miércoles, 10 de noviembre de 2021

MC 13, 24-32: QUE NUESTROS PUEBLOS HAGAN SENTIR SU VOZ Y SU JUSTICIA

 En los versículos anteriores del capítulo 13 del Evangelio de Marcos, Jesús les hace ver a sus discípulos que llegará el tiempo en que muchos se harán pasar por el Mesías y engañarán a muchas personas; se escuchará hablar de guerras y conflictos; las personas que sigan fielmente el Evangelio serán: odiadas, perseguidas, encarceladas y torturadas; habrá división en las familias. Se verá entonces gobernar al ídolo del opresor. Solamente las personas que se mantengan firmes hasta el final se salvarán.

En el texto del Evangelio de hoy se nos narra que, después de toda esta gran angustia, llegarán otros días; el sol dejará de alumbrar, la luna perderá su brillo, las estrellas caerán del cielo y el universo entero se conmoverá. Todas estas imágenes son una forma de describir la caída de un rey o de una nación opresora en el A. T. Para los antiguos el sol, la luna y las estrellas eran representaciones de dioses o ídolos paganos, o bien de jefes, reyes o gobernantes que se sentían hijos de esas divinidades y en su nombre oprimían a los pueblos, sintiéndose ellos también como seres divinos.    

Y verán venir al Hijo del Hombre en medio de las nubes con gran poder y gloria. Con ello, Jesús describe no tanto la caída de un imperio o cualquier poder opresor, sino, lo más importante, que es anunciar los efectos liberadores de su Evangelio; y es que el Evangelio de Jesús debe propiciar la caída de todos los sistemas injustos que se quieren imponer en la realidad humana. Enviará también a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro puntos cardinales, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo. ¿Quiénes son los elegidos? Son todas aquellas personas que se mantuvieron fieles a Jesús y su Evangelio a pesar de tanta persecución, tortura e incluso martirio. Son quienes han asumido el discipulado al igual que María: escuchando la palabra de Dios y poniéndola en práctica al comprometerse hasta el final en medio de los sistemas injustos; y que no se dejaron vencer nunca por el miedo, ni por su situación de pobreza y opresión.

