sábado, 28 de marzo de 2020

LA ACTIVIDAD DEL HOMBRE HA DE SER PURIFICADA

de pixabay.com
De la Constitución pastoral Gáudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, del Concilio Vaticano segundo
(Núms. 37-38)

TODA LA ACTIVIDAD DEL HOMBRE HA DE SER PURIFICADA POR EL MISTERIO PASCUAL

La sagrada Escritura, con la cual está de a

Si nos preguntamos cómo es posible superar tan deplorable calamidad, debemos saber que la respuesta cristiana es la siguiente: hay que purificar y perfeccionar por la cruz y resurrección de Cristo todas las actividades humanas, las cuales, a causa de la soberbia y del egoísmo, corren diario peligro.

El hombre, redimido por Cristo y hecho en el Espíritu Santo nueva creatura, puede y debe amar las cosas creadas por Dios. Pues de Dios las recibe, y las mira y respeta como objetos salidos de las manos de Dios.

Dando gracias por ellas al Bienhechor y usando y gozando de las creaturas con pobreza y libertad de espíritu, el hombre entra de veras en posesión del mundo, como quien nada tiene y es dueño de todo. Todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios.

El Verbo de Dios, por quien fueron hechas todas las cosas, hecho él mismo carne y habitando en la tierra, entró como hombre perfecto en la historia del mundo, asumiéndola y constituyéndose él mismo como centro y cabeza de todas las cosas. Es él quien nos revela que Dios es amor, a la vez que nos enseña que la ley fundamental de la perfección humana y, por tanto, de la transformación del mundo es el mandamiento nuevo del amor.

Así, pues, a los que creen en el amor divino les da la certeza de que el camino del amor está abierto para el hombre, y que el esfuerzo por instaurar la fraternidad universal no es una utopía. Al mismo tiempo advierte que esta caridad no hay que buscarla únicamente en los acontecimientos importantes, sino, ante todo, en la vida ordinaria.

Él, sufriendo la muerte por todos nosotros, pecadores, nos enseña con su ejemplo que hemos de llevar también la cruz, que la carne y el mundo echan sobre los hombros de quienes buscan la paz y la justicia.

Constituido Señor por su resurrección, Cristo, al que le ha sido dada toda potestad en el cielo y en la tierra, obra ya por la virtud de su Espíritu en el corazón del hombre, no sólo despertando el anhelo del siglo futuro, sino alentando, purificando y robusteciendo también, con ese deseo, aquellos generosos propósitos con los que la familia humana intenta hacer más llevadera su propia vida y someter la tierra a este fin.

Mas los dones del Espíritu Santo son diversos: pues mientras llama a unos para que den un manifiesto testimonio, por medio de su ardiente anhelo de la morada celestial, y conserven así vivo este anhelo en medio de la humanidad, a otros los llama para que se dediquen al servicio temporal de esa humanidad, y preparen así el material del reino de los cielos.

A todos, sin embargo, los libera, para que, con la abnegación propia y por el empleo de todas las energías terrenas en pro de la vida humana, proyecten su preocupación hacia los tiempos futuros, cuando la humanidad entera llegará a ser una ofrenda acepta a Dios.
cuerdo la experiencia de los siglos, enseña a la familia humana que el progreso, altamente beneficioso para el hombre, también encierra, sin embargo, una gran tentación; pues los individuos y las colectividades, si llega a quedar subvertida la jerarquía de los valores y mezclado el bien con el mal, no miran más que a lo suyo, olvidando lo ajeno. Con lo cual el mundo no es ya el ámbito de una auténtica fraternidad, al tiempo que el poder creciente de la humanidad amenaza con destruir al propio género humano.

