domingo, 7 de junio de 2009

LA SANTÍSIMA TRINIDAD, COMUNIDAD DE AMOR.

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Mateo 20, 16-20

Este domingo la Iglesia celebra una de sus más importantes solemnidades: La Santísima Trinidad. Comprender a Dios como “comunidad” es la novedad cristiana de todos los tiempos; Dios es uno, pero es un Dios que vive un amor pleno en sus personas y ese amor le ha hecho ACCIÓN creadora, redentora y santificadora.

El texto que nos propone la liturgia contiene en sí las dimensiones que hacen a la Palabra de Dios Buena Noticia: Anuncio y Denuncia.

En cuanto al anuncio que contiene esta perícopa del Evangelio según San Mateo, se harán cuatro especificaciones:

La primera es que los discípulos a pesar de su tristeza, frustración, decepción y miedo luego de la muerte de Jesús, aún conservaban cierta esperanza. Por ello, ante la convocatoria de Jesús hecha a través de las mujeres que fueron al sepulcro y tuvieron el primer encuentro con Él ya resucitado, los once discípulos acudieron, aunque algunos con ciertas o quizás muchas dudas, pero lo importante es que creyeron en el testimonio de las mujeres y aceptaron la invitación para el encuentro.

La segunda, para que un encuentro se haga realidad se debe estar en movimiento, es decir, quienes deseen encontrarse con Jesús deberán encaminarse hacia un “centro” vital. En este caso, el punto común o centro es la experiencia que Jesús y sus discípulos compartieron. Los discípulos salieron de Jerusalén con destino a Galilea donde Jesús “se acercó y les habló”.

La tercera es el envío Jesús a los suyos para que “Hagan discípulos a todas las gentes”, La condición para que el Evangelio sea Buena Noticia es que no esté restringido a algunos, no se puede ni se debe excluir a nadie. Esta experiencia del discipulado conlleva al bautismo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Claro, es evidente que esto implica haber tenido una experiencia de fe y vida a nivel personal y comunitario. Para los discípulos, este envío siempre conlleva una existencia dinámica (ir y hacer), un rompimiento con las falsas seguridades y con el miedo para así poder desplazarse con total libertad. Sólo desde el testimonio de vida se hace posible el despertar de la fe en otras personas y se hace creíble Jesucristo. Este envío es una acción comunitaria que hace efectiva la experiencia del Dios-Comunidad Trinitaria. Es desde la experiencia humana y desde el Espíritu que se realiza el Bautismo como símbolo de la vida nueva, como una realidad presente y futura a la vez. Es la realidad del compromiso para hacer presente y efectivo el Reino de Dios. Por ello, enseñar a cumplir lo que Jesús enseñó se da desde la palabra, pero sobretodo, desde el actuar, dicho de otra manera, desde la coherencia entre fe y vida a la que Jesús invita a los discípulos.

La cuarta es la promesa de Jesús de acompañar esta experiencia comunitaria “todos los días hasta el fin del mundo”. Esta promesa es continua en el tiempo, en la historia, es para siempre. Es una promesa que proporciona esperanza y fuerza a los discípulos y que garantiza la misión, a pesar de los inconvenientes y dificultades.

En su dimensión de denuncia, la Buena Nueva de hoy nos dice implícitamente mucho más de lo que podemos imaginar: Rechaza las actitudes de superioridad ante los demás, por esa razón habla a los once discípulos y les deja claro que la vida se construye comunitariamente. De nosotros (as) rechazaría el egoísmo neoliberal que llevamos dentro. El texto también denuncia el exclusivismo y el encierro, a lo que radicalmente se opone el anuncio del mensaje universal de la salvación, el bautismo en nombre del Dios Uno y Trino y el envío a enseñar- a todas las gentes a guardar lo que Jesús ha mandado.

Ahora bien, ¿Qué dice el dogma de la Santísima Trinidad a nuestra realidad?

El dogma de la Santísima Trinidad es el más preciado de la Iglesia Católica, contiene dentro de sí una comprensión progresiva de la Revelación de Dios y una enseñanza esencial para todos (as) los (as) cristianos (as). Respecto al primer punto, los cristianos de todos los tiempos creemos en un Dios Uno, pero que es comunidad, toda la comunidad Divina estaba ya en la creación del mundo, toda la comunidad murió en la cruz y resucitó, toda la comunidad acompaña la historia hasta el fin, hasta que se convierta definitivamente en el Reino de Dios. Respecto al segundo punto, el dogma de la Santísima Trinidad nos llama a unir las manos en una comunidad de seguidores entorno a ese Dios Uno y Trino, una comunidad que viva la inclusión y el amor en nuestra vulnerada y vulnerable Latinoamérica.

Nuestra realidad se encuentra llena de esperanzas y de muchos sufrimientos. La explotación es algo palpable, la injusticia social sigue cimentada firmemente en nuestras coordenadas históricas, los intereses de grandes y pequeños delincuentes siguen pisoteando la vida de los pobres. El texto del Evangelio de hoy y el dogma de la Santísima Trinidad nos invitan a ser cristianos, es decir, a ser una comunidad de discípulos que vivan al servicio de quienes están hambrientos y sedientos de la Buena Noticia, especialmente, de los excluidos de todos los sistemas dominantes para invitarlos a formar la gran comunidad: el Reino. Debemos ser discípulos comprometidos con la realidad, luchando siempre por cambiar las estructuras de muerte.

San Vicente de Paúl puso a la Congregación de la Misión bajo el patronato de la Santísima Trinidad, de esta manera invitaba a los misioneros a vivir en comunidad de amor perfecto. Además, los misioneros tenían que generar comunidad de amor entre los más pobres y marginados del mundo. A eso estamos llamados, a ser UNO con los pobres y los vulnerados, como Dios lo es en sí mismo.

¡A evangelizar a todos desde la opción preferencial por los pobres!

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