Aprendan de este ejemplo de la higuera: cuando las ramas están tiernas y brotan las hojas, saben que el verano esta cerca. Así también ustedes, cuando vean que suceden estas cosas, sepan que todo se acerca, que todo esta a las puertas. En verdad les digo que no pasará esta generación sin que ocurra todo eso. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Cuando Jesús hace la comparación con la higuera, nos hace un llamado a ser personas atentas a los signos de los tiempos que se manifiestan constantemente en nuestra realidad, ya que es la que debe interpelar nuestra vida y nos invita a comprometernos para iluminarla y transformarla desde nuestra fe y acción concreta. Está claro que si la realidad actual fuera ya el Reino de Dios, el Cielo Nuevo y la Tierra Nueva, los cristianos y cristianas  ya no tuviéramos nada que hacer pues ya no habría necesidad de anunciar una Buena Noticia y denunciar la injusticia; es decir, la Iglesia ya no tendría razón de ser. Pero los signos que actualmente vemos nos indican que nuestra realidad se parece más al anti-reino que al Reino de Dios, lo cual nos invita a comprometernos para ser signos vivos, personas portadoras de esperanza que con su vida indican que el Reino de Dios efectivamente se acerca. Ante esta realidad, la iglesia no puede dejarse llevar por ninguna ideología de poder, que oprima y mate al pueblo, por ello no puede ser comunista  y mucho menos ser capitalista, porque su mirada se quedará perdida buscando la felicidad hasta instalarse y acomodarse a los lujos, riquezas, posesiones, honor y prestigio: a las cosas de la tierra. Esta realidad no es de la iglesia que anuncia y hace presente a Jesucristo evangelizador de los pobres; no es la iglesia animada e inspirada por el Espíritu Santo a sus discípulos y a todo santo y mártir comprometido hasta la muerte por ser buena noticia y esperanza para su hermano pobre, enfermo, marginado, pequeño y excluido. La iglesia no puede callar ante tanta injusticia, violencia: robos, amenazas y muerte que se están dando en nuestros países pobres; controlados y dirigidos vilmente por seres diabólicos del primer mundo, insertos en las políticas de nuestros gobiernos. La iglesia debe pronunciar siempre palabras de esperanza y de vida, debe gritar a los cuatro vientos en nombre de Dios y de este sufrido pueblo. La iglesia como pueblo de Dios debe buscar que su jerarquía este siempre al servicio de los pobres y estar donde hay sufrimiento, dolor y muerte. Y siguiendo las palabras de esperanza de nuestro santo, profeta y mártir Romero de América, vemos que él quiso construir una Iglesia que no estuviera apoyada en los poderes de este mundo, sino que soñó e hizo realidad desde su experiencia una iglesia desligada de los poderosos y sin privilegios. Una Iglesia pobre, que se apoya únicamente en la cruz de Cristo. Decía que el prestigio de la Iglesia no es que tenga mucho poder, sino que los pobres se sientan en ella como en su propia casa. Y en relación al martirio nos dice: “La persecución es una nota característica de la autenticidad de la Iglesia. Una Iglesia que no sufre persecución, sino que esta disfrutando de los privilegios y el apoyo de las cosas de la tierra, ¡tengan miedo!, no es la verdadera Iglesia de Jesucristo. Esto no quiere decir que sea normal esta vida de martirio y de sufrimiento, de miedo y de persecución, sino que debe significar el espíritu del cristiano. No estar con la Iglesia únicamente cuando las cosas andan bien, sino que seguir a Jesucristo con el entusiasmo de aquel apóstol que decía: “si es necesario muramos con él”.                                                                                                                                                                                                                       

Esta experiencia de “si es necesario morir por Cristo” la asumieron los mártires de la UCA en El Salvador, el 16 de noviembre de 1989. Uno de estos mártires decía que ya no están matando solo gente de prestigio, sacerdotes y obispos sino que están matando al mismo pueblo de Dios, es decir, a los Anawin de Yahveh. Matan por cantidades alarmantes, por año son doce o trece mil personas. Muchas de ellas son gente creyente, catequistas, del pueblo, que siguen luchando y trabajando por salir adelante con enormes dificultades. Por eso les recordamos hoy y siempre y no sólo a ellos sino también a todos esos mártires de nuestra América, teñida de rojo por su sangre derramada a través de la historia. Y en nuestros tiempos, la realidad no ha cambiado para nada, las noticias anuncian muertes en grandes cantidades, por lo que es alarmante y preocupante que nuestra iglesia se cruce de brazos y no asuma su papel profético, haciéndose la ciega, sorda y muda. Por ello decimos, al igual que los mártires de la UCA, que hace falta que nuestros pueblos latinoamericanos hagan sentir su voz y su justicia ante esta realidad de opresión y muerte.   

         En cuanto al día y la hora, no los conoce nadie, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo; sólo los conoce el Padre. En cuanto al fin del mundo, Jesús deja bien claro que nadie, ni siquiera Él mismo sabe el día ni la hora, únicamente su fe en el Padre le lleva a expresar que ese momento llegará, que mientras tanto lo único que debemos hacer es hacer presente Su Reino. No olvidemos que Jesús fue plenamente humano, y en su humanidad plena es que manifestó su divinidad. Al reconocer a Jesús como un ser humano de manera integral y completa, entendemos que, efectivamente, el no sabía el momento del fin.  

Ahora es el momento de asumir nuestro compromiso bautismal, es cuando nos toca ser signo del Reino no del Anti-Reino. ¿Qué hacer ante tanta injusticia? ¿Cómo solucionar el problema de la violencia? ¿Estás esperando a que otra persona haga lo que vos tenés que hacer? ¿Estás esperando más signos de los tiempos para decidirte a hacer algo? ¿Estás esperando a que Dios te grite más fuerte a través de las voces de tantas víctimas del sistema? ¿Crees que aún no es momento de actuar y comprometerte? ¿Estás pensando inventarte otra excusa?

