lunes, 30 de noviembre de 2009

LA IGLESIA PERSEGUIDA ES LA IGLESIA ADVIENTO


Cuando escuchamos hablar de persecución y tribulación para la Iglesia de Cristo, muchos nos remontamos a los primeros siglos de nuestra era.

El imperio Romano persiguió a muerte a todos aquellos grupos y personas que se oponían a sus intereses políticos o aparecían como sospechosos. Antes del nacimiento de Jesús, en el año 29 a.C., el imperio surge, como tal, después de una serie de batallas con diferentes pueblos para someterlos. Estaba a la cabeza César Augusto1, éste establece la política de la Pax Romana para todos aquellos pueblos ya sometidos; dicha política consistía en prevenir sublevaciones, revoluciones y luchas internas; todos aquellos que afecten la Pax deben ser castigados-asesinados. De este modo Augusto no sólo garantizaba estabilidad al imperio, sino también una buena imagen ante sus súbditos. Desde él todos emperadores serán considerado el hijo de Dios2.

Jesús de Nazareth fue asesinado, aproximadamente en el año 33 d.C., en tiempos de Poncio Pilato, es decir, bajo el poder del Imperio Romano, siendo emperador Tiberio César Augusto. Este asesinato fue leído, por sus seguidores, de este modo:
Jesús, el único Hijo de Dios, fue asesinado por el falso hijo de Dios, pero el Padre Dios ante su muerte no se quedó de brazos cruzados, sino que lo resucitó de entre los muertos, desde entonces está vivamente presente en la comunidad que lo sigue y un día, que todavía no ha llegado, lo estará aún más. Cuando llegue ese día el Hijo de Dios pondrá fin, de una vez y para siempre, a todos los poderes deshumanizantes modelados por el imperio romano”.

Leer de este modo la vida y muerte de Jesús animó a sus seguidores a continuar su legado corriendo las mismas consecuencias que el maestro. Sin embargo, en el año 64 d.C., siendo emperador Nerón, se culpa a los cristianos, considerados por el común de la gente como enemigos de la raza humana3, de haber incendiado la ciudad de Roma. Desde entonces comienzan las persecuciones para los cristianos. Algunos fueron crucificados, otros envueltos en pieles de animales cosidas y arrojados a los perros, algunos fueron cubiertos de brea, clavados a postes de madera y quemados como antorchas. Fue, como consecuencia de esto, que Pedro y Pablo entregaron sus vidas por su Salvador.

Ante esta realidad tan espantosa que no acababa nunca, comenzó a desaparecer la esperanza en la muy pronta venida del Hijo de Dios. La mayoría pensaba que cuando destruyeran los romanos el templo de Jerusalén vendría el Hijo de Dios con poder y gloria, pero eso no ocurrió. ¿Qué hacer entonces?: ¿Seguir creyendo que vendrá el Hijo de Dios? ¿Seguir muriendo por algo que quizá nunca pasará? A estas preguntas precisamente responde el evangelista Lucas el día de hoy que comenzamos el tiempo de Adviento.
El texto, que la liturgia nos propone para hoy, podríamos comenzarlo un poco antes: «Habrá, en efecto, una gran calamidad sobre la tierra, y Cólera contra este pueblo; y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones, y = Jerusalén = será = pisoteada por los gentiles, = hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles” (Lc 21, 23b-24). Lucas nos habla del tiempo de los gentiles, que aunque normalmente son todos los no judíos, en este contexto se refiere a los emperadores romanos. Son tiempos difíciles: la muerte y la humillación están a la orden del día. A personas que viven precisamente en ese contexto habla hoy la Palabra de Dios.

