sábado, 26 de diciembre de 2009

FAMILIA MISIONERA Y SAGRADA

PARA ESTE DOMINGO DE LA SAGRADA FAMILIA QUEREMOS COMPARTIR ESTE TEXTO DE LA EXHORTACIÓN FAMILIARIS CONSORTIO.

¡Familia, sé lo que eres!
17. En el designio de Dios Creador y Redentor la familia descubre no sólo su «identidad», lo que «es», sino también su «misión», lo que puede y debe «hacer». El cometido, que ella por vocación de Dios está llamada a desempeñar en la historia, brota de su mismo ser y representa su desarrollo dinámico y existencial. Toda familia descubre y encuentra en sí misma la llamada imborrable, que define a la vez su dignidad y su responsabilidad: familia, ¡«sé» lo que «eres»!
Remontarse al «principio» del gesto creador de Dios es una necesidad para la familia, si quiere conocerse y realizarse según la verdad interior no sólo de su ser, sino también de su actuación histórica. Y dado que, según el designio divino, está constituida como «íntima comunidad de vida y de amor»,(44) la familia tiene la misión de ser cada vez más lo que es, es decir, comunidad de vida y amor, en una tensión que, al igual que para toda realidad creada y redimida, hallará su cumplimiento en el Reino de Dios. En una perspectiva que además llega a las raíces mismas de la realidad, hay que decir que la esencia y el cometido de la familia son definidos en última instancia por el amor. Por esto la familia recibe la misión de custodiar, revelar y comunicar el amor, como reflejo vivo y participación real del amor de Dios por la humanidad y del amor de Cristo Señor por la Iglesia su esposa.
Todo cometido particular de la familia es la expresión y la actuación concreta de tal misión fundamental. Es necesario por tanto penetrar más a fondo en la singular riqueza de la misión de la familia y sondear sus múltiples y unitarios contenidos.
En este sentido, partiendo del amor y en constante referencia a él, el reciente Sínodo ha puesto de relieve cuatro cometidos generales de la familia:
1) formación de una comunidad de personas;
2) servicio a la vida;
3) participación en el desarrollo de la sociedad;
4) participación en la vida y misión de la Iglesia. 

lunes, 30 de noviembre de 2009

LA IGLESIA PERSEGUIDA ES LA IGLESIA ADVIENTO


Cuando escuchamos hablar de persecución y tribulación para la Iglesia de Cristo, muchos nos remontamos a los primeros siglos de nuestra era.

El imperio Romano persiguió a muerte a todos aquellos grupos y personas que se oponían a sus intereses políticos o aparecían como sospechosos. Antes del nacimiento de Jesús, en el año 29 a.C., el imperio surge, como tal, después de una serie de batallas con diferentes pueblos para someterlos. Estaba a la cabeza César Augusto1, éste establece la política de la Pax Romana para todos aquellos pueblos ya sometidos; dicha política consistía en prevenir sublevaciones, revoluciones y luchas internas; todos aquellos que afecten la Pax deben ser castigados-asesinados. De este modo Augusto no sólo garantizaba estabilidad al imperio, sino también una buena imagen ante sus súbditos. Desde él todos emperadores serán considerado el hijo de Dios2.

Jesús de Nazareth fue asesinado, aproximadamente en el año 33 d.C., en tiempos de Poncio Pilato, es decir, bajo el poder del Imperio Romano, siendo emperador Tiberio César Augusto. Este asesinato fue leído, por sus seguidores, de este modo:
Jesús, el único Hijo de Dios, fue asesinado por el falso hijo de Dios, pero el Padre Dios ante su muerte no se quedó de brazos cruzados, sino que lo resucitó de entre los muertos, desde entonces está vivamente presente en la comunidad que lo sigue y un día, que todavía no ha llegado, lo estará aún más. Cuando llegue ese día el Hijo de Dios pondrá fin, de una vez y para siempre, a todos los poderes deshumanizantes modelados por el imperio romano”.

Leer de este modo la vida y muerte de Jesús animó a sus seguidores a continuar su legado corriendo las mismas consecuencias que el maestro. Sin embargo, en el año 64 d.C., siendo emperador Nerón, se culpa a los cristianos, considerados por el común de la gente como enemigos de la raza humana3, de haber incendiado la ciudad de Roma. Desde entonces comienzan las persecuciones para los cristianos. Algunos fueron crucificados, otros envueltos en pieles de animales cosidas y arrojados a los perros, algunos fueron cubiertos de brea, clavados a postes de madera y quemados como antorchas. Fue, como consecuencia de esto, que Pedro y Pablo entregaron sus vidas por su Salvador.

Ante esta realidad tan espantosa que no acababa nunca, comenzó a desaparecer la esperanza en la muy pronta venida del Hijo de Dios. La mayoría pensaba que cuando destruyeran los romanos el templo de Jerusalén vendría el Hijo de Dios con poder y gloria, pero eso no ocurrió. ¿Qué hacer entonces?: ¿Seguir creyendo que vendrá el Hijo de Dios? ¿Seguir muriendo por algo que quizá nunca pasará? A estas preguntas precisamente responde el evangelista Lucas el día de hoy que comenzamos el tiempo de Adviento.
El texto, que la liturgia nos propone para hoy, podríamos comenzarlo un poco antes: «Habrá, en efecto, una gran calamidad sobre la tierra, y Cólera contra este pueblo; y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones, y = Jerusalén = será = pisoteada por los gentiles, = hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles” (Lc 21, 23b-24). Lucas nos habla del tiempo de los gentiles, que aunque normalmente son todos los no judíos, en este contexto se refiere a los emperadores romanos. Son tiempos difíciles: la muerte y la humillación están a la orden del día. A personas que viven precisamente en ese contexto habla hoy la Palabra de Dios.

Habrán señales en el sol y en la luna y en las estrellas, y en la tierra, los gentiles, esos emperadores sin vergüenzas “sudarán la gota fría” y se desesperarán a causa del estruendo del mar y de las olas; muchas personas hasta se desmayarán por el terror y el suspenso de lo que viene al mundo, a la tierra habitada, a la humanidad entera y al mismo imperio Romano; pues saben que los poderes del cielo – como el falso hijo de Dios - serán sacudidos y derribados de sus tronos. Cuando sucedan esas cosas todos y todas verán al Hijo del hombre viniendo en una nube con poder y gran gloria. El verdadero Hijo de Dios se manifestará plenamente derribando al mismo imperio romano y a todos los poderes que humillen al ser humano. Por eso, los que ahora siguen al Señor, que no son otros sino “ustedes” los perseguidos por causa de la justicia, levanten la cabeza, miren hacia arriba, den la vida con valentía y no rechacen la palabra que da vida, porque se acerca su liberación.

Pero mientras llega ese día estén ustedes alerta, sin renunciar al estilo de vida que les dejó Nuestro Señor Jesús, sin dejarse llevar por los problemas de la vida y la persecución; no sea que ese día, que es buena noticia para los que ahora son perseguidos por causa de la justicia, llegue a ustedes como una trampa y sean también ustedes sacudidos con el resto de los poderes deshumanizantes de la tierra por haberles servido a ellos antes que a Dios. Cuando llegue ese día no habrá rincón donde esconderse, vendrá sobre todos los habitantes de la tierra. No obstante, se comprende que no es fácil mantenerse en pie de lucha cuando todo un imperio los persigue: matando a sus familiares, quitándoles sus tierras, inventando calumnias contra ustedes por los medios de comunicación, haciendo aparecer sus nombres en las listas de antisociales que deben ser asesinados por la Pax Romana y prometiéndoles que con sólo renunciar al proyecto del Reino, a la liberación de los pobres y a Cristo mismo se les perdonará la vida. Por eso, ustedes, mientras llega ese día - que en verdad llegará - estén vigilantes, no se duerman y rueguen para que logren escapar de todas las cosas que están a punto de suceder contra los poderes inhumanos y contra todos sus servidores y así logren, con toda dignidad, ser colocados delante del Hijo del Hombre.
La Iglesia lucana, con estas palabras venidas de lo alto, sintieron el consuelo y el ánimo para seguir adelante, no echarse para atrás y entender la persecución que sufren, no como un fracaso, sino como el signo de que están viviendo la misma suerte de su maestro y, por tanto, Dios Padre les hará también justicia.
Hoy que iniciamos un nuevo año litúrgico, se nos propone identificarnos como Iglesia perseguida. Sólo una Iglesia en esas circunstancias comprendería perfectamente lo que significa el Adviento. La gran pregunta es: ¿Nosotros somos Iglesia perseguida? ¿Necesitamos palabras de esperanza para seguir luchando? ¿Nos consuela que los poderes opresores de la tierra serán sacudidos de una vez y para siempre en un futuro que vendrá tarde o temprano? ¿Hemos puesto nuestra confianza sólo en el Hijo del hombre y no en la protección que nos pueden dar otros hombres o mujeres?
Hermanos y hermanas, cristianos y cristianas del siglo XXI, ¿Qué pasó con la Iglesia perseguida de los primeros siglos? ¿Por qué hoy pareciera que no le somos incómodos a ningún poder opresor? ¿Dónde están las comunidades cristianas perseguidas por causa de la justicia en Centroamérica en los años pasados? ¿Será que hoy los gobiernos son tan humanos y van de acuerdo al plan de Dios que nuestro mensaje (la Buena Noticia) antes que ser rechazado es recibido con toda gracia? Pero si fuera así: ¿Por qué hoy hay más pobres en el mundo? ¿Por qué todavía el negocio de las armas es sumamente rentable? ¿Por qué se sigue creyendo que la paz se construye a base de la guerra? ¿Por qué Venezuela se arma y Colombia también? ¿Por qué en el Congo la ONU tiene tantos años y todavía no ha hecho nada? ¿Por que nosotros, después de leer esta reflexión, seguiremos creyéndonos Iglesia a pesar de no ser perseguidos?
No temamos, hermanos y hermanas, de comprometernos con el Evangelio, y si amenazan nuestras vidas recordemos siempre las palabras que Tertuliano decía a los perseguidores de la Iglesia a finales del siglo II:
"Nos hacemos más numerosos, cuando nos segáis: la sangre es semilla de cristianos".