jueves, 19 de marzo de 2020

EL DIARIO DE SAN JOSE MES DE MARZO

Marzo
1. Cuando el santo Evangelio dijo de san José que era un varón justo, hizo de él el mayor elogio, porque lo declaró justo de la manera más cabal y perfecta y de un modo tan absoluto que supera su justicia no sólo a la de todos los santos, sí que también a la de todos los ángeles de la corte celestial.
2. Al llamar el Espíritu Santo a José, él varón justo, lo proclamó adornado de la justicia universal que es la suma de todas las virtudes, porque todos sus pensamientos, palabras y obras se encaminaron siempre a la mayor honra y gloria de Dios, y estuvo labrando con tanta perfección, que obró en un todo según el compás y nivel de la divina voluntad; tanta, tan perfecta y tan absoluta fue su justicia. Nada de culpa
hubo en san José.
3. Fue llamado san José el justo por la perfecta observancia de la ley de Dios y sus consejos; justo por su fe, devoción y posesión del Mesías; justo por haber obrado siempre con toda la rectitud con que obraron nuestros primeros padres antes que cayesen en el pecado original; y justo porque cumplió sus deberes para con Dios, para con el prójimo y para consigo mismo. Para que algo alcances de tanta justicia comulga sacramentalmente cuantas veces puedas.
4. Justo fue llamado san José, porque poseyendo toda virtud y perfección dio a cada
uno lo que se le debe; fue constante con la fortaleza, magnanimidad y perseverancia
en toda virtud y justo cual convenía al que siempre había de ser llamado padre de
Jesús y verdadero esposo de María, Madre de Dios. Alcanzarás algo de tanta virtud
si fueses devotísimo de la comunión espiritual.
5. Fue llamado san José el justo en extremo grado hasta el punto de autorizarnos a
decir de él que todo lo hizo bien. Que san José nos enseñe a ser justos dando a Dios
lo que es de Dios y amando al prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios.
Procura, por tanto, santificar cada hora por medio de la comunión espiritual.
6. Demos a Dios lo que es de Dios, reverenciándolo, amándolo, adorándolo, revestidos
siempre de un santo temor; seamos puros en pensamientos, palabras y obras con la
mayor pureza de intención, con esto daremos el primer paso hacia la suma justicia
que alcanzó el justo José, porque no sólo leeré bien las santas reglas, sino también
los libros propios de la comunidad.
7. Ay de aquel cuya vida sea un ultraje constante a Dios, una injuria continua a nuestro
prójimo, por tener en su alma la degradación feísima del pecado que ha cometido.
Conducta del justo José. De mi parte tomaré el alimento no por regalar el apetito,
sino para vivir siempre sin pecado.
8. Ya que sólo en la guarda de la justicia hay paz y tranquilidad, tengamos para Dios
un corazón de hijos, con el prójimo un corazón de madre y con nosotros mismos un
corazón de juez; así, seremos justos y felices como san José; así, jamás
procuraremos oficios por voluntad; así, nos sujetaremos continuamente a lo que
disponga la obediencia.
9. Después de haber contemplado a san José, haciendo oración con Jesús y María en el
templo de Jerusalén y en la casa de Nazaret, dirijamos al santo Patriarca fervientes
súplicas diciéndole: señor san José, tú que eres el maestro de la oración, enséñame a
orar; y todos los días hagamos oración fervorosa acompañados de san José.
10. Ya que no hay cosa más necesaria que la oración. Porque el que ora se salva y el que
no ora se condena, pidámosle al señor san José que nos enseñe el modo de hacer oración, levantando la consideración a Dios para decirle mercedes. ¡San José, enséñame a orar! Y sea esta jaculatoria que infundamos en el corazón de todos nuestros niños y niñas.
11. Si aprendemos de san José el orar, y de hecho oramos conforme nuestras reglas y oramos vocalmente y por medio de jaculatorias, entonces, junto con la oración nos dará san José el alma de las obras perfectas, el muro para defender la ciudad de nuestras conciencia, el cimiento del edificio espiritual, el lastre del navío de la gloria, la fortaleza y el arma para pelear contra todos los enemigos de nuestra alma. ¡Enséñame a orar, señor san José!
12. Hazme comprender glorioso san José, que sin oración me pierdo, porque las tentaciones me vencerán, vacilaré a las menores dificultades y pereceré a las menores dificultades y pereceré miserablemente por el pecado cometido. Glorioso san José, enséñame a orar y haz que sea hombre de oración y que junto con la oración sepa cumplir perfectamente las obras de un apóstol.
13. José, orando entre Jesús y María, enseña que no hay ejercicio más dulce y suave que la santa oración, y porque las palabras con las que Dios habla al alma son más dulces que el panal de miel.
14. ¿Quién podrá explicar a qué alteza de espíritu voló señor san José? ¿Quién podrá ni
siquiera imaginar lo subido de la oración y contemplación del santo? Nadie, absolutamente nadie, y ni siquiera los más encumbrados serafines podrán vislumbrar algo de la sublime oración de san José.
15. Señor san José, hazme hombre de oración y concédeme la gracia de que ore tanto y tan bien, que orando alcance de hecho el fundamento de los bienes de la gracia el alma de todas las buenas obras, los deseos más ardientes de hacerme santo y los más vivos propósitos los lleve acabo por vuestra bondad. ¡Señor san José, enséñame a orar, hazme verdaderamente hombre de oración, haz que sepa unir mi vida de Marta con la de María!