Habrán señales en el sol y en la luna y en las estrellas, y en la tierra, los gentiles, esos emperadores sin vergüenzas “sudarán la gota fría” y se desesperarán a causa del estruendo del mar y de las olas; muchas personas hasta se desmayarán por el terror y el suspenso de lo que viene al mundo, a la tierra habitada, a la humanidad entera y al mismo imperio Romano; pues saben que los poderes del cielo – como el falso hijo de Dios - serán sacudidos y derribados de sus tronos. Cuando sucedan esas cosas todos y todas verán al Hijo del hombre viniendo en una nube con poder y gran gloria. El verdadero Hijo de Dios se manifestará plenamente derribando al mismo imperio romano y a todos los poderes que humillen al ser humano. Por eso, los que ahora siguen al Señor, que no son otros sino “ustedes” los perseguidos por causa de la justicia, levanten la cabeza, miren hacia arriba, den la vida con valentía y no rechacen la palabra que da vida, porque se acerca su liberación.

Pero mientras llega ese día estén ustedes alerta, sin renunciar al estilo de vida que les dejó Nuestro Señor Jesús, sin dejarse llevar por los problemas de la vida y la persecución; no sea que ese día, que es buena noticia para los que ahora son perseguidos por causa de la justicia, llegue a ustedes como una trampa y sean también ustedes sacudidos con el resto de los poderes deshumanizantes de la tierra por haberles servido a ellos antes que a Dios. Cuando llegue ese día no habrá rincón donde esconderse, vendrá sobre todos los habitantes de la tierra. No obstante, se comprende que no es fácil mantenerse en pie de lucha cuando todo un imperio los persigue: matando a sus familiares, quitándoles sus tierras, inventando calumnias contra ustedes por los medios de comunicación, haciendo aparecer sus nombres en las listas de antisociales que deben ser asesinados por la Pax Romana y prometiéndoles que con sólo renunciar al proyecto del Reino, a la liberación de los pobres y a Cristo mismo se les perdonará la vida. Por eso, ustedes, mientras llega ese día - que en verdad llegará - estén vigilantes, no se duerman y rueguen para que logren escapar de todas las cosas que están a punto de suceder contra los poderes inhumanos y contra todos sus servidores y así logren, con toda dignidad, ser colocados delante del Hijo del Hombre.
La Iglesia lucana, con estas palabras venidas de lo alto, sintieron el consuelo y el ánimo para seguir adelante, no echarse para atrás y entender la persecución que sufren, no como un fracaso, sino como el signo de que están viviendo la misma suerte de su maestro y, por tanto, Dios Padre les hará también justicia.
Hoy que iniciamos un nuevo año litúrgico, se nos propone identificarnos como Iglesia perseguida. Sólo una Iglesia en esas circunstancias comprendería perfectamente lo que significa el Adviento. La gran pregunta es: ¿Nosotros somos Iglesia perseguida? ¿Necesitamos palabras de esperanza para seguir luchando? ¿Nos consuela que los poderes opresores de la tierra serán sacudidos de una vez y para siempre en un futuro que vendrá tarde o temprano? ¿Hemos puesto nuestra confianza sólo en el Hijo del hombre y no en la protección que nos pueden dar otros hombres o mujeres?
Hermanos y hermanas, cristianos y cristianas del siglo XXI, ¿Qué pasó con la Iglesia perseguida de los primeros siglos? ¿Por qué hoy pareciera que no le somos incómodos a ningún poder opresor? ¿Dónde están las comunidades cristianas perseguidas por causa de la justicia en Centroamérica en los años pasados? ¿Será que hoy los gobiernos son tan humanos y van de acuerdo al plan de Dios que nuestro mensaje (la Buena Noticia) antes que ser rechazado es recibido con toda gracia? Pero si fuera así: ¿Por qué hoy hay más pobres en el mundo? ¿Por qué todavía el negocio de las armas es sumamente rentable? ¿Por qué se sigue creyendo que la paz se construye a base de la guerra? ¿Por qué Venezuela se arma y Colombia también? ¿Por qué en el Congo la ONU tiene tantos años y todavía no ha hecho nada? ¿Por que nosotros, después de leer esta reflexión, seguiremos creyéndonos Iglesia a pesar de no ser perseguidos?
No temamos, hermanos y hermanas, de comprometernos con el Evangelio, y si amenazan nuestras vidas recordemos siempre las palabras que Tertuliano decía a los perseguidores de la Iglesia a finales del siglo II:
"Nos hacemos más numerosos, cuando nos segáis: la sangre es semilla de cristianos".