1Es el máximo gobernante del Imperio Romano, su cargo es hasta la muerte.
2“Imperator Caesar Divi Filivs Avgvstvs”
3"Los cristianos tienen la culpa de todo desastre público y toda desgracia que sobreviene al pueblo. Si el Tíber sube hasta los muros, si el Nilo no sube e inunda los campos, si el cielo retiene la lluvia, si hay un terremoto o hambre o plaga, enseguida surge el clamor: '¡Los cristianos a los leones!'" (Tertuliano, año 196 d.C.)

lunes, 23 de noviembre de 2009

JESÚS, EL REY QUE SIRVE Y ENSEÑA A SERVIR


San Juan 18 33b-37

Este domingo XXXIV del Tiempo Ordinario, la Iglesia celebra la Solemnidad de Cristo Rey del Universo, con ella finaliza el año litúrgico. El Evangelio propuesto ha sido tomado de Juan y forma parte de la pasión de nuestro Señor Jesucristo.
Pilato se halla cara a cara con Jesús, en gran ventaja respecto a Él, el gobernador romano es el juez, Jesús es el acusado. En este texto Pilato pregunta a Jesús si es rey, más adelante Jesús contesta que su reino no es de este mundo, si lo fuera sus soldados hubiesen luchado para que no callese en manos de los judíos. Pilato reitera su pregunta: “Entonces, ¿Tú eres rey?; Jesús contesta: “Tú lo dices. Yo soy rey: para eso he nacido, para eso he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Quien está de parte de la verdad escucha mi voz”.

A los católicos de hoy no nos resulta conflictiva la afirmación hecha por Jesús, nos parece muy natural e incluso, es tan cotidiana que la escuchamos y en nuestro ser nada se mueve. Tratemos, pues, de sensibilizarnos, a continuación analizaremos de qué es rey Jesús y de qué reinado está hablando.

El mediador Jesús y su mediación, el reino que no es de este mundo, irrumpen en nuestras vidas con una fuerza incomparable, es una fuerza que proviene del servicio, un servicio que le ha acarreado a Jesús el ser víctima de un complot contra su persona y le ha ubicado frente a frente con Pilato, dicho encuentro finalmente llevará a Jesús hacia la cruz. Esto quiere decir que nada más contrario a la fiesta de Cristo Rey que imaginarnos a Jesús con una corona lujosa adornada de esmeraldas, un cetro de oro y unas vestiduras hermosas con bordes dorados. El Rey que es Jesús fue procesado ante el tribunal romano por haberse solidarizado con la causa de los más pobres, por devolver las esperanzas a los desesperanzados, por ofrecer perdón sin límites a los excluidos, por devolver la vista a los ciegos y por develar en todo su esplendor al Dios misericordia.

En el Evangelio de Juan este juicio devela en todo su esplendor a Jesús. Él es el Hijo que ha existido desde siempre, la Palabra que se ha hecho carne y ha venido para ser la luz del mundo, es el Rey- Buen Pastor que da la vida por sus ovejas, es la plenitud de la promesa divina de estar siempre y para siempre con su pueblo. Jesús no ha venido al mundo a arrebatarle el poder al emperador romano ni a hacer una lucha revolucionaria del momento, Jesús ha venido para mostrar la verdad, para exhortar a todos a la docilidad en el pastoreo hacia la vida y vida en abundancia.

Jesús es el Rey- Hijo- ejemplo de servicio que no desea mejorar este mundo de los poderosos y de quienes les apoyan para no perder sus posiciones de prestigio, Jesús es el Rey de un mundo nuevo donde brilla la gloria de Dios, donde se nace y se vive en la Voluntad de Dios, donde el servicio construye lazos de fraternidad, donde se lavan los pies unos a otros y donde el seguimiento de Jesús lleva a la felicidad plena. Este mundo nuevo, este reinado de justicia, amor y verdad ya ha irrumpido entre nosotros y lo estamos viviendo ahora.

La Solemnidad de Cristo Rey debería ser motivo de una inmensa alegría para nosotros, alegrarnos porque Jesucristo, ya resucitado, ha sido confirmado como Señor de todas las cosas, como Rey de las realidades nuevas, que se confrontan con la injusticia de este mundo, destruyéndola. También deberíamos alegrarnos porque nosotros somos partícipes de esta vida gloriosa y renovada.

Esta Solemnidad de Cristo Rey nos propone un compromiso radical: No vivamos nuestra vida buscando los méritos, el poder y las buenas posiciones, mas bien busquemos ponernos al servicio de los demás, especialmente de los más excluidos, como lo hizo Jesús. La felicidad consiste en seguir a Jesús por los caminos del servicio, caminos que nos causarán dolor, tristeza, en algunos momentos nos sentiremos como ratón perdido en un laberinto, pero después la alegría de la vida recibida y generada será un grito de júbilo que ya nadie podrá silenciar.

San Vicente de Paúl creyó en la verdad del Evangelio que ahora hemos reflexionado, solícito al Reino de Dios y a su Rey, Jesús, supo ponerse en el lugar de servicio a todos los desconsolados de la Francia del siglo XVI, atendió a los desplazados por la guerra de la Fronda, fue el padre de niños (as) explotados (as) de todas las maneras posibles en las calles de París y organizó una pastoral social que promovía al ser humano y le daba vida y esperanza, a esta estructura de servicio le llamó caridad.

¿Nuestros apostolados están de cara a la realidad? ¿Sabemos servir a los más pobres de nuestros barrios y pueblos del campo? ¿Participamos de nuestras estructuras políticas para direccionarlas hacia los valores del Reino de Jesús?.

Saludamos a Honduras, que el próximo domingo tendrá sus elecciones presidenciales, rogamos a Dios para que los golpistas y los oligarcas no triunfen en sus intereses hegemónicos contra el Pueblo Hondureño y para que el Reinado de Jesús se instáure en ese país.

ps: Saludamos también a todos (as) los (as) devotos (as) de la Virgen de la Medalla Milagrosa, el próximo 27 de noviembre se estará celebrando la fiesta en su honor. Especialmente, saludamos a la Asociación de la Medalla Milagrosa (AMM), extendida por todo el mundo.

¡Alegría y paz para todos y todas!

sábado, 14 de noviembre de 2009

EN COMUNIDAD PARA EL CAMBIO Y LA JUSTICIA


Mc 13, 24-32
Dijo Jesús a sus discípulos: En aquellos días, pasado el tiempo del sufrimiento, el sol se oscurecerá, la luna dejará de dar su luz, las estrellas caerán del cielo y las fuerzas celestiales vacilarán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en las nubes con gran poder y gloria. Él enviará a sus ángeles y reunirá a sus escogidos desde los cuatro puntos cardinales, desde el último rincón de la tierra hasta el último rincón del cielo.
Aprended esta enseñanza de la higuera: cuando sus ramas se ponen tiernas y empiezan a brotarle las hojas, comprendéis que el verano está cerca. De la misma manera, cuando veáis que suceden esas cosas, sabed que el Hijo del hombre ya está a la puerta. Os aseguro que todo ello sucederá antes que haya muerto la gente de este tiempo. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni aún los ángeles del cielo, ni el Hijo. Solamente lo sabe el Padre”
Se acerca el final del año litúrgico que culminará con la gran solemnidad de Cristo Rey, así que este es un texto que habla del fin, es hora de evaluarnos personal y comunitariamente ¿cómo estamos viviendo el Reino de Dios, qué hemos hecho durante este año, hemos sabido interpretar los signos de Dios, vivimos en comunidad como elegidos de Dios?.

