viernes, 26 de junio de 2009

SALUD Y SALVACIÓN PARA LA MUJER

Marcos 5, 21-43:

Marcos nos relata el regreso de Jesús de la tierra de los gerasenos a la tierra judía. Mientras iba rumbo a la casa de Jairo, una mujer que estaba en medio de la multitud, desesperada por un derrame de sangre que padecía desde hacía años, tocó por detrás el manto de Jesús con la esperanza y la fe de sanar ya que ningún médico de su tiempo la había podido curar. Esta situación la había dejado pobre, además de encontrarse en la marginación por ser considerada una mujer impura ante la ley judía. Jesús, dándose cuenta de esta realidad de fe, pregunta: ¿Quién me ha tocado? Los discípulos no entendiendo nada del milagro que se había dado por medio de Jesús, dijeron: “hay tanta gente que te oprime que no sabemos”. Pero, había una mujer que sabía lo que había pasado, asustada y temblorosa se acercó y le contó la verdad. Ante este gran gesto de fe, Jesús no sólo la sana sino que también la libera y salva de toda realidad injusta e inhumana que le acontecía y la envía a seguir la vida en paz, luego de haberla reintegrado a la comunidad.

Después de esto le informan a Jairo que su hija había muerto. Jesús dándole consuelo y esperanza le dice: “no tengas miedo, solamente ten fe”y dejando que sólo le acompañen algunos de sus discípulos, llega a la casa y encuentra un gran alboroto: unos lloraban y otros gritaban. Viendo esto, Jesús dijo: “¿Por qué este alboroto y tanto llanto? La niña no está muerta sino dormida”. Mientras se burlaban de Él, los hizo salir a todos y sólo tomo consigo al padre, a la madre y a los que venían con Él; y entrando donde estaba la niña, le dijo: “Talitá Kumi” que quiere decir: “Niña, te lo digo, levántate” y así la niña se levantó y empezó a caminar, además Jesús pidió que le dieran de comer, símbolo de la labor comunitaria en la restitución de sus miembros; Jesús ya hizo su parte ahora corresponde a la familia hacer la suya.

Ambos milagros hechos a estas mujeres muestran la liberación y salvación integral de toda mujer víctima de la exclusión patriarcal y machista de toda época, así Jesús les devuelve y sigue devolviendo ahora la vida y la dignidad de seres humanos, de hijas de Dios. Con esto sigue desafiando todo esquema que oprime y mata, en especial a las mujeres y a los niños y niñas.

Hoy vemos cómo la realidad es la misma o quizás peor, pues observamos cómo tanta gente va a un hospital en búsqueda de salud, con la esperanza de ser atendida y lo único que encuentra es desaliento y palabras de resignación. Hoy podemos ver con tristeza, cóomo a pesar de contar con tantos adelantos científicos, con nuevos aparatos y nuevas medicinas, la gente sigue muriendo por la mala atención médica, por no tener dinero para pagar una operación o comprar las medicinas. Es cuestionante el hecho de que todos estos avances científicos sólo garantizan la vida de unas pocas personas: las que tienen dinero suficiente para pagar. Es decir, que entre el 60% y el 80% de la población en nuestros países latinoamericanos está prácticamente desprotegida y con la esperanza casi perdida.

Una expresión de la gente es:<<Mire usté, para que voy a ir al hospital o al puesto de salud, si tengo que caminar más de dos horas, ando con mi enfermedad y mi dolor y cuando llego lo único que me dicen es: “tome Acetaminofén y ya se le va a pasar. Al final, sólo Dios conmigo>>. ¿Esto es justo?

Con el pago de nuestros impuestos en un Estado de Derecho debe garantizarse, la vida como derecho fundamental e inherente de la persona, pero eso es un sueño que parece alejarse cada vez más. La única esperanza que le queda a la gente es Dios mismo, por eso esperan constantemente un milagro que debemos entender como signo de vida, como signo del Reino de Dios.

Definitivamente, la fe de la gente nos empuja a un cambio de actitud. Debemos dejar de lado nuestra indiferencia, nuestro conformismo y nuestra pasividad, y recuperar la sensibilidad ante el dolor y la necesidad de los pobres. Debemos recuperar el valor de la solidaridad la vivencia más significativa del amor cristiano. Debemos recuperar la conciencia crítica para exigir a nuestros gobiernos y a todas las instituciones civiles y religiosas, que se garantice la vida y que se brinden los medios necesarios para ello.

Es imprescindible que asumamos el compromiso de ser signos de esperanza, que comencemos a organizarnos como iglesia, como pueblo de Dios para luchar contra la injusticia. En algunas comunidades observamos como la fe se traduce en proyectos de salud, de educación, de alimentación, de promoción humana, etc. y no se espera con los brazos cruzados a que los milagros sucedan como cosas mágicas.

Los milagros son esos signos de vida en los que Dios se manifiesta en y desde la acción comunitaria. Sólo así se entiende el Evangelio como Buena Noticia, cuando es signo real y visible de la vida.

Además, es notorio que la era cibernética ha traído grandes ventajas para el desarrollo humano, pero también esta generando la cultura de la insolidaridad, el egocentrismo y el encerramiento en sí mismo. La vida se encuentra amenazada de muchas formas; la xenofobia, la discriminación de géneros y la exclusión social siguen siendo males que destruyen la vida y reclaman nuestra solidaridad y nuestro cambio de mentalidad.

Junto con Jairo, su niña y la mujer excluída supliquemos a Jesús que nos sane y nos mantenga vivos, nos levante, y ayude a caminar para cumplir nuestro deber de hijos(as) de Dios con fe y esperanza.

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