LA VIDA ES UN RIESGO. QUIEN NO SE ARIESGA, NO VIVE.

sábado, 6 de noviembre de 2021

Mc 12, 38-44: EL FARISEO Y LA VIUDA

imagen de pixabay.com
 Estando Jesús en el templo de Jerusalén, junto a una gran multitud que acudía a Él para escucharlo con agrado, les decía: “Cuídense de esos maestros de la ley a quienes les gusta pasear con sus amplias vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar asientos reservados en las sinagogas y en los banquetes; incluso devoran los bienes de las viudas, mientras se amparan detrás de largas oraciones. Estos recibirán una sentencia muy severa”. Sabiendo Jesús muy bien del gran pecado personal, social y estructural que se daba en la realidad de su tiempo, advierte a sus discípulos y a la multitud presente a no dejarse engañar por esos fariseos hipócritas, doctores, maestros o sumos sacerdotes de la ley, expertos en manipular la palabra de Dios para esconder sus injusticias y grandes maldades en la oración.

El peligro de este tipo de personas está en que dan más importancia a una ley o a una teoría que al sufrimiento concreto de las personas. Entonces, con tal que se cumpla la ley o la teoría, no importa si las personas sufren, se sienten despreciadas y humilladas o incluso, hasta perdidas y condenadas. Precisamente en esto está la diferencia radical entre la manera de pensar del fariseo y la manera de pensar del profeta. Quien es profeta no se calla cuando se encuentra frente al sufrimiento humano; reacciona inmediatamente con palabras de consuelo y esperanza pero también con palabras de denuncia. Por eso los profetas denunciaron a los reyes, ricos y sacerdotes. Pero, no sólo a los sacerdotes, sino además al templo y al culto religioso, con sus liturgias, sacrificios y sus oraciones. Los profetas hicieron todo eso por una razón muy sencilla. Porque, para ellos, lo primero no era ninguna teoría o ley, por más teológica que fuera, sino, que lo primero era el sufrimiento de las personas que peor la pasan en la vida. Además, en aquel pueblo tan religioso era frecuente utilizar la religión como argumento para justificar las mil injusticias que se cometían con las personas pobres y desgraciadas de aquella sociedad. Por todo esto se puede afirmar que lo más importante para Jesús no fue la religión, ni la ley, ni la gracia, ni el pecado hasta sus últimas estructuras, ni siquiera Dios en sí mismo. Lo decisivo para Jesús, cuando llegue la hora de la verdad, según él mismo afirmó va a ser sólo una cosa: Cómo se ha portado cada persona ante el sufrimiento de quienes no tienen qué comer ni qué  ponerse, de los extranjeros e inmigrantes que se ven en tierra extraña, de las personas enfermas que se sienten solas y de las encarceladas que todo el mundo desprecia.

La persona farisea es aquella que tiene a Dios en el centro mismo de su conciencia, preocupándose constantemente por agradar a Dios y hacer lo que Dios quiere. Por eso mismo, el pecado está también en el centro de las preocupaciones de un buen fariseo. ¿Por qué entonces, Jesús no tolera a la persona farisea? Por una razón: porque en el centro de sus preocupaciones no está el sufrimiento que padecen los seres humanos, sino el pecado que ofende a Dios. Los conflictos que tuvo que soportar Jesús y las incomprensiones que padeció siempre fueron por la misma razón. Jesús se ponía de parte de quien sufría, fuera quien fuera y por el motivo que fuera. Y sí, para aliviar el sufrimiento, era necesario quebrantar las normas establecidas, las leyes religiosas e incluso escandalizar a los teólogos, sacerdotes, o expertos en la ley, Jesús no lo dudaba ningún momento