La comunidad es el lugar donde soportamos el sufrimiento vv. 24-27 (JUSTICIA)

El texto del Evangelio de hoy tiene dos partes, en la primera se nos narra que, después de toda gran angustia, llegarán otros días; “el sol dejará de alumbrar, la luna perderá su brillo, las estrellas caerán del cielo y el universo entero se conmoverá”. Todas esta descripción cósmica es imagen que los profetas ya usaban para describir las grandes intervenciones de la justicia divina como lo que dijo Isaías sobre Babilonia: "Lamentaos, porque se acerca el día de Yahvé, cruel, con cólera y furor ardiente, para hacer de la tierra un desierto y exterminar a los pecadores. Las estrellas del cielo y sus luceros no darán su luz, y el sol se oscurecerá naciendo, y la luna no hará brillar su luz" (Is 13:9.10).
Y verán venir al Hijo del Hombre en medio de las nubes con gran poder y gloria. Con ello, Jesús describe no tanto la caída de un imperio o cualquier poder opresor, sino, lo más importante, que es anunciar los efectos liberadores de su Evangelio; y es que el Evangelio de Jesús debe propiciar la caída de todos los sistemas injustos que se quieren imponer en la realidad humana. Enviará también a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro puntos cardinales, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo. ¿Quiénes son los elegidos? Son todas aquellas personas que se mantuvieron fieles a Jesús y su Evangelio a pesar de tanta persecución, tortura e incluso martirio. Son quienes han asumido el discipulado al igual que María: escuchando la palabra de Dios y poniéndola en práctica al comprometerse hasta el final en medio de los sistemas injustos; y que no se dejaron vencer nunca por el miedo, ni por su situación de pobreza y opresión.

Los brotes nuevos que presagian nuevos frutos deben afirmarse por la Palabra de Dios vv. 28-32 (CAMBIO)
Cuando Jesús hace la comparación con la higuera, nos hace un llamado a ser personas atentas a los signos de los tiempos que se manifiestan constantemente en nuestra realidad, ya que es la que debe interpelar nuestra vida y nos invita a comprometernos para iluminarla y transformarla desde nuestra fe y acción concreta.
Está claro que si la realidad actual fuera ya el Reino de Dios, el Cielo Nuevo y la Tierra Nueva, los cristianos y cristianas ya no tuviéramos nada que hacer pues ya no habría necesidad de anunciar una Buena Noticia y denunciar la injusticia; es decir, la Iglesia ya no tendría razón de ser. Pero los signos que actualmente vemos nos indican que nuestra realidad se parece más al anti-reino que al Reino de Dios, lo cual nos invita a comprometernos para ser signos vivos, personas portadoras de esperanza que con su vida indican que el Reino de Dios efectivamente se acerca. Ante esta realidad, la iglesia no puede dejarse llevar por ninguna ideología de poder, que oprima y mate al pueblo, por ello no puede ser comunista y mucho menos ser capitalista, porque su mirada se quedará perdida buscando la felicidad hasta instalarse y acomodarse a los lujos, riquezas, posesiones, honor y prestigio: a las cosas de la tierra.
Y siguiendo las palabras de nuestro mártir Romero de América, vemos que él quiso construir una Iglesia que no estuviera apoyada en los poderes de este mundo, sino que soñó e hizo realidad desde su experiencia una iglesia desligada de los poderosos y sin privilegios. Una Iglesia pobre, que se apoya únicamente en la cruz de Cristo. Decía que el prestigio de la Iglesia no es que tenga mucho poder, sino que los pobres se sientan en ella como en su propia casa.

En cuanto al día y la hora, no los conoce nadie, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo; sólo los conoce el Padre. En cuanto al fin del mundo, Jesús deja bien claro que nadie, ni siquiera Él mismo sabe el día ni la hora, únicamente su fe en el Padre le lleva a expresar que ese momento llegará, que mientras tanto lo único que debemos hacer es hacer presente Su Reino y vivir vigilantes y en actitud de espera confiada.

Ahora es el momento de asumir nuestro compromiso bautismal, es cuando nos toca ser signo del Reino no del Anti-Reino. ¿Qué hacer ante tanta injusticia? ¿Cómo solucionar el problema de la violencia? ¿Estás esperando a que otra persona haga lo que vos tenés que hacer? ¿Estás esperando más signos de los tiempos para decidirte a hacer algo? ¿Estás esperando a que Dios te grite más fuerte a través de las voces de tantas víctimas del sistema? ¿Crees que aún no es momento de actuar y comprometerte? ¿Estás pensando inventarte otra excusa?.

Finalizo esta reflexión compartiendo un cuento de un escritor colombiano llamado Jairo Aníbal Niño, para que en la vida no nos pase lo del relato por no ver los signos de los tiempos:
CUENTO de ARENA
Un día la ciudad desapareció. De cara al desierto y con los pies hundidos en la arena, todos comprendieron que durante treinta largos años habían estado viviendo en un espejismo.

sábado, 7 de noviembre de 2009

¿QUIÉNES DEVORAN LOS BIENES DE LOS POBRES?

Estando Jesús en el Templo de Jerusalén, junto a una gran multitud que acudía a Él para escucharlo con agrado, les decía: “Cuídense de esos maestros de la ley a quienes les gusta pasear con sus amplias vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar asientos reservados en las sinagogas y en los banquetes; incluso devoran los bienes de las viudas, mientras se amparan detrás de largas oraciones. Estos recibirán una sentencia muy severa”.

Sabiendo Jesús muy bien del gran pecado personal, social y estructural que se daba en la realidad de su tiempo, advierte a sus discípulos y a la multitud presente a no dejarse engañar por todas aquellas personas que les gusta que les rindan homenaje, que les reconozcan sus títulos y su conocimiento, y que creen que tienen una dignidad mayor ante Dios y la sociedad: doctores, maestros, sumos sacerdotes de la ley, fariseos hipócritas, autoridades civiles, etc. todas aquellas que son expertas en manipular la palabra de Dios para esconder sus injusticias y grandes maldades en la oración, en sus rituales piadosos, en su falsa religión.

El peligro de este tipo de personas está en que dan más importancia a una ley o a una teoría, que al sufrimiento concreto de las personas. Se olvidan del hermano, de la hermana y sus sufrimientos. Entonces, con tal que se cumpla la ley o la teoría, no importa si las personas sufren, si se sienten despreciadas y humilladas o incluso, hasta perdidas y condenadas. El profeta, en cambio, se centra en la realidad del pueblo y sus sufrimientos y la voluntad de Dios para él. Quien es profeta no se calla cuando se encuentra frente al sufrimiento humano; reacciona inmediatamente, en nombre de Dios, con palabras de consuelo y esperanza, pero también con palabras de denuncia. Por eso los profetas denunciaron a los reyes, ricos y sacerdotes, junto con el Templo, el culto religioso, sus sacrificios y oraciones.

Además, en aquel tiempo, la religión era utilizada como argumento para justificar las mil injusticias que se cometían con las personas pobres y desgraciadas de aquella sociedad. Por eso, para Jesús lo más importante no fue la religión, ni la ley, ni la gracia, ni el pecado en sus últimas estructuras, ni siquiera Dios en sí mismo. Lo decisivo para Jesús es el sufrimiento y nuestra práctica de fe frente a quienes no tienen qué comer ni con qué vestirse, a las personas extranjeras e inmigrantes que se ven en tierra extraña, de las personas enfermas que se sienten solas y de las encarceladas despreciadas por todos.

¿Por qué entonces, Jesús nos invita a cuidarnos de las personas que busca privilegios, honores, y que devoran los bienes de las viudas? Por una razón: porque en el centro de sus preocupaciones no está el sufrimiento que padecen los seres humanos, sus hermanos y hermanas, sino el verdadero pecado que ofende a Dios. Los conflictos que tuvo que soportar Jesús y las incomprensiones que padeció siempre fueron por la misma razón. Jesús se ponía de parte de quien sufría, fuera quien fuera y por el motivo que fuera. Y si para aliviar el sufrimiento era necesario quebrantar las normas establecidas, las leyes religiosas e incluso escandalizar a los teólogos, sacerdotes, o expertos en la ley, Jesús no lo dudaba en ningún momento.

Sin duda alguna, Jesús tenía toda la razón del mundo cuando vio claramente que el mayor peligro para la humanidad no son las personas opresoras e injustas, tales como el Imperio Romano. No cabe duda que los poderes de “este mundo” son peligrosos, ¡qué duda cabe! Pero son mucho más peligrosos los poderes del “otro mundo”, es decir, los que se presentan como representantes de Dios: los poderes religiosos opresores y alienantes. Porque se trata de poderes que tocan donde nada ni nadie más puede tocar, en la intimidad de la conciencia, allí donde cada persona se ve a sí misma como una buena persona o, por el contrario, como una perdida y degenerada.