16. Es la oración la luz del espíritu, la alegría del corazón, el fervor de la voluntad, el
consuelo de la conciencia, el sustento de la gracia y la engendradora de los dones y
frutos del Espíritu Santo; todo esto alcanza el que hace la oración amaestrado en la
escuela de san José. Que todos los hijos de ambas familias sean gente muy amante
de la oración.
17. José es el hombre de la oración y el varón más privilegiado de Dios, y el más privilegiado del Rey eterno, y el más allegado al Emperador de la gloria, y el que tiene el más fácil y más íntimo trato con Dios. ¡Señor san José, enséñame a hacer oración!, y que ore todos los días con más fervor y facilidad y mayor práctica en la virtud.
18. ¿Cuál no debía ser la oración de san José, que, a solas y en compañía de María, gozaba de la presencia del Rey de la gloria, y que fue su hijo, su hijo sumiso y obediente a su voz por más de treinta años? La vida de José no pudo ser otra cosa que una continuada oración.
19. No hay para mí una cosa más encantadora que una bella imagen de san José con el niño Jesús, que descansa dormidito en sus brazos, porque nos declara algo de lo altísimo de su oración y de la alteza de su contemplación. ¡Señor san José, enséñanos a orar viendo a Jesús, teniéndolo en tus brazos y enséñanos a dar los primeros pasos! ¡Señor san José, enséñanos a orar!
20. El que aprende a hacer oración en la escuela de san José, llega de hecho a ser hombre de oración, y a su tiempo alcanza algo de aquel misterioso sueño que hace estar más despierto, de aquel místico silencio que habla en lo interior, de aquella obscuridad que brilla admirablemente, de aquella limpieza que hace limpios de corazón y los conduce a ver a Dios; y aprende, sobre todo, en fuerza de la misma oración a ser hombre mortificado, sufrido y devoto.
21. Dormía san José, y era su oración subida, estaba despierto y atento, velando a su amado Jesús, con su corazón abrasado con las llamas de una infinita caridad, y José oraba durmiendo. Qué desgracia dejar alguna vez la oración para dormir.
22. José oraba, y en su oración descansaba el niño Jesús sobre su pecho; y entonces se arrojaba del todo con todo ímpetu de su voluntad en el amor de aquel soberano bien, y se transformaba en el amado; entonces se cumplía que Jesús era todo de José y José era todo de Jesús. ¿Cuándo comenzaremos nosotros a decir: “Mi amado es todo para mí”?
23. Era san José de la más levantada pureza, porque libre de pecados, tenía su corazón tan puro, limpio y cristalino que no tenía impedimento para la unión con Dios y para que Dios lo levantara para sí de la manera más admirable, imprimiéndole perfectísimamente su semejanza. ¡Señor san José, hazme limpio de corazón, hazme la gracia que todos los días deteste mejor las faltas de la pasión dominante!
24. Cuando la Virgen se dedicaba a los ministerios caseros, san José tomaba al niño en sus brazos, y san José descansaba en los brazos de Dios, y se le olvidaba al santísimo Patriarca todo cuidado, quitábansele las aflicciones, porque le bastaba Dios, a quien amaba, y el Niño a quien servía. Dichosa el alma que, desprendida de sí misma, pone su confianza en Dios.
25. Firmemente allegado y del todo apegado a Dios, estuvo san José más que todos los
santos y ángeles juntos, después de la Virgen María, pues, contento con la divina
presencia y habla interior, se fijaba y llegaba tan íntimamente a él, que lo hacía con
todo el ímpetu de que su corazón era capaz, de suerte que en todo tiempo, en toda
edad y en toda ocasión siempre se unió a Jesús de la manera más perfecta y
admirable, practicando siempre en grado tan heroico todas las virtudes.
26. ¡Oh!, ¿quién viera al bendito Niño colgado en algunas ocasiones de los brazos y del cuello de san José? ¿Quién viera al mismo san José queriendo meterse al Niño  dentro de sus entrañas y darle el corazón por no contentarse con los besos y abrazos exteriores? Nadie podrá ni imaginarse siquiera el modo admirable con que el señor san José se unía a Jesús.
27. Oh, ¿quién supiera orar como san José? ¡Santo maestro de la oración, enséñame a orar!, condúceme de la mano para que ore bien y haz que yo sea uno tus más aprovechados discípulos, que sea hombre de oración.
28. Imita a san José que oraba frecuentemente y ardentísimamente y siempre, siempre ante Jesús y María. Imita a san José en el orar; y si no tienes maestro, pídele a san José que te enseñe a tener oración, y no erraras el camino, porque te conducirá por la senda de la verdadera oración.
29. ¡Oh san José, maestro de la oración!, péguese mi lengua al paladar y olvídeme de comer mi pan, si me olvidara de tener todos los días la oración que me dice mi regla. Haz que mi corazón respire todos los días actos los más inflamados de oración.
30. Contempla a san José que, vista la soberbia satánica que se extiende por todo el mundo, lleno de compasión dice a sus devotos: “Aprende de mí que soy manso y humilde de corazón, y aprenderás la humildad y la mansedumbre mediante la santa oración”.
31. Humildísimo san José, alcánzame la verdadera humildad, ya que por humildad no quisiste presentar a los maestros de la ley a tu purísima esposa, como la Madre del Mesías prometido conforme a los dictámenes de la ley y sus tradiciones.

Tomado de: DIARIO DE SAN JOSÉ DE JOSÉ  MARÍA VILASECA.

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