jueves, 31 de julio de 2008

Lucha contra el hambre. Mt 14, 13 - 21

Este domingo la liturgia nos trae el conocido pasaje evangélico de la multiplicación de los panes. Es probablemente uno de los textos más conocido en el mundo, pero al mismo tiempo el menos aceptado por las políticas económicas y sociales de los países y culturas. Veamos el texto destacando cuatro ideas.

1.“Al enterarse, Jesús se fue de allí” (v. 13)

.“Sanó a los enfJesús se entera del asesinato de Juan el Bautista, a quien admiraba profundamente por su coraje y perseverancia para denunciar las injusticias, especialmente de los poderosos. Con la muerte de Juan se acaban los bautismos en el Jordán, se dispersan sus discípulos y huyen, pues corren peligro. El Evangelio nos dice que Jesús al enterarse de lo sucedido se fue de allí. ¿Por qué se fue? No olvidemos que Jesús, aunque es el gran liberador y salvador, también es verdadero hombre. Jesús era discípulo de Juan, al morir el que fue su maestro siete temor, huye y se esconde.

Muchos de nosotros, aún sabiendo que estamos aquí por Dios y para Dios, nos dejamos impresionar por el liderazgo de hombre y mujeres que luchan incansablemente por una causa justa; sin embargo cuando matan a éstos nos desilusionamos, pensamos que todo está perdido, preferimos salir corriendo y dejar la lucha. A Jesús le pasó así, ¿A usted también le ha pasado alguna vez?

2.“Pero lo supo la multitud ... Jesús sintió compasión” (v. 13. 14)

Jesús quiere esconderse, estar sólo y ponerse a salvo, pero el Padre tiene pensada para Él otra cosa. En Israel la desigualdad social y religiosa, la opresión y la exclusión que aplastaba principalmente a los pobres, redundaban básicamete en dos realidades, y ante ellas sólo dos opciones claras: la enfermedad y el hambre, para las cuales sólo hay dos opciones: dejarse morir o luchar por vivir. Los que se enteraron que Jesús iba hacia la otra orilla, confiando en Él, lo siguieron a pie desde los poblados. No sabemos qué tan distantes estarían esos pueblos, pero si sabemos que los que lo siguieron eran personas enfermas y hambrientas, es decir, personas débiles que no se quedaron de brazos cruzados, estas personas pobres nos dan toda una catequesis, pues la solución a los problemas más hondos del ser humano la encontramos en Jesús y no importa el sacrificio que tengamos que pasar para llegar hasta Él. Sin embargo, no olvidemos que Jesús está huyendo, lo que menos busca en ese momento es aparecer como otro Juan Bautista y también ser asesinado, pero su corazón se deja enternecer al ver esa multitud necesitada. Jesús se olvida de si mismo y de su seguridad, siente compasión y desde ese momento vuelve a la lucha.

La presencia de los pobres nos recuerda que nosotros no estamos en este mundo ni para cuidarnos ni para seguir a líderes carismáticos, por muy luchadores que sean, pues al ser éstos asesinados símplemente terminariamos por dispersarnos. Los pobres nos buscan a cada uno de nosotros, tocan nuestras puertas, nos piden dinero en los buses, nos asaltan en los mercados y se nos acercan en los seminarios, en las casas curales y en los conventos en busca de ayuda. Los pobres nos dicen: “ayúdame”. Jesús recibió sus gritos de auxilio y cambió de plan, ¿Nosotros hacemos lo mismo?

3.“Sanó a los enfermos” (v. 14)

Una vez que Jesús siente compasión comienza su acción. El primer paso fue dar solución a lo más urgente: la enfermedad, último escalón de la muerte. En Israel ser enfermo era toda una desgracia, pues además de sufrir los males físicos y la angustia de una muerte temprana, se sufría también la exclusión social y religiosa. Los leprosos, por ejemplo, eran expulsados de las ciudades y se les enviaba hacia poblados inhóspitos y olvidados. Jesús, compasivo, va hacia ellos y los cura, acaba con su exclusión, con sus males físicos y con todas sus angustias, les devuelve la esperanza y la felicidad.

En nuestro mundo neoliberal-global la salud es un problema peor que hace 2000 años. En tiempos de Jesús se excluía a quien no se podía sanar, hoy se excluye desde el momento mismo que el enfermo “no tiene” para pagar por su salud; entre el médico y los enfermos hay empresas voraces y sedientas de dinero que han encontrado en los hospitales, seguros y clínicas espacios para adquirir dinero; a medida que hay más privatización aumentan las muertes a temprana edad. ¿Qué estamos haciendo nosotros frente a esta realidad? Tarde o temprano podremos ser víctimas del sistema, ¿Será hasta este momento que comprenderemos que debemos hacer algo o simplemente dejaremos que las cosas sigan así?