Después que Jesús le enseñó a la multitud, se sentó frente a las alcancías del Templo, y observaba como la gente daba su limosna para el tesoro. Muchos ricos daban en abundancia, pero también se acercó una viuda pobre y echó dos moneditas de muy poco valor. Jesús entonces llamó a sus discípulos y les dijo: “Yo les aseguro que esta viuda pobre ha dado más que todos los otros. Pues todos han echado de lo que les sobraba, mientras ella ha dado desde su pobreza, no tenía más, ha dado todo lo que tenía para vivir”.

En tiempos de Jesús, Jerusalén era una ciudad donde habían muchas personas viviendo miserablemente en las calles, pidiendo limosna. Estas personas miserables se concentraban siempre cerca del Templo, donde la gran mayoría no podía entrar, en especial si padecían alguna de las muchas enfermedades que se consideraban como castigo de Dios por los pecados: leprosos, tullidos, enfermos mentales, ciegos, etc.

Jesús no se opuso a la limosna. Al contrario, en varias ocasiones habla de vender las propias riquezas para dar el dinero a las personas pobres. Lo que crítica Jesús es la actitud de aquellas personas que dan limosna para ser vistas o para tapar las injusticias con que tratan a sus trabajadores y a quienes viven en la marginación.

En la actualidad, en un mundo tan complejo económicamente, la limosna, la beneficencia, las donaciones del extranjero, “las ayudas para el desarrollo de un país”, en la mayoría de casos, son una manera de lavarse las manos y tapar las injusticias del sistema capitalista-mercantilista, y mantener su sistema de muerte. Cuando la limosna, las sobras sustituyen a la justicia, ésas deben ser totalmente rechazadas, pues van bañadas con sangre de inocentes. Cuando la limosna impide a la persona que la recibe crecer como ser humano, no es cristiana, pues condena a la esclavitud. La ayuda caritativa y humanitaria siempre serán necesarias en casos de emergencia, pero si no se atacan las causas de las injusticias estructurales que son la fuente de la pobreza, la marginación y la exclusión, crea dependencias no sanas que empeoran la situación.

Jesús valora grandemente la ofrenda de la viuda. Lo que ella echó en el tesoro del templo fueron unos centavos que no alcanzaban ni para pagar el pan necesario para comer un tiempo. Al engrandecer la generosidad de la viuda, Jesús, fiel a la tradición profética, está denunciando el lujo de la llamada “casa de Dios” y, más todavía, la seguridad con que las personas ricas piensan comprar con dinero la salvación o gracia de Dios. Al verdadero Dios no se le agrada ni con oro, plata, dinero u otro bien material. El templo de Dios es el ser humano. “La Iglesia no es un museo de oro y plata”. ¿Queremos de verdad honrar el cuerpo de Jesucristo? No permitamos que se quede desnudo en las calles. No dejemos que muera de hambre. No le honremos en el templo con vestidos lujosos y joyas; mientras afuera lo dejamos morir de frío y de hambre.

JESÚS NACE, VIVE, MUERE Y RESUCITA ENTRE LOS POBRES”.

viernes, 30 de octubre de 2009

POBRES POR EL ESPÍRITU DE DIOS


Mateo 5,1-12
Jesús, por su proclamación de la Buena Noticia del Reino y las curaciones que realizaba, tenía fama en toda Siria. Una gran muchedumbre - de judíos y no judíos - que había experimentado la liberación lo seguía. Viendo Jesús a esta muchedumbre subió al monte, lugar de Dios o esfera divina. Este gesto de Jesús recuerda el de Moisés en el Sinaí: El libro del Éxodo narra cómo Moisés subió al monte Sinaí para hablar con el Señor y recibir de Él el Decálogo y el código de la Alianza, constituyénsoe así el pueblo de Israel; abajo estaban todos los hebreos que habían sido liberados de la opresión de Egipto por creer y seguir al elegido del Señor, a Moisés, pero no podían subir al monte, temían morir. Jesús, aunque es considerado en el Evangelio de Mateo como nuevo Moisés, es más que Moisés. Jesús sube a la esfera divina y se sienta en ella. La esfera divina es su morada estable, es su lugar, pues Él es Dios mismo. Una vez sentado se le acercan sus discípulos. La esfera divina no es ya inaccesible al ser humano, los discípulos pueden acceder a ella, pues lo han dejado todo para seguir a Jesús y además, Jesús mismo es Dios-con-nosotros. Entonces, Jesús abre su boca para enseñar. Moisés escuchó la voz de Dios y esa voz comunicó. Jesús habla por cuenta propia, con su propia boca, a toda la humanidad, a judíos y a no judíos; a todos los convoca, les da un nuevo estatuto, una nueva alianza y los constituye como un nuevo pueblo.

En el Evangelio de hoy, de todo lo que enseñó Jesús en el monte con su propia boca (Mt 5,3 – 7,27), la liturgia toma únicamente las bienaventuranzas o estatutos del reino, es decir, el equivalente a los diez mandamientos del Antiguo Testamento. Sin embargo, las bienaventuranzas no son códigos imperativos al estilo del Decálogo como “no matarás” o “no robarás”, sino promesas de dicha e invitación a vivir según este estatuto. En la sociedad judía las bienaventuranzas eran empleadas para decirle a un hombre rico o a uno de gran poder lo bien que le iba y así animarlo cuando tenía alguna dificultad. Este tipo de bienaventuranza aplicado a nuestros tiempos sonaría así: “Dichoso eres tú y tu familia porque son dueños de Coca Cola”, “Dichosos son los presidentes de Estados Unidos porque con sus dedos pueden dibujar la historia de los países pobres”, “Dichosa es la Iglesia Católica porque ya no es perseguida”, “Dichosos somos nosotros porque estudiamos, tenemos casa, comemos todos los días y no nos preocupamos de nada”.

Jesús, que como siempre es un gran pedagogo, aplica las bienaventuranzas pero no para los ricos, sino para los pobres. Con esto llama profundamente la atención de su público y así hace comprender que en el Reino de los Cielos quienes valen y son dichosos son otros.

El estatuto del Reino (Mt 5, 3-10) sólo puede ser comprendido en un ambiente hostil a este Reino. Quienes optan por el Reino de los Cielos eligen voluntariamente ser pobres, pues el imperio y todos sus servidores los odian y desean humillarlos, hacerlos pasar por locos y hasta desaparecerlos cuando ya les son intolerables. A esos pobres Jesús les llama pobres para el espíritu (Mt 5, 3), pues por llenarse del Espíritu de Dios llegaron a creer en el Reino de los Cielos, comenzaron a luchar por la justicia y por eso fueron perseguidos (Mt 5, 10) por los poderosos injustos y egoístas de su tiempo, les hicieron todo tipo de males, les quitaron sus posesiones, les inflingieron violencia y los convirtieron en los más pobres de los pobres. A esos pobres, por su opción radical, Jesús les dice que hoy el Reino de los Cielos es de ellos y por eso son dichosos.

Jesús reconoce que los pobres para el espíritu sufren mucho y por eso les proclama dichosos con tres bienaventuranzas. Les dice que son dichosos porque a pesar de que hoy lloran (Mt 5, 4), quizá el asesinato de seres queridos, serán en el futuro consolados; son dichosos porque a pesar de que hoy deben soportar mansamente (Mt 5, 5) el que les roben sus tierras sin vengarse de nadie, en el futuro serán los herederos de toda la tierra; son dichosos porque a pesar de que hoy son los primeros que sufren la injusticia, anhelan la justicia con hambre y con sed para todos (Mt 5, 6), por eso en el futuro Dios les hará justicia a ellos. En definitiva, los pobres para el espíritu ahora sufren, pero en el futuro todo cambiará.

Jesús alaba en los pobres para el espíritu su tenacidad para mantenerse fieles a las exigencias del Reino, en este sentido les regala otras tres bienaventuranza para que se sepan dichosos. Son dichosos porque hoy son compasivos (Mt 5, 7), pues no se han quedado de brazos cruzados ante los que han necesitado su apoyo en un mundo injusto, quizás Jesús se refiera a aquellos que han recibido en sus casas a los que han perdido sus tierras, por ser compasivos, en el futuro, si es que hoy nadie se compadece de ellos, recibirán de Dios compasión. También son dichosos porque hoy son inocentes (Mt 5, 8), pues no han manchado sus manos con la sangre de nadie, sino que han preferido padecer la violencia antes de cometerla; en este sentido son puros y limpios de corazón y por ello, en el futuro, verán a Dios. Por último, son dichosos porque en medio de la violencia son promotores de la paz con justicia e igualdad, que es lo que los judíos llamaban shalom; el deseo más profundo del Señor es que el shalom sea en el mundo para judíos y no judíos, quienes son promotores del shalom - en verdad - son la imagen y semejanza de Dios (Gn 1, 26a), por eso son dichosos, en el futuro serán llamados hijos de Dios. Los pobres para el espíritu hoy actúan según el espíritu que llevan dentro y por eso en el futuro, eso que tanto anhelan para todos lo gozarán ellos mismos.