Sin duda alguna, Jesús tenía toda la razón del mundo cuando vio claramente que el mayor peligro para la humanidad no son los opresores, sino los fariseos. Porque los fariseos oprimen donde ningún opresor de “este mundo” puede oprimir. Por eso Jesús no se enfrentó a los romanos. Sus conflictos, hasta la misma sentencia de muerte, fueron con los fariseos. No cabe duda que los poderes de “este mundo” son peligrosos, ¡qué duda cabe! Pero son mucho más peligrosos los poderes del “otro mundo”, es decir, los que se presentan como representantes de Dios. Porque se trata de poderes que tocan donde nada ni nadie más puede tocar, en la intimidad de la conciencia, allí donde cada persona se ve a sí misma como una buena persona o, por el contrario, como una perdida y degenerada.

         Después que Jesús le enseñó a la multitud, se sentó frente a las alcancías del templo, y observaba como la gente daba su limosna para el tesoro. Muchos ricos daban en abundancia, pero también se acercó una viuda pobre y echó dos moneditas de muy poco valor. Jesús entonces llamó a sus discípulos y les dijo: “Yo les aseguro que esta viuda pobre ha dado más que todos los otros. Pues todos han echado de lo que les sobraba, mientras ella ha dado desde su pobreza, no tenía más, ha dado todo lo que tenía para vivir”. En tiempos de Jesús, Jerusalén era una ciudad donde habían muchas personas viviendo en las calles miserablemente, pidiendo limosna. Estas personas miserables se concentraban siempre cerca del templo, donde la gran mayoría no podía entrar si padecían alguna de las muchas enfermedades que se consideraban como castigo de Dios por los pecados: leprosos, tullidos, enfermos mentales, etc.

         Jesús no se opuso a la limosna. Al contrario en varias ocasiones habla de vender las propias riquezas para dar el dinero a las personas pobres. Lo que crítica Jesús es la actitud de aquellas personas que dan limosna para ser vistas o para tapar las injusticias con que tratan a sus trabajadores. En la actualidad, en un mundo tan complejo económicamente, la limosna, la beneficencia, las donaciones del extranjero, “las ayudas para el desarrollo de un país” en la mayoría de casos, son una manera de lavarse las manos y tapar las injusticias del sistema capitalista-mercantilista, que no se quieren resolver nunca de raíz. Cuando la limosna sustituye a la justicia debe ser totalmente rechazada. Cuando la limosna impide a la persona que la recibe crecer como ser humano, no es cristiana. La ayuda caritativa y humanitaria siempre serán necesarias en casos de emergencia, pero si no se atacan las causas de las injusticias estructurales que son la razón que hayan tantas personas pobres, esta caridad no hace otra cosa que volver eterna y cada vez mayor, la pobreza.

         Jesús valora grandemente la ofrenda de la viuda. Lo que ella echó en el tesoro del templo fueron unos centavos que no alcanzaban ni para pagar el pan necesario para comer un tiempo. Al engrandecer la generosidad de la viuda, Jesús, fiel a la tradición profética, está denunciando el lujo de la llamada “casa de Dios” y, más todavía, la seguridad con que las personas ricas piensan comprar con dinero la salvación o gracia de Dios. Al verdadero Dios no se le agrada ni con oro, plata, dinero u otro bien material. El templo de Dios es el ser humano. “La Iglesia no es un museo de oro y plata”. ¿Quieren de verdad honrar el cuerpo de Jesucristo? No permitan que se quede desnudo en las calles. No dejen que muera de hambre. No le honren en el templo con vestidos lujosos y joyas; mientras afuera lo dejan morir de frío y de hambre.     

 

“JESÚS NACE, VIVE, MUERE Y RESUCITA ENTRE LOS POBRES”.

COMENTARIOS Y SUGERENCIAS

Hacerlos al email: amigodelospobres@yahoo.com.mx Gracias por leernos.