1Es el máximo gobernante del Imperio Romano, su cargo es hasta la muerte.
2“Imperator Caesar Divi Filivs Avgvstvs”
3"Los cristianos tienen la culpa de todo desastre público y toda desgracia que sobreviene al pueblo. Si el Tíber sube hasta los muros, si el Nilo no sube e inunda los campos, si el cielo retiene la lluvia, si hay un terremoto o hambre o plaga, enseguida surge el clamor: '¡Los cristianos a los leones!'" (Tertuliano, año 196 d.C.)

lunes, 23 de noviembre de 2009

JESÚS, EL REY QUE SIRVE Y ENSEÑA A SERVIR


San Juan 18 33b-37

Este domingo XXXIV del Tiempo Ordinario, la Iglesia celebra la Solemnidad de Cristo Rey del Universo, con ella finaliza el año litúrgico. El Evangelio propuesto ha sido tomado de Juan y forma parte de la pasión de nuestro Señor Jesucristo.
Pilato se halla cara a cara con Jesús, en gran ventaja respecto a Él, el gobernador romano es el juez, Jesús es el acusado. En este texto Pilato pregunta a Jesús si es rey, más adelante Jesús contesta que su reino no es de este mundo, si lo fuera sus soldados hubiesen luchado para que no callese en manos de los judíos. Pilato reitera su pregunta: “Entonces, ¿Tú eres rey?; Jesús contesta: “Tú lo dices. Yo soy rey: para eso he nacido, para eso he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Quien está de parte de la verdad escucha mi voz”.

A los católicos de hoy no nos resulta conflictiva la afirmación hecha por Jesús, nos parece muy natural e incluso, es tan cotidiana que la escuchamos y en nuestro ser nada se mueve. Tratemos, pues, de sensibilizarnos, a continuación analizaremos de qué es rey Jesús y de qué reinado está hablando.

El mediador Jesús y su mediación, el reino que no es de este mundo, irrumpen en nuestras vidas con una fuerza incomparable, es una fuerza que proviene del servicio, un servicio que le ha acarreado a Jesús el ser víctima de un complot contra su persona y le ha ubicado frente a frente con Pilato, dicho encuentro finalmente llevará a Jesús hacia la cruz. Esto quiere decir que nada más contrario a la fiesta de Cristo Rey que imaginarnos a Jesús con una corona lujosa adornada de esmeraldas, un cetro de oro y unas vestiduras hermosas con bordes dorados. El Rey que es Jesús fue procesado ante el tribunal romano por haberse solidarizado con la causa de los más pobres, por devolver las esperanzas a los desesperanzados, por ofrecer perdón sin límites a los excluidos, por devolver la vista a los ciegos y por develar en todo su esplendor al Dios misericordia.

En el Evangelio de Juan este juicio devela en todo su esplendor a Jesús. Él es el Hijo que ha existido desde siempre, la Palabra que se ha hecho carne y ha venido para ser la luz del mundo, es el Rey- Buen Pastor que da la vida por sus ovejas, es la plenitud de la promesa divina de estar siempre y para siempre con su pueblo. Jesús no ha venido al mundo a arrebatarle el poder al emperador romano ni a hacer una lucha revolucionaria del momento, Jesús ha venido para mostrar la verdad, para exhortar a todos a la docilidad en el pastoreo hacia la vida y vida en abundancia.

Jesús es el Rey- Hijo- ejemplo de servicio que no desea mejorar este mundo de los poderosos y de quienes les apoyan para no perder sus posiciones de prestigio, Jesús es el Rey de un mundo nuevo donde brilla la gloria de Dios, donde se nace y se vive en la Voluntad de Dios, donde el servicio construye lazos de fraternidad, donde se lavan los pies unos a otros y donde el seguimiento de Jesús lleva a la felicidad plena. Este mundo nuevo, este reinado de justicia, amor y verdad ya ha irrumpido entre nosotros y lo estamos viviendo ahora.