Hasta este momento Jesús ha hablado de los pobres para el espíritu como “ellos”, como si no estuvieran presentes; sin embargo, Él quiere que esos “ellos” sean sus discípulos y todos sus seguidores (Mt 5, 11). Él desea que vivan la dicha de ser pobres para el Espíritu, optando por el Reino de los Cielos, es decir, por la causa de Jesús, soportando la injuria, la persecución y las calumnias de los poderosos egoístas. Vivir así es la mayor alegría y el mayor regocijo que se puede tener, esto es acumular riquezas en los cielos (Mt 5, 12).

Hoy que celebramos el día de todos los santos, recordamos a esos hombres y mujeres que vivieron sus vidas como pobres para el espíritu en medio de un mundo hostil al Evangelio. Muchos de ellos fueron asesinados al igual que el Maestro, otros sufrieron las calumnias y soportaron el desprecio de la sociedad, es el caso de los etiquetados como comunistas y terroristas. Otros fueron desterrados y otros desaparecidos, dirían en este momento los panameños: “Héctor Gallego ¿Dónde estás?”. Hoy, demos gracias a esos hombres y mujeres, pues nos enseñan que vivir según las bienaventuranzas es posible, que en verdad llena de mucha alegría y regocijo, que es un hecho que fueron dichosos en la tierra y ahora lo siguen siendo en los cielos y que si volvieran a nacer harían exactamente lo mismo.

Hoy, Jesús, nuevo Moisés, pero más que Moisés, nos deja a nosotros este estatuto del Reino: Las bienaventuranzas y nos dice: “Dichosos son ustedes cuando los injurien y persigan y digan mintiendo toda clase de maldades en contra de ustedes por causa mía” (Mt 5, 11). ¡Ojalá optáramos por esto: ser pobres para el Espíritu y abandonar para siempre las bienaventuranzas de los ricos, que nos siguen diciendo a los actuales seguidores de Jesús: “Dichosos son ustedes, Iglesia Católica, porque gozan de la estima de todas las naciones”!.

Que Dios suscite santos para este mundo injusto y egoísta, santos que sean signos de contradicción, que vivan según los estatutos del Reino, que amen la justicia y busquen la paz.

sábado, 24 de octubre de 2009

JESÚS EL QUE VA DE CAMINO A JERUSALÉN ES EL LIBERADOR


Marcos 10, 46-52
Jesús y sus discípulos llegan a Jericó. Éste es el último lugar por el que -según Marcos- pasó Jesús antes de llegar a Jerusalén, por tanto, el paso por Jericó está en función del acceso a la Ciudad Santa. Los evangelios de los domingos anteriores nos han ilustrado vastamente acerca de lo que significaba para el Nazareno llegar a Jerusalén: significaba ponerse en el lugar de servicio más despreciable y humilde, significa rechazar el poder, la violencia y los métodos de gobierno de los poderosos; positivamente, significaba emprender un proyecto de solidaridad con los más desposeídos, dar vida a los excluidos, desprivatizar a Dios y construir en la tierra una mesa común donde todos nos sentaremos porque todos seremos iguales.

No se sabe qué hizo Jesús junto con sus discípulos en Jericó, pareciera ser que la primera parte del versículo 46 fuese un sumario de su estancia. Marcos tampoco informa de dónde era la muchedumbre que le seguía, lo cierto es que cuando salía de Jericó una muchedumbre le seguía y cierto también es que un mendigo ciego llamado Bartimeo estaba desgraciadamente tirado junto al camino. Suponemos que Bartimeo ya sabía quien era Jesús y por eso se puso a gritar: “Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí”, muchos querían que se callara pero él gritó más fuerte hasta que Jesús le escuchó y mandó llamarle. Muchos se alegraron de que Jesús le llamara. Inmediatamente él arrojó su manto, dio un brinco y vino ante Jesús. “¿Qué quieres que haga por ti?” “Que vea”, “Vete, tu fe te ha salvado”; al instante recobró la vista y lo siguió por el camino.
El milagro realizado en Bartimeo muestra que Jesús es el liberador y con ello se da el cumplimiento pleno de la Voluntad de Dios, quien desea que los seres considerados pecadores puedan ser reconocidos como sus preferidos, quien desea abrir posibilidades de vida para los seres humanos condenados a estar dramáticamente junto al camino, inevitablemente pereciendo a pausas al interior de una sociedad excluyente e injusta.

Este Evangelio cuestiona nuestra realidad, hace eco en nuestro hoy: ¿Queremos callar el grito de los excluidos como la muchedumbre lo hizo con Bartimeo? ¿O somos de aquellos que se alegran porque Jesús llama a los pobres hacia Él? ¿Sabemos ser Buena Noticia- como Jesús lo es- para los miserables de la tierra?
La fe de Bartimeo es grande, Jesús le dice que su fe lo ha salvado. No es una fe en un mago o en un curandero, es una fe que ha madurado en la historia, por eso le llama “Hijo de David”, porque en la historia Bartimeo reconoce que Dios salva y que en la liberación obrada por Jesús ha llegado la felicidad total para los pobres, el tiempo de gracia anunciado por los profetas. Por esa razón, también se convierte en su seguidor por el camino a Jerusalén.

¿Cuáles son nuestros Bartimeos latinoamericanos? Niños que viven en las calles, personas analfabetas sin posibilidades de estudiar, prostitutas, desplazados, desempleados, todas las personas vulneradas en su dignidad; éstos son Bartimeos por ser marginados. Pero, hay otros que están más ciegos que Bartimeo, cuya ceguera consiste en no tener dentro de sus vidas la luz que sí tenía Bartimeo cuando era ciego: Aquellos que piensan que el capitalismo generador de muerte es bueno, aquellos que piensan que todo está bien aunque cada día es mayor el número de víctimas; así como aquellos que piensan que el nuevo socialismo del siglo XXI consiste en crear un imperio tan inmoral como el capitalismo.
Nuestra Latinoamérica necesita la liberación que emana de Jesús de Nazaret, su salvación que fluye ilimitada, para dejar la ceguera y ponernos al servicio de la humanidad sin fronteras de ninguna índole. ¡Ojalá que podamos ver para construir el Reino de Dios!

viernes, 16 de octubre de 2009

QUIEN QUIERA SER EL MÀS IMPORTANTE....

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Mc 10, 35-45: Quien quiera ser más importante...


Mientras Jesús y sus discípulos iban camino a Jerusalén, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: “Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir”. Él les dijo: “¿Qué quieren de mí?” Respondieron: “Concédenos que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda cuando estés en tu gloria”. Este privilegio que piden estos dos hermanos, refleja que los discípulos, a pesar de tanto tiempo de formación que Jesús les ha dado, siguen sin entender lo que Jesús quiere. No han podido dejar de pensar que el reinado de Dios que propone Jesús tendría el mismo esquema de dominio, basado en la misma relación socioeconómica entre amos-siervos, ricos-empobrecidos, dominadores-dominados; siguen viendo a Jesús como el gran gobernante y dictador político-militar.

Cuando los otros diez discípulos oyeron esto, se enojaron con Santiago y Juan. Jesús viendo esto, los llama a todos y, a partir de un análisis de la realidad del Imperio Romano que estaban viviendo, les hace ver que el reinado de Dios no tiene que ver nada con la manera de gobernar de muchas personas que actúan como si fueran las dueñas de las naciones, imponiendo su voluntad con abuso de poder, represión, violencia, injusticia y dominación. Jesús ve todo esto como el anti-reino, es decir, como lo que se contrapone al proyecto de su Padre; por ello rectifica esta forma de pensar, sentir y actuar de sus discípulos. Aquí no caben los privilegios, ventajas o beneficios personales o de pequeños grupos; por eso, Jesús les dice: “Pero no será así entre ustedes. Por el contrario el que quiera ser el más importante entre ustedes, debe hacerse el servidor de todos, y el que quiera ser el primero, que se haga esclavo de todos. Sepan que el Hijo del Hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida como rescate por todos”.

Está claro entonces, que no pueden entrar en el Reino de Dios las personas que quieren estar por encima de las demás. Quien pretende estar por encima, ser la primera, situarse en una posición de privilegio, ésa que se olvide de entrar en el Reino de Dios, o sea que se de cuenta de que así no sabrá nunca ni dónde ni cómo se encuentra a Dios. Lo más preocupante del caso es que esto exactamente era lo que le ocurría a los “seguidores” de Jesús.

Generalmente, nos gusta ser personas influyentes, que se nos oiga y que se nos haga caso. Decimos que somos gente importante. Como personas seguidoras de Jesús, eso es una gran contradicción desde la fe a nivel social y político, pues pasamos a ser parte del sistema imperante.

Como personas cristianas debemos repensar nuestra posición en la sociedad. Deberíamos preguntarnos quiénes son nuestras amistades, con qué clase de personas y grupos nos relacionamos y, de parte de quién estamos, a favor de quién hablamos, con quienes simpatizamos, a quién invitamos a nuestra casa, y con qué clase de gente ni nos tratamos.