4.“Comieron todos, quedaron satisfechos” (v. 20)

Jesús da otro paso: acabar con el hambre. Curar a los enfermos es una acción necesaria y urgente, pero no resuelve el problema, pues los mismos sanados por Jesús volverán a enfermarse. El problema de la enfermedad está en el hambre y el problema del hambre está en el egoísmo. A esto es a lo que Jesús apunta en su acción.

Los discípulos al ver que anochecía y que tanta gente hambrienta los acompañaba, simplemente proponen: “despide a la multitud para que vayan a los pueblos para comprar algo” (v. 15). Los discípulos se sienten impotentes para solucionar el problema y optan por el famoso “sálvese el quien pueda”. Jesús, sorprendentemente, les dice: “denles ustedes de comer” (v. 16). Para los discípulos la propuesta de Jesús es absurda, ellos también son pobres, no tienen para alimentar a todos, símplemente tienen “cinco panes y dos pescados” (v. 17), con los cuales podrían comer ellos y Jesús.

En nuestras casas nos pasa como a los discípulos, aun cuando nos duele ver a personas hambrientas no nos sentimos capaces de solucionar su hambre. Si un día invitamos algún pobre a nuestra mesa, otro día no podemos, si un día tenemos mucho dinero para hacer una cena grande e invitar a todos los pobres que conocemos, otro día no tenemos. Lo que sucede es que tanto los discípulos como nosotros pensamos que la solución del hambre está en tener suficiente dinero para dar de comer a los hambrientos, sin embargo Jesús nos enseña que ese no es el camino.

Cuando los discípulos dijeron que sólo tenían cinco panes y dos pescados, Jesús rápidamente les dijo: “Tráiganlos”. Para solucionar el hambre es necesario el desprendimiento y el compartir. Los discípulos tenían esos cinco panes y dos pescados para ellos, pero ahora, aunque no entienden, se los dan a Jesús para que los comparta con esa gran multitud, quizá todos queden con hambre, pero lo importante es que todos coman. Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados, dio gracias a Dios porque entre los hombres y las mujeres todavía hay personas que se desprenden de lo poco que tienen para compartirlo con sus hermanos, luego de dar gracias a Dios parte los panes y los peces y se los devuelve partidos a sus discípulos para que los den a la multitud. Este cuadro puede ser visto como la máxima desgracia de un pueblo, lo poquito que tenían, ahora se parte, se hace más pequeño y más insignificante, si antes con esos cinco panes y dos pescados los discípulos y Jesús apenas podrían sobrevivir, verlos ahora partidos para ser entregado a miles es motivo de tristeza. Sin embargo, Jesús ve las cosas de otro modo y da gracias, no le importa comer menos o asegurar su sustento, lo que le importa es que lo poquito que cada uno tenga sea compartido.

Jesús no es el que entrega los pedacitos de pan y de pescado a la multitud, lo hacen sus discípulos. Sólo los verdaderos discípulos de Jesús serían capaces de entregar equitativamente lo que su maestro les ha dado. Para acabar con el hambre no basta con que los que tienen se desprendan, sino que es necesario que nadie acapare, que todo sea entegado por igual a todos, que la solidaridad domine y se propague. De este modo, no sólo unos pocos se desprenderán, sino todos y no sólo unos pocos lucharán porque todos reciban, sino todos.

Luego de la distribución nadie quedó con hambre. Ahora todos pueden devolverse sanos y satisfechos, ¿pero allí habrá acabado el hambre y la enfermedad? El evangelio nos dice que “recogieron las sobras y llenaron doce canastos” (v. 20). Ahora es tarea de cada uno de esos hombres, mujeres y niños llevar esos pedacitos de pan y pescado compartidos a sus pueblos, ahora les toca a cada uno de ellos extender la obra compasiva y solidaria en la lucha contra el hambre, ahora sí pueden irse a sus pueblos para repetir la obra que Cristo ya hizo con ellos.

Si al leer esta pequeña reflexión y releer el evangelio no despierta en nosotros el deseo de luchar contra el hambre desde el proyecto de la solidaridad, es que el evangelio no ha sido para nosotros Palaba que da Vida. Pidamos a Dios que nosotros seamos los primeros en dejarnos tocar por este evangelio y así demos, alegremente, nuestros cinco panes y dos peces.

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