cambio. Enséñame a amar sin medida, sin condición a amar desinteresadamente a amar en libertad.


Guárdame en tu amor y misericordia, Señor, conserva mi vida en tu gracia, sin tí mi vida se acaba antes que llegue el alba de un nuevo amanecer. Mientras yo, ¿Qué habré hecho por mi prójimo? Nada, nada, porque solamente me habré quedado contemplando sus necesidades.


Reflexionamos un momento lo leído, tratando una vez más de traer a nuestra memoria todas las desigualdades, pobrezas e injusticias.

Tú me has dado la dicha de florecer en esta tierra, me has enseñado a pisarla, a valorarla, a llamarla “Madre Tierra”, pero me duele ver tanta gente que no tiene donde reposar su cabeza. Señor, la tierra es de todos, tú la creaste y nos la diste para todos. Hoy, son pocos los que son dueños, me toman como esclavo, como persona sin valor. Se declaran enemigos, me atacan con impuestos altos y con un salario que sólo alcanza para un kilo de arroz o azúcar, para unas cuantas papas, y cada vez más costoso.

Énseñame, Señor, a no guardar rencor u odio en mi corazón contra los poderosos que me quitan mis tierras, mis derechos, la posibilidad de un trabajo digno, mi derecho a expresarme y a ser libre. Ayúdame, Señor, libérame de las manos de los que se consideran mis enemigos.

Señor, dame la fuerza de no cometer el mismo error, dame un corazón dócil para no caer en la misma hipocresía, concédeme valor para brindar lo poco que tengo al que necesita de mí. Dame la sencillez de compartir, de acoger al peregrino que no sabe dónde ir. Sea yo, Señor, el consolador del enfermo, dame la valentía de servirlo, dame la sencillez de amar al pobre desconsolado en su lecho.

Gracias Señor, por la vida y la salud, ayúdame a abrir mis ojos, oídos, y boca, para poder responderte y encontrar tu rostro en medio de esta realidad y descubrirte a través de los signos de los tiempos.

Dame el valor de abandonarme en tus manos, de sentir los mismos sentimientos que tú, dame el valor de amar sin medida, dame el valor de caminar sin temor.

Permíteme ser un verdadero amigo de los que necesitan mi amistad, concédeme la sencillez y humildad para poder servir a los abandonados, a los olvidados, a los que exigen libertad y gritan sus derechos por las calles; hazme oir esas súplicas, hazme sentir esos lamentos, hazme sentir esos dolores, hazme sentir esos sentimientos, hazme sentir como un verdadero ser humano. Amén.

Gracias a Maximiliano
Chocoyo Choc de Guatemala por su aporte.

No hay comentarios:

COMENTARIOS Y SUGERENCIAS

Hacerlos al email: amigodelospobres@yahoo.com.mx Gracias por leernos.