Muchas personas se enorgullecen de sus amistades “importantes”, de sus relaciones con “gente de altura” y cosas parecidas. Esto no puede seguirse dando si es que realmente queremos vivir con fidelidad el Evangelio.

Esta realidad tan fea y cruel de nuestras naciones no es necesaria pintarla bonita allá afuera sólo para atraer inversionistas o turismo o para que se diga ¡Qué buen gobierno!, hay que hacer la realidad bonita adentro de nuestras naciones (pueblos, comunidades, familias), para que sin necesidad de maquillajes, mentiras y palabras fantasiosas resulte bonita allá afuera también. Pero mientras hayan madres y padres que lloran la desaparición de sus hijos e hijas, las amenazas de muerte, mientras hayan torturas en los centros de seguridad y en las calles, mientras hayan personas comodonas e indiferentes en la administración privada, mientras exista hambre en el pueblo, mientras exista ese desorden espantoso y sigan sucediendo los hechos de violencia y derramamiento de sangre que nos asustan y nos hace perder la esperanza porque parece algo incontrolable, mientras esto continúe no puede haber paz, menos aún el famoso progreso que promulga el sistema imperante. Es mentira que todo esto se arregla con represión, con mano dura o súper dura, con más leyes que atentan contra la dignidad de las personas. Nunca olvidemos que detrás de toda esa realidad que se ve, existen muchas fuerzas que aparentan hacernos un bien, pero en realidad sólo se ganan nuestra confianza con discursos bonitos, con supuestos regalitos, con falsas promesas, y al final, como pueblos les premiamos con puestos privilegiados y honores, para que después nos cobren bien caro esos regalitos, nos desprecien con sus palabras y actitudes y nunca se cumpla alguna de sus promesas.

Mientras no tomemos conciencia de nuestra realidad y no asumamos nuestro compromiso bautismal de ser Buena Noticia, sabiendo que ello implica asumir la misma suerte del Crucificado, la violencia seguirá, los nombres de las personas asesinadas cambiarán pero siempre habrá personas asesinadas mientras no se acabe de raíz el mal que las provoca.

Llama fuertemente la atención que siguen habiendo personas “cristianas” que se entusiasman por Jesús y se imaginan que le siguen con fidelidad. Pero sin sensibilidad por el sufrimiento de las personas pobres y “sospechosas” de este mundo. Son las personas fervorosas que con sus normas y sus leyesitas cumplidas al pie de la letra; son admirables, Pero, a pesar de ello, estas personas, al igual que los discípulos, les cuestan reconocer y aceptar las exigencias que implica entrar en el Reino de Dios.

viernes, 9 de octubre de 2009

¿QUÉ ME IMPIDE SEGUIR A JESÚS?


Marcos 10

Siguiendo con el texto del evangelio de Marcos, estando Jesús a punto de partir del lugar donde estuvo bendiciendo a niños y niñas, un hombre llegó corriendo ante Él y arrodillándose, le preguntó: “Maestro bueno, ¿Qué tengo que hacer para conseguir la vida eterna? Jesús le responde: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno fuera de Dios”. Parece que a este hombre le había impactado mucho lo que había visto y oído de Jesús y lo consideraba un hombre justo y misericordioso, pues al llamarle bueno reconocía en Él la presencia de Dios. Jesús tenía autoridad y sabiduría para enseñar, eso lo demostraba con su testimonio.

Jesús le contesta al hombre: “Ya conoces los mandamientos: no mates, no cometas adulterio, no robes, no digas cosas falsas de tu hermano, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre. El hombre le contesto: Maestro, todo eso lo he practicado desde muy joven”. Es importante notar que Jesús aquí no le dice nada sobre el mandamiento del amor a Dios, sino que todos los que se refieren a la relación con el prójimo. El hombre, seguramente conocía muy bien la Ley judía y estaba buscando serle fiel a Dios. Pero Jesús le hace revisar cuidadosamente los mandamientos que se refieren a la injusticia que se comete con el prójimo: contra las personas pobres, indefensas, marginadas, las desheredadas de la historia, la niñez, las mujeres, etc. Creyendo este hombre que se trataba de cosas teóricas, ritos, cultos y sacrificios, y no de un mayor compromiso con la realidad del mundo, responde que sí ha cumplido.


El problema se da cuando, “Jesús, al mirarlo con cariño, le dijo: Una cosa te falta: vete y vende todo lo que tienes y reparte el dinero entre los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo. Después ven y sígueme. Al oír esto se desanimó totalmente, pues era un hombre muy rico, y se fue triste”. No cabe duda que a Jesús, este hombre le pareció que tenía toda la buena intención de vivir su fe y comprometerse, sin embargo, este hombre nunca se imaginó que tenía que despojarse de todo, incluso de lo que le proporcionaba seguridad, fama, poder y honor: su riqueza.


Jesús insistió en que hay dos problemas en las personas que no les dejan entrar en el Reino: no saber dónde está Dios, y no saber relacionarse con Él. Se puede saber mucha teoría sobre Dios, ser un excelente teólogo o biblista, incluso rezar u orar mucho, pero eso no significa que se sepa quién es Dios, es dónde está y cómo relacionarse con Él.


Es claro que la riqueza es un obstáculo grave y muy difícil de vencer. Las personas ricas, o sea, las que retienen lo que otras necesitan para no morirse de hambre, ésas no pueden acceder a la vida plena en Dios. Jesús no está dando un “consejo” o una posible vía para quienes buscamos la vida plena en Dios. Jesús presenta al hombre rico el único camino válido para entrar en el Reino: la perspectiva de las personas pobres, la opción por ellas. Ponerse en su lugar, compartir su vida, hacer suya la causa de su liberación. No se trata de un consejo aislado, sino de todo un proyecto de vida. Este hombre no ha hecho grandes males, pero dejó de hacer muchos bienes y ese es su pecado: la falta de sensibilidad ante la persona pobre. Fue tan fuerte el impacto que esto le causó, que se desanimó por completo, y sus buenas intenciones no fueron suficientes para seguir a Jesús, en quien creía y tanto admiraba.


Entonces, “Jesús paseó su mirada sobre sus discípulos y les dijo: ¡Qué difícil es que los ricos entren en el Reino de Dios! Los discípulos se sorprendieron al oír estas palabras, pero Jesús insistió: ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja, que para un rico entrar en el Reino de Dios”. La cerrazón que el dinero produce en las personas, tan frecuente, tan comprobable cada día, es la que lleva a Jesús a hacer esa exagerada comparación del camello y la aguja. Con la comparación, Jesús indica que es prácticamente imposible que una persona apegada a la riqueza pueda acceder al Reino de Dios.


Los discípulos, “llenos de asombro y temor, se decían: Entonces, ¿Quién puede salvarse? Jesús se les quedó mirando y les dijo: Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para Dios todo es posible”. Con ello, Jesús quiere decir simplemente: es imposible a no ser que Dios haga un milagro y la persona se convierta. Esta comparación exagerada, Jesús la empleó para asegurar que no se desvirtuara la radicalidad de su mensaje. En esta respuesta, Jesús deja ver claramente el amor misericordioso de Dios, que no busca excluir a ningún ser humano, pero sí deja claro que existen exigencias y prioridades concretas para poder entrar al Reino.


Pedro le dijo: Nosotros lo hemos dejado todo para seguirte. Y Jesús contestó: “En verdad les digo: Ninguno que haya dejado casa, hermanas, hermanos, madre, padre, hijos, hijas o campos por mi causa y por el Evangelio, quedará sin recompensa. Pues aún con persecuciones recibirá cien veces más... que todo lo que ha dejado, en la presente vida y en el mundo futuro de la vida eterna””. El seguimiento que exige Jesús, es estar en la disposición de dejarlo todo por Él y su causa: la opción preferencial por las personas pobres; aunque esto traiga serias consecuencias. Como bien dijo Monseñor Romero: “Cristo nos invita a no tener miedo a la persecución, porque, créanlo hermanos, el que se compromete con los pobres tiene que correr el mismo destino de los pobres. Y en El Salvador (y en Latinoamérica, en general) ya sabemos lo que significa el destino de los pobres: ser desaparecidos, ser torturados, ser capturados, ser matados””.


¿Cuáles son las riquezas a las que debo renunciar para seguir a Jesús? ¿De qué seguridades no quiero desprenderme? ¿Le tengo miedo a las consecuencias: persecuciones, burlas, desprecios, odio y muerte, que trae el vivir el Evangelio? ¿Qué me dice este texto del Evangelio? ¿O es que acaso, este texto del Evangelio, me ha desanimado y me voy triste, porque no soy capaz de darme y dar todo lo mío a las personas pobres? “Si Cristo es la riqueza de los pobres, ¿Por qué no es la pobreza de los ricos, para ser la Hermandad de todos?” (Pedro Casaldáliga)

martes, 29 de septiembre de 2009

Discípulos y Pequeños

Marcos 9, 38-43. 45. 47-48

El acercamiento al Evangelio de este domingo se realizará desde dos momentos: En primer lugar, trataremos de interpretar el Evangelio y lo que dice a nuestra actualidad. En segundo lugar, trataremos de hacer una breve reflexión de la vida de San Vicente de Paúl de cara a lo que dice el Evangelio de hoy; se debe recordar que hoy es el día de fiesta de todo el carisma vicentino, el día en que el santoral de la Iglesia Católica ubica la celebración de nuestro santo fundador.

