miércoles, 2 de julio de 2008

Celo apostólico: El proyecto de liberación se edifica con la sangre de los mártires. Mt 16, 13 - 19

El Evangelio de este domingo nos presenta a Jesús haciéndole una pregunta vital a los discípulos: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo” (v.15) Pedro contestó: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo”(v.16). La respuesta que Pedro brinda a Jesús se enmarca dentro de la llamada crisis galilea. Esta crisis consistió en un período de desesperanza y angustia que vivió Jesús tras los resultados adversos del primer año de su ministerio público: el pueblo no se volvió a Dios, los poderosos endurecieron sus posturas radicales y se desató la persecusión contra Él y sus discípulos.

De boca de Pedro Jesús recibe una confirmación, es Dios mismo por los labios de Pedro quien le dice: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo”, es decir, sigue adelante, sigue instaurando mi proyecto de justicia aunque el pueblo no se convierta, aunque sus jefes te persigan para matarte, aunque sientas que ya nada tiene sentido.

Jesús sabe escuchar y reconoce en la respuesta de Pedro la voz de su Padre: “Feliz eres, Simón Barjona, porque esto no te lo ha revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos” (v.17). Jesús comprende que Pedro ha hablado en nombre de Dios y que su fe es tan grande que puede sostener a los demás: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; los poderes de la muerte jamás la podrán vencer. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo”.

Este domingo celebramos la solemnidad de San Pedro y San Pablo, los pilares evangelizadores del cristianismo. Ellos son el modelo del misionero, nunca se cansaron de proclamar la Buena Noticia de Jesucristo a todas las personas y a todos los países.

¿Qué caracterizó las vidas apostólicas de Pedro y Pablo? San Vicente de Paúl aporta la respuesta: el celo por las almas o celo apostólico. Para San Vicente el celo es un amor ardiente, estar disponible a ir a donde sea para hablar acerca de Cristo, aun en circunstancias difíciles; disponibilidad para morir por Él. Es un amor afectivo y efectivo (en sacrificio). Para Robert Maloney, vigésimo tercer Superior General de la Congregación de la Misión, el celo se expresa también hoy en el martirio.

Pedro y Pablo son mártires. Los aportes de ambos para las primeras comunidades cristianas son invaluables. No tuvieron miedo de ir por todas las ciudades y rincones del imperio romano anunciando que Jesús de Nazaret es el Cristo, que su sacrificio genera salvación, que su proyecto salvífico del Reino de los Cielos se puede hacer posible en la tierra. Pero algo más se añade a su trabajo apostólico, fueron creando Iglesia: comunidad que se reúne en torno a Jesucristo para celebrar con él la vida y la esperanza y para vivir un proyecto de liberación. Cuando en este Evangelio Jesús le dice a Pedro que sobre él edificará su Iglesia, sin duda no se refiere a la Iglesia Católica como institución ni mucho menos a la primacía del obispo de Roma sino a algo más significativo: Sobre la fe de Pedro se fundaría la comunidad de creyentes que vivirían en adelante nuevos caminos de fraternidad, lejos de la violencia y la separación de cualquier índole.

¿Qué tiene que ver con nosotros este Evangelio, esta solemnidad y el celo apostólico?

Este Evangelio nos mueve a hacer la misma confesión de fe que Pedro hizo: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios Vivo” y que haciéndola vivamos de acuerdo a ella anunciándole al mundo que en el mesianismo de Jesús (instaurador de paz y justicia) se encuentra el camino de la liberación.

En la primera lectura de este domingo Pedro es liberado de la cárcel por el Ángel del Señor, donde se encontraba esposado y muy bien vigilado; en la segunda lectura Pablo comenta a Timoteo que ha librado la buena lucha, que le espera la corona merecida que no sólo es para él sino para “todos los que tengan amor a su venida” (a la venida de Jesucristo). Esta última expresión de Pablo es una auténtica invitación a los cristianos de todos los tiempos para que libren esa buena lucha. Algo debemos saber: una de las notas esenciales de la Iglesia es la persecusión. El Evangelio del domingo anterior lo decía con una firmeza impresionante: “No tengan miedo a los que matan el cuerpo”. A Pedro y a Pablo los asesinó el emperador Nerón entre los años 60-65 d.C. sin embargo, el mensaje que portaban sigue en la historia, ni los poderes de la muerte lo pueden detener, como tampoco podrán acabar con la Iglesia del Señor que no se queda estática, sino todo lo contrario: se solidariza con los pobres y comparrte con ellos techo y pan, dándoles en su fraternidad el lugar que se merecen y que el sistema de capitalismo idolátrico en que vivimos les ha arrebatado con violencia y a costa de sangre inocente.

¿Sentimos el amor ardiente de anunciar a Cristo a dónde sea, en las circunstancias más difíciles y estamos dispuestos a morir por Él? Es necesario dejarnos interpelar por el celo apostólico y analizar si en verdad lo tenemos.

En este momento particular de la historia de Latinoamérica el celo apostólico es extremadamente necesario. Los pobres necesitan que les ayudemos a romper sus cadenas, que nos insertemos con ellos en los barrios marginales donde la miseria, la injusticia y la violencia son el pan de cada día y que en los campos nos solidaricemos con ellos para enfrentar los efectos de la crisis económica que se vive en la región. La evangelización se hace en primer lugar por medio de la palabra, pero se debe recordar que el anuncio de Cristo muerto y resucitado es también el anuncio de que el ser humano condenado a la muerte también puede resucitar en Cristo quien es el eterno viviente. El anuncio de Pedro y Pablo fue un anuncio no en el aire sino con los pies bien puestos en la tierra, como en verdad debe ser ahora la evangelización: sino cambia las estructuras sociales y políticas de este mundo idolátrico será “bello poema” pero no Palabra del Señor capaz de demoler la muerte y edificar sobre sus ruinas la vida digna para todos, especialmente para los marginados de la historia.

Finalmente recordemos la premisa básica de la acción pastoral de la Iglesia: “La acción pastoral de la Iglesia tiene como nota esencial ser misionera”. ¿Hemos considerado en nuestra vida la posibilidad de ir a otros sitios vulnerados a anunciar a Cristo? Si no lo hemos considerado no nos llamemos cristianos porque nos falta mucho para autodenominarnos de tal manera. Pedro y Pablo nos recuerdan con sus testimonios martiriales que la vida cristiana es servicio en entrega y sacrificio y quien no esté dispuesto a ello aún no ha puesto al centro de su vida al Señor de la Historia.

1 comentario:

Unknown dijo...

Me encantó leer una reflexión. Ella tiene que ver totalmente con la realidad que estamos viviendo en nuestro país y en todos los países pobres de nuestra América Latina

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