domingo, 24 de mayo de 2009

LA MISIÓN

Mc 16, 15-20

Este domingo celebramos la fiesta de la Ascensión del Señor. Es una buena y nueva oportunidad para reflexionar sobre nuestra vida a partir de esta experiencia vivida por los discípulos.

En este texto del evangelio de Marcos, Jesús se presentó a los once discípulos, les llamó fuertemente la atención por su dureza para creer, por su falta de fe y por ser cerrados de corazón, quizás porque aún estaban llenos de tristeza, miedo y frustración, y eso les tenía paralizados, aún impactados por la experiencia de su pasión y muerte. Luego les dijo: “Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la humanidad”.

Esta presencia de Jesús resucitado, en medio de ellos, les revive su fe, su esperanza y alegría. Les hace recordar la experiencia del reino de Dios y el llamado a vivir desde la justicia y la misericordia. Es la experiencia de la liberación y salvación.

Precisamente, a partir de este encuentro con el Resucitado, surge la misión y el compromiso de ir por todo el mundo para anunciar la Buena Noticia y dar testimonio de ella en medio de una realidad difícil, llena de persecución, opresión e injusticia, dejando, entonces, bien definida la universalidad del evangelio. No hay exclusión.

Es así, como respondiendo a este envío, se expandió esta nueva manera de vivir que fue generando conversión y se asumió el compromiso adquirido en el bautismo. Sólo así se convirtieron en portavoces de ese amor gratuito de Dios que libera y salva a toda la humanidad.

Este anuncio debía ir acompañado de señales o signos que mostraban la acción de Dios: denuncia del mal y de la idolatría; propagación del reino en otras culturas; sanar enfermos desde la acción solidaria; y la liberación del pecado y de la muerte.

Esta misión evangelizadora sería realizada por toda persona bautizada en nombre de Jesús, lo que hace que el anuncio tenga el respaldo de aquel que murió en una cruz y que resucitó al tercer día.

Finalmente, Jesús comparte con sus discípulos la experiencia de la ascensión, trascendiendo así, su mensaje liberador a través del actuar en y por medio de sus discípulos y discípulas, es decir, la comunidad de creyentes, y confirmando su palabra con las señales que les acompañaban. La ascensión nos invita a poner nuestra mirada en la misión y en aquel que subiendo al cielo, se ha quedado entre nosotros.

Al revisar nuestra realidad eclesial actual, podemos percibir una crisis de fe y vida que se manifiesta en la infidelidad al Evangelio, pues se le ha manipulado o se le ha quitado su fuerza liberadora. Esto se hace claro cuando vemos cómo se sigue asesinando a Jesús encarnado en el ser humano, y esto a pesar que nuestros pueblos latinoamericanos dicen ser cristianos, gente bautizada. Con ello queda al descubierto la ausencia, casi total, del compromiso de ir, anunciar y dar testimonio de Jesús. La misión parece haber quedado sepultada en la historia hace ya varios siglos, pues ya no se ve a los cristianos manifestando su fe y las señales fundamentales del reino de Dios: justicia y misericordia.

Sin embargo, es importante resaltar el compromiso de mujeres y hombres que no son la mayoría, por cierto, pero que están haciendo vida el Evangelio, a ejemplo de muchos santos mártires anónimos latinoamericanos que vivieron con fidelidad la misión cristiana, y que les toca caminar a diario durante varias horas por las montañas, para llevar la comunión a los enfermos, solidarizándose con las personas más empobrecidas; aquellas personas que arriesgan su vida caminando por las áreas marginales de las ciudades, buscando compartir y generar esperanzas; otras que velan por la salud o por la educación, etc.

San Vicente de Paúl, amante de la misión, invitaría hoy a toda persona bautizada, seguidora de Jesús, a mantener vivo el celo por la evangelización, es decir, ese deseo ardiente y constante de anunciar y dar testimonio de Jesucristo, el evangelizador de los pobres. Nos invitaría a que dispongamos nuestro corazón para ir a cualquier parte del mundo, como el mismo Jesús iría, pues de esa manera envió él a sus discípulos, y hoy nos hace el mismo envío. Vicente invita a que nos revistamos del Espíritu de Jesús para trabajar duro por la liberación y salvación del prójimo: amando a Dios con el sudor de nuestra frente y con el cansancio de nuestros brazos.

El celo se manifiesta hoy, ante todo, como fidelidad al llamado y a la misión. Se muestra en la creatividad para encontrar maneras nuevas y efectivas de amar. Es inventivo hasta el infinito.

Jesús invita a toda persona cristiana o amante de la vida, a revisar cómo está realizando su misión, tanto a nivel personal como comunitario, para que sea coherente con los signos de los tiempos actuales.

¿Cómo saber si la misión nuestra, como Iglesia, está siendo efectiva y fiel al Evangelio?

Fácil, si en nuestra realidad cada día disminuye la pobreza y la muerte violenta como fruto de la justicia y la misericordia, generando vida en plenitud, entonces y sólo entonces, podremos decir que, como Iglesia, estamos haciendo efectivo nuestro compromiso bautismal para hacer presente el reino de Dios en el mundo.

Ánimo en el caminar

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