domingo, 13 de julio de 2008

Sembremos la semilla del Reino a tiempo y a destiempo. Mt 13, 1 -9. 18 - 23

Hoy, décimo quinto domingo del tiempo Ordinario, la liturgia nos trae el famoso texto del Sembrardor que tira la semilla en distintas tierras, pero que no puede esperar de todas ellas la bondad de un fruto abundante. Es un texto muy trabajado en nuestros pueblos latinoamericanos, sobre todo en los ambientes misioneros. Para analizarlo destacaremos siete ideas.

1. "Salió Jesús de casa y ..." (v. 1) "salió un sembrador a sembrar" (v. 3)

Jesús es el sembrador por excelencia, dejó su condición divina y se vino al mundo no a recibir honores, sino desprecios, insultos, traiciones, negaciones y hasta la muerte. Vino al mundo con un sólo objetivo: cumplir la voluntad del Padre, instaurar el Reino de los Cielos en la tierra. Sin embargo, Jesús sabía que Él solo no podía ni terminaría la obra; era necesario que otros la continuaran y apoyaran, entonces comenzó a regar la semilla.

No todos acogieron la semilla del Reino de la misma manera, no todos se convirtieron posteriormente en sembradores, sino que muchos desaparecieron y se olvidaron de la Buena Noticia. ¿Seremos nosotros de esos? ¿De qué modo la estamos recibiendo?

2. "Unas semillas cayeron junto al camino" (v. 4) "Si uno escucha la Palabra del Reino y no la entiende, viene el Maligno y le arrebata lo sembrado en su corazón" (v. 18)

Escuchar la palabra del Reino y no entenderla, es quedarse estudiando la Palabra todo el tiempo y nunca ponerla en práctica. Aquí entran todos esos que gastan horas y horas en el estudio de la Escritura, se vuelven especialistas en griego y hebreo bíblico, en exégesis, hermenéutica, apologética y tipología, leen un sinnúmero de libros de teología y comentarios bíblicos; pero, no son verdaderos apóstoles ni mucho menos sembradores, son casi como el Maligno que conoce bien la voluntad de Dios, pero no le interesa para nada. Nosotros debemos evitar caer en este riesgo, no podemos quedarnos en lo academicista, no podemos seguir leyendo la Biblia desde nuestro escritorio, sino en medio de las visitas familiares, de los grupos bíblicos y de las Comunidades Eclesiales de Base.

3. "Otras cayeron en terreno pedregoso con poca tierra" (v. 5). "es el que escucha la palabra y la recibe enseguida con gozo; pero no tiene raíz y es inconstante. Llega la tribulación o persecución por causa de la palabra e inmediatamente falla." (v. 20-21)

Escuchar la Palabra del Reino y recibirla enseguida no garantiza una buena siembra. La Palabra del Reino debe ir penetrando poco a poco en cada uno de nosotros, no es posible ser apóstoles sin proceso, sin maduración, sin reflexión, sin experiencia y sin crisis; como sembradores estamos llamados a optar por acompañar a las comunidades respetando sus procesos de evangelización, no podemos pretender que en un año o dos existan comunidades de laicos comprometidos; por esta misma razón, tampoco podemos darnos por vencido fácilmente si vemos que los resultados son escasos, inclusive nulos, no todo está perdido, quizá es parte del proceso de la comunidad.

4. "Otras cayeron entre espinos" (v. 7) "es el que escucha la palabra; pero las preocupaciones mundanas y la seducción de la riqueza lo ahogan y no da fruto" (v. 22)

Es el que escucha la Palabra pero no le da prioridad. La Palabra de Dios exige ser la primera de todas las palabras, de otro modo, nunca producirá su fruto en nosotros. Quien ha escuchado la Palabra y comienza a comprometerse, rápidamente recibe otras otras palabras como: "no te esforcés tanto, otros no lo hacen", "hablá pero sé prudente, más hacés vivo que muerto", "no hablés de lo que no vivís", "es verdad, eso dice la Palabra, pero vos sos humano y también fallás", etc. Estas palabras van flexibilizando la radicalidad del Evangelio, van convirtiendo rápidamente en un misionero, un presbítero o un obispo acomodado.

5. "Otras cayeron en tierra fértil y dieron fruto" (v. 8) "es el que escucha la Palabra y la entiende. Éste da fruto" (v. 23)

El que escucha la Palabra y la pone en práctica es el que en verdad la entiende. Los mejores predicadores de la Palabra son aquellos que con su testimonio de vida demuestran que Dios existe y sigue hablando. Éstos son los que han aceptado la propuesta de la Buena Noticia e igual que Jesús están dispuestos a morir por ella. Jesús regó la semilla hasta la muerte, aun sin saber si alguna de esas semillas iba a caer en tierra buena. Del mismo modo debemos hacerlo nosotros, tengamos la seguridad de que los frutos vendrán aunque nosotros no los miremos: el éxito de la misión no está en obtener frutos, sino en nunca haber dejado de regar la semilla.

6. "Unas ciento, otras sesenta, otras treinta" (v. 8)

La semilla que cae en tierra buena, gracias a la bondad de Dios, produce frutos inimaginables, más de lo que cualquiera de nosotros puede pensar. El problema, sin embargo, está en que no sabemos cuándo producirá frutos y por eso muchas veces pensamos que estamos perdiendo el tiempo. Ante esta realidad, es necesario que entremos en la dinámica del gran sembrador, Jesucristo: vino a salvar el mundo, derrotó la muerte, sembró la gran semilla del Reino; pero, todavía hay muerte, egoísmo, injusticia, es decir, aún el gran fruto de la Vida no ha crecido totalmente. Al igual que Jesús, hagamos nuestra parte y dejemos que los demás hagan la suya.

7. "El que tenga oídos que escuche" (v. 9)

El Evangelio de hoy va a ser leído por millones de personas en el mundo, entre ellas el Papa Benedicto XVI, las Conferencias Episcopales, los cléricos y laicos, los ateos, etc.; pero, no todos escucharán, sino aquellos que estén dispuestos a poner en práctica esa Palabra. Muchos de nosotros emplearemos este texto en una Lectio Divina, en una celebración de la Palabra, en una dinámica de grupo, en un diálogo entre amigos, pero debemos evitar de quedarnos en la sola letra y huir de no penetrar en el espíritu revolucionario que ella siempre engendra.

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