Al leer el Evangelio de hoy de una forma acelerada, podríamos pensar que el Señor está hablando de tres cosas totalmente diferentes: Juan le comenta acerca de uno que no era de los doce y estaba expulsando demonios en nombre de Jesús y que ellos se lo prohibieron, Jesús le dice que no se lo prohíban porque quien no está en contra está a favor. Luego Jesús afirma que aquel que les dé un vaso de agua por ser sus discípulos no quedará sin recompensa. Por último, Jesús habla del escándalo para con los pequeños y las rupturas necesarias para entrar en el Reino de Dios. ¿Cuál es el mensaje para este domingo? ¿Por qué se podría hablar de unión en estas tres cosas “diferentes”?

Creemos, sin lugar a dudas, que la clave se encuentra en la invitación al servicio que Jesús viene haciendo a sus discípulos desde hace unos domingos: El antepasado invitó a Pedro a seguirle por el camino de la cruz y el servicio a la humanidad, el pasado propuso a un niño como el mayor en el Reino de Dios y ahora sigue intensificando la misma formación.

Jesús desea formar a sus discípulos acerca del desprendimiento del poder, para la comunidad de Marcos poder y servicio son realidades totalmente diferentes y no se pueden conciliar, por eso Jesús permite que en su nombre se expulsen demonios y que este servicio prestado por uno que no es de los doce no esté regulado por aquellos que desearían que el expulsar demonios en nombre de Jesús sea exclusividad de ellos. Jesús expresa también que aquel que sirve a uno de sus humildes discípulos es doblemente servidor. Finalmente, Jesús advierte a todos acerca de la gravedad de oprimir a los pequeños y sugiere a todos que corten de raíz la maldad en ellos, porque es mejor entrar manco, tuerto y cojo al Reino de Dios que pasar la vida haciendo mal y bajar completo al infierno.

Esta formación fue para los discípulos de su tiempo, para la comunidad de Marcos que se encontraba oprimida en Roma y para los discípulos de todos los tiempos: Es necesario desprenderse de todo poder, de los celos y de las posiciones de dominio que podamos tener sobre los otros, para servirles humildemente. Si alguien se encuentra en un puesto de mando es para servir a los otros, preferencialmente a los más débiles, respetando su dignidad de personas y comprometiéndose a luchar por el crecimiento y desarrollo de éstos.

Todos debemos - en este punto- hacer un enmienda del camino, ante Dios nadie es limpio totalmente: Más de alguna vez hemos defraudado al otro, más de alguna vez hemos manipulado a los más pequeños, más de alguna vez hemos sido opresores y pilares del sistema de muerte. ¡Perdónanos por maleducar a los niños! ¡Perdónanos por el abuso sexual! ¡Perdónanos por la violencia contra la mujer! ¡Perdónanos por la discriminación contra los negros y las minorías étnicas! ¡Perdónanos por nuestra falta de conciencia!

Ahora que celebramos la fiesta de San Vicente de Paúl es necesario resaltar de él lo que el Evangelio propone: En él encontramos al hombre justo capaz de renunciar al poder y de ponerse al servicio de los débiles, de los pobres- sus amos y señores-, en él encontramos a aquel que no escandaliza a los pequeños, todo lo contrario, les ayuda a tener vida y vida en abundancia. La Iglesia le ha propuesto como el Patrono Universal de la Caridad no sólo por dar pan a los pobres o curar a los enfermos, también porque fue capaz de realizar cambios significativos en la Francia de su tiempo, ya que Dios desea que nunca más hayan pobres.

¡Un saludo a todos los vicentinos del mundo! ¡Feliz Fiesta! ¡Fuerza para servir a los pobres!

sábado, 19 de septiembre de 2009

UNA IGLESIA QUE DA VIDA Y ES SERVIDORA

Mc 9, 30-37: Quien no vive para servir no sirve para vivir: "debemos ser misericordiosos con las palabras, con la oración y con las obras" Jesús de la Misericordia. (Diario de sor Faustina)

Mientras Jesús se desplazaba por Galilea junto con sus discípulos, queriendo que nadie más lo supiera, les iba enseñando. Parece ser que Jesús, decide dedicar mayor tiempo a la formación de sus discípulos, pues quiere un grupo de personas creyentes y responsables que sean capaces de asumir su proyecto: EL REINO DE DIOS.

En este Evangelio se ven dos partes claramente: El anuncio de la muerte (dar la vida) y el servicio humilde que nos ubica entre los primeros del Reino. veamos las dos partes para finalizar con un anexo sobre el servicio en San Vicente de Paúl (persona que por dar su vida y servir se ganó el título de: patrono mundial de las obras de caridad) y cuya Fiesta se celebra el próximo Domingo 27 de septiembre.

JESÚS DA LA VIDA
Jesús les explicaba que el Hijo del Hombre iba a ser entregado en manos de los hombres y le harían morir, pero tres días después de su muerte resucitaría. Quizás los discípulos se preguntaban, ¿porqué una persona tan buena, que pasa haciendo el bien: sanando ciegos, sordos, mudos, cojos, paralíticos, endemoniados y toda clase de enfermedades; denunciando la injusticia y devolviéndole la dignidad y la vida a las personas, tendría que ser condenado y morir? O quizás no entendían nada por que esperaban un mesianismo distinto. ¿y tú das la vida y sufres incompren
siones u persecuciones por ayudar a los demás?

JESÚS SIRVE
Finalmente llegaron a Cafarnaún, y Jesús les
preguntó: “¿De qué venían discutiendo por el camino?” Ellos no se atrevieron a responder, pues habían estado discutiendo sobre quién era el más importante de todos. los discípulos no estaban concentrados en la enseñanza de Jesús, por lo que pensaban en la repartición de los cargos burocráticos cuando Jesús gobernara y tomara el poder al derrocar al imperio.

“Entonces Jesús se sentó, (como la hacían los maestros) llamó a los doce y les dijo: “Si alguno quiere ser el primero, que se haga el último y el servidor de todos”. Después tomó a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: “El que recibe a un niño como éste en mi nombre, me recibe a mí; y el que me recibe, no me recibe a mí, sino al que me ha enviado””. Jesús insiste en la humildad que caracteriza al verdadero servidor del Reino de Dios, pues con frecuencia nos comportarnos como propietarios de los servicios y de los compromisos que asumimos en nuestra vida, dentro y fuera de la iglesia. No soportamos que otras personas tengan responsabilidades o que nos reempl
acen en las que tenemos, porque con facilidad nos atribuimos el mérito de nuestras cualidades y conocimientos. En cuanto a la imagen del niño, es para hacer comprender que todos tenemos dignidad, valemos y somos importantes para la construcción del Reino de Dios como parte de una sociedad, iglesia, familia. De esta manera se rompe con las barreras que atan y ciegan la participación de los pequeños, los débiles e insignificantes, en la estructura social, política, religiosa y económica. (pues en esa época las mujeres y los niños NO contaban) ¿Cuál es tu actitud? ¿Servir o ser servido? ¿Cuál es tu actitud con las personas más pequeñas, débiles e insignificantes?

COMO SERVIR SEGÚN SAN VICENTE DE PAÚL*

Jesucristo, el Misionero del Padre, el Evangelizador de los pobres, es el Servidor de los pobres. La actitud de Servidor es destacada con fuerza por Vicente de Paúl en su peculiar comprensión de Cristo. Jesucristo no se contentó con predicar a los pobres; les sirvió. Este es un convencimiento firme en la experiencia espiritual de san Vicente.
San Vicente resume toda la vida de Jesucristo en la referencia al Padre y en el servicio a los hermanos. A un sacerdote le escribe recordándole que hemos sido llamados "al ministerio más alto que existe en la tierra, por el que tienen que ejercer las dos grandes virtudes de Jesucristo, a saber, la religión (unión) para con su Padre y la caridad para con los hombres"

San Vicente dice:"Si los sacerdotes se dedican al cuidado de los pobres, ¿no fue también éste el oficio de nuestro Señor y de muchos grandes santos, que no sólo recomendaron e cuidado de los pobres, sino que los consolaron, animaron y cuidaron ellos mismos?¿no son los pobres los miembros afligidos de nuestro Señor? ¿No son hermanos nuestros? Y si los sacerdotes los abandonan, ¿quien ¡queréis que les asista? De modo que, si hay algunos t, entre nosotros que crean que están en la Misión para v, evangelizar a los pobres y no para cuidarlos, para remediar sus necesidades espirituales y no las temporales, les ; diré que tenemos que asistirles y hacer que les asistan de todas las maneras, nosotros y los demás, si queremos oír esas agradables palabras del soberano Juez de vivos y de muertos: Venid, benditos de mi Padre; poseed el reino que os está preparado, porque tuve hambre y me disteis de comer; estaba desnudo y me vestisteis; enfermo y me cuidasteis. Hacer esto es evangelizar de palabra y de obra; es lo más perfecto; y es lo que nuestro Señor practicó y tienen que practicar los que lo representan en la tierra, por su cargo y por su carácter, como son los sacerdotes" (reemplaza sacerdotes por bautizados )

San Vicente no duda en llamar a los pobres con términos como: maestros, amos, señores, para indicar la actitud de servicio propia de quienes en la tierra tienen como misión continuar la misión de Jesucristo.

San Vicente, reflexionando sobre las actitudes de Cristo, descubre en su amor la explicación de su entrega y servicio. Cristo es contemplado por Vicente de Paúl como un abismo de dulzura que le lleva a comportarse como Servidor. y dice a modo de oración:

"¡Oh amor, amor de mi Salvador! ¡Oh amor, amor! ¡Tú eras incomparablemente más grande que cuanto los ángeles pudieron comprender y comprenderán jamás!
Sus humillaciones no eran más que amor; su trabajo era amor, sus sufrimientos amor, sus oraciones amor, y todas sus operaciones exteriores e interiores no eran más que actos repetidos de su amor.

Su amor le dio un gran desprecio del mundo, desprecio del espíritu del mundo, desprecio de los bienes, desprecio de los placeres y desprecio de los honores.
He aquí una descripción del espíritu de nuestro Señor, del que hemos de revestirnos, que consiste, en una palabra, en tener siempre una gran estima y un gran amor de Dios"

San Vicente nos comenta la actitud de servicio de Jesucristo, en quien deben fijarse: "¿Cómo servía Jesucristo a los pobres? Les servía corporal y espiritualmente, iba de una parte para otra, curaba a los enfermos, y les daba el dinero que tenía, y los instruía en su salvación. ¡Qué felicidad, hijas mías, que Dios os haya escogido para continuar el ejercicio de su Hijo en la tierra: servir a los pobres!". ¿y yo siento felicidad en el servir?

Adaptado del libro la misión de Jesús en san Vicente de Paúl. Editorial. CEME. Salamanca España., 2006.

Pedimos oración por los misioneros vicentinos en el mundo y por las Hijas de la Caridad en la fiesta próxima, además porque inicia el año jubilar donde la familia vicentina celebrará los 350 años de la muerte de san Vicente y santa Luisa de Marillac considerados testigos de amor y servicio a los pobres.

viernes, 11 de septiembre de 2009

UNA PREGUNTA PELIGROSA

Marcos 8, 27-35

Continuando con el texto del evangelista Marcos, se nos narra que Jesús salió con sus discípulos rumbo a algunos pueblos de una región llamada Cesarea de Filipo, ubicada al norte del lago de Galilea. Mientras iban caminando, Jesús les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Esta pregunta nos invita hoy a echar una mirada a la realidad, así como le sucedió a los discípulos de aquel entonces. ¿Qué pensará la gente sobre Jesús hoy, quién dice la gente que es él? Esa respuesta nos puede dar razón, en buena medida, del por qué en muchos pueblos que nos hacemos llamar “cristianos”, la gente se esta muriendo de hambre o por violencia armada, como en Guatemala y El Salvador; o por dinero y poder otorgado por el narcotráfico, como en Colombia y México. Esos son algunos ejemplos y podríamos citar muchos otros.

Además, esta respuesta nos daría un interesante aporte del por qué el sectarismo y ateísmo. Dependiendo de la imagen que tenga de Jesús, de quién crea la gente que es él, ese es el tipo de culto religioso que busca, dentro de la gran oferta del mercado de la fe. Hay una opción para cada gusto. Es claro que cualquiera puede optar libremente por lo que le parezca mejor. El problema es que ante cada opción, existe una manera de asumir la vida, valores, compromisos o no. Si la imagen de Jesús es alienante, es decir que esclaviza al ser humano con emocionalismos y espiritualismos, entonces así se comportarán estos creyentes y tenderán a ser personas que se alejan de la realidad y creen que todo es voluntad de Dios y que el ser humano no tiene ninguna responsabilidad ante la injusticia del mundo.

Pero la respuesta de la gente está íntimamente relacionada con la imagen de Jesús que proyectamos muchos que decimos ser sus seguidores, y que pertenecemos a alguna Iglesia Cristiana. Pues, como bien lo expresamos desde nuestra fe, nosotros, la Iglesia, somos el sacramento de Jesucristo, es decir somos el signo visible de Jesús en el mundo. ¿Que tipo de signo seremos? ¿La gente verá en nosotros al menos una actitud profética? ¡Quién sabe! ¿Verán en nosotros a personas como Juan el Bautista, Luther King, Monseñor Romero o María del Magníficat? ¿Quién dice la gente que somos nosotros, la Iglesia, el sacramento de Jesucristo en el mundo?

Por eso ahora, nosotros quienes conformamos esta Iglesia y estamos asumiendo algún compromiso dentro de ella, debemos escuchar la pregunta que nos hace Jesús, tal y como se las hizo a sus discípulos: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”

Dependiendo de nuestra respuesta, esa será la imagen que proyectamos, como Iglesia de Jesucristo, ante el resto del mundo y ahí también la respuesta del por qué el mundo ve a Jesús y a nosotros de una manera u otra. Si para nosotros, Jesús es en verdad el Mesías, entonces ya tenemos un buen principio, pues quiere decir que le reconocemos como aquél que nos trae la verdadera salvación y liberación de toda muerte, de todo pecado e injusticia. Pero, ¿en qué tipo de Mesías?

Jesús les explicó a sus discípulos en que consistía su mesianismo. Era un mesianismo que sería perseguido, rechazado por aquellas personas e instituciones que eran reconocidas como dueñas de la verdad y únicas mediadoras entre Dios y su pueblo. Además, esas personas e instituciones le condenarían a muerte y terminaría como un fracasado, asesinado como un criminal, como un maldito de Dios. Sin embargo, a los tres días de ser asesinado resucitaría de entre los muertos. La muerte, la injusticia, el pecado, no tendrían la última palabra, no triunfarían.

Ese mesianismo escandalizó a sus discípulos y por eso Pedro llama a Jesús aparte para llamarle la atención, para regañarlo por lo que acababa de decir. No era posible que dijera todas esas incoherencias, que hablara de persecución y muerte, y menos de algo tan raro como la resurrección.

Jesús, entonces, hace reaccionar a Pedro llamándole Satanás, es decir tentador, y le invita a que se dé cuenta de lo que está diciendo, y que está hablando de cosas que no conoce pero que le serán reveladas por Dios. Jesús pone en claro en qué consiste el seguimiento: “El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, tome su cruz y me siga”. Seguir a Jesús implica poner la vida en riesgo, no asegurarla; implica renunciar a las propias pretensiones de poder, de prestigio y honor, de riqueza. Es asumir la persecución y la muerte violenta, incluso, con tal de ser fiel a la verdad proclamada por Jesús y garantizar la vida de muchas personas, en especial de las más pobres, marginadas y excluidas.

A muchas personas nos gustaría suavizar este mensaje y nos gustaría que el seguimiento de Jesús fuera sin riesgos, sin renuncias, sin compromiso, sin sufrir para que otras personas tenga vida, es más, sería mejor si nos olvidamos de la gente que sufre injusticia, violencia, hambre. Se trata de cargar una cruz, pero no cualquier cruz. Es la cruz de Jesucristo: dar la vida para que todos tengan vida y en abundancia.

Este texto nos ayuda a clarificar el verdadero significado de ser “persona cristiana, bautizada”: es un morir en, por y con Jesucristo, para resucitar en, por y con Jesucristo, sin ninguna seguridad ni privilegio y así ser sal y luz del mundo, y hacer efectiva la Buena Noticia de la vida para toda persona.

Seguir a Jesús implica ponerse detrás de él. Es aceptar que él va delante y conoce le camino. Es no estar quieto, estático, sino en movimiento. No se conoce el camino, ni de dónde viene ni a dónde va. Se saben los riesgos y las consecuencias de seguirle. La única garantía es Jesús mismo, el caminante, el que lo arriesga todo por el amor que le tiene a la humanidad y por serle fiel a su Padre amado. No hay otro seguimiento. Lamentamos decirlo, pero no hay otra manera de seguir a Jesús, por más que inventemos otras maneras más suaves y menos comprometidas.

Sigue en pie, entonces, la pregunta: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”

¿A qué debes renunciar personalmente, como comunidad, familia e Iglesia? ¿Cuál es la cruz a cargar por seguir a Jesús y por su Evangelio?

NOTA: Les invitamos a orar y a solidarizarnos con la realidad crítica que vive el pueblo de Guatemala, a causa del hambre generada por la injusticia social.

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