La Solemnidad de Cristo Rey debería ser motivo de una inmensa alegría para nosotros, alegrarnos porque Jesucristo, ya resucitado, ha sido confirmado como Señor de todas las cosas, como Rey de las realidades nuevas, que se confrontan con la injusticia de este mundo, destruyéndola. También deberíamos alegrarnos porque nosotros somos partícipes de esta vida gloriosa y renovada.

Esta Solemnidad de Cristo Rey nos propone un compromiso radical: No vivamos nuestra vida buscando los méritos, el poder y las buenas posiciones, mas bien busquemos ponernos al servicio de los demás, especialmente de los más excluidos, como lo hizo Jesús. La felicidad consiste en seguir a Jesús por los caminos del servicio, caminos que nos causarán dolor, tristeza, en algunos momentos nos sentiremos como ratón perdido en un laberinto, pero después la alegría de la vida recibida y generada será un grito de júbilo que ya nadie podrá silenciar.

San Vicente de Paúl creyó en la verdad del Evangelio que ahora hemos reflexionado, solícito al Reino de Dios y a su Rey, Jesús, supo ponerse en el lugar de servicio a todos los desconsolados de la Francia del siglo XVI, atendió a los desplazados por la guerra de la Fronda, fue el padre de niños (as) explotados (as) de todas las maneras posibles en las calles de París y organizó una pastoral social que promovía al ser humano y le daba vida y esperanza, a esta estructura de servicio le llamó caridad.

¿Nuestros apostolados están de cara a la realidad? ¿Sabemos servir a los más pobres de nuestros barrios y pueblos del campo? ¿Participamos de nuestras estructuras políticas para direccionarlas hacia los valores del Reino de Jesús?.

Saludamos a Honduras, que el próximo domingo tendrá sus elecciones presidenciales, rogamos a Dios para que los golpistas y los oligarcas no triunfen en sus intereses hegemónicos contra el Pueblo Hondureño y para que el Reinado de Jesús se instáure en ese país.

ps: Saludamos también a todos (as) los (as) devotos (as) de la Virgen de la Medalla Milagrosa, el próximo 27 de noviembre se estará celebrando la fiesta en su honor. Especialmente, saludamos a la Asociación de la Medalla Milagrosa (AMM), extendida por todo el mundo.

¡Alegría y paz para todos y todas!

sábado, 14 de noviembre de 2009

EN COMUNIDAD PARA EL CAMBIO Y LA JUSTICIA


Mc 13, 24-32
Dijo Jesús a sus discípulos: En aquellos días, pasado el tiempo del sufrimiento, el sol se oscurecerá, la luna dejará de dar su luz, las estrellas caerán del cielo y las fuerzas celestiales vacilarán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en las nubes con gran poder y gloria. Él enviará a sus ángeles y reunirá a sus escogidos desde los cuatro puntos cardinales, desde el último rincón de la tierra hasta el último rincón del cielo.
Aprended esta enseñanza de la higuera: cuando sus ramas se ponen tiernas y empiezan a brotarle las hojas, comprendéis que el verano está cerca. De la misma manera, cuando veáis que suceden esas cosas, sabed que el Hijo del hombre ya está a la puerta. Os aseguro que todo ello sucederá antes que haya muerto la gente de este tiempo. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni aún los ángeles del cielo, ni el Hijo. Solamente lo sabe el Padre”
Se acerca el final del año litúrgico que culminará con la gran solemnidad de Cristo Rey, así que este es un texto que habla del fin, es hora de evaluarnos personal y comunitariamente ¿cómo estamos viviendo el Reino de Dios, qué hemos hecho durante este año, hemos sabido interpretar los signos de Dios, vivimos en comunidad como elegidos de Dios?.

La comunidad es el lugar donde soportamos el sufrimiento vv. 24-27 (JUSTICIA)

El texto del Evangelio de hoy tiene dos partes, en la primera se nos narra que, después de toda gran angustia, llegarán otros días; “el sol dejará de alumbrar, la luna perderá su brillo, las estrellas caerán del cielo y el universo entero se conmoverá”. Todas esta descripción cósmica es imagen que los profetas ya usaban para describir las grandes intervenciones de la justicia divina como lo que dijo Isaías sobre Babilonia: "Lamentaos, porque se acerca el día de Yahvé, cruel, con cólera y furor ardiente, para hacer de la tierra un desierto y exterminar a los pecadores. Las estrellas del cielo y sus luceros no darán su luz, y el sol se oscurecerá naciendo, y la luna no hará brillar su luz" (Is 13:9.10).
Y verán venir al Hijo del Hombre en medio de las nubes con gran poder y gloria. Con ello, Jesús describe no tanto la caída de un imperio o cualquier poder opresor, sino, lo más importante, que es anunciar los efectos liberadores de su Evangelio; y es que el Evangelio de Jesús debe propiciar la caída de todos los sistemas injustos que se quieren imponer en la realidad humana. Enviará también a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro puntos cardinales, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo. ¿Quiénes son los elegidos? Son todas aquellas personas que se mantuvieron fieles a Jesús y su Evangelio a pesar de tanta persecución, tortura e incluso martirio. Son quienes han asumido el discipulado al igual que María: escuchando la palabra de Dios y poniéndola en práctica al comprometerse hasta el final en medio de los sistemas injustos; y que no se dejaron vencer nunca por el miedo, ni por su situación de pobreza y opresión.

Los brotes nuevos que presagian nuevos frutos deben afirmarse por la Palabra de Dios vv. 28-32 (CAMBIO)
Cuando Jesús hace la comparación con la higuera, nos hace un llamado a ser personas atentas a los signos de los tiempos que se manifiestan constantemente en nuestra realidad, ya que es la que debe interpelar nuestra vida y nos invita a comprometernos para iluminarla y transformarla desde nuestra fe y acción concreta.
Está claro que si la realidad actual fuera ya el Reino de Dios, el Cielo Nuevo y la Tierra Nueva, los cristianos y cristianas ya no tuviéramos nada que hacer pues ya no habría necesidad de anunciar una Buena Noticia y denunciar la injusticia; es decir, la Iglesia ya no tendría razón de ser. Pero los signos que actualmente vemos nos indican que nuestra realidad se parece más al anti-reino que al Reino de Dios, lo cual nos invita a comprometernos para ser signos vivos, personas portadoras de esperanza que con su vida indican que el Reino de Dios efectivamente se acerca. Ante esta realidad, la iglesia no puede dejarse llevar por ninguna ideología de poder, que oprima y mate al pueblo, por ello no puede ser comunista y mucho menos ser capitalista, porque su mirada se quedará perdida buscando la felicidad hasta instalarse y acomodarse a los lujos, riquezas, posesiones, honor y prestigio: a las cosas de la tierra.
Y siguiendo las palabras de nuestro mártir Romero de América, vemos que él quiso construir una Iglesia que no estuviera apoyada en los poderes de este mundo, sino que soñó e hizo realidad desde su experiencia una iglesia desligada de los poderosos y sin privilegios. Una Iglesia pobre, que se apoya únicamente en la cruz de Cristo. Decía que el prestigio de la Iglesia no es que tenga mucho poder, sino que los pobres se sientan en ella como en su propia casa.

En cuanto al día y la hora, no los conoce nadie, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo; sólo los conoce el Padre. En cuanto al fin del mundo, Jesús deja bien claro que nadie, ni siquiera Él mismo sabe el día ni la hora, únicamente su fe en el Padre le lleva a expresar que ese momento llegará, que mientras tanto lo único que debemos hacer es hacer presente Su Reino y vivir vigilantes y en actitud de espera confiada.

Ahora es el momento de asumir nuestro compromiso bautismal, es cuando nos toca ser signo del Reino no del Anti-Reino. ¿Qué hacer ante tanta injusticia? ¿Cómo solucionar el problema de la violencia? ¿Estás esperando a que otra persona haga lo que vos tenés que hacer? ¿Estás esperando más signos de los tiempos para decidirte a hacer algo? ¿Estás esperando a que Dios te grite más fuerte a través de las voces de tantas víctimas del sistema? ¿Crees que aún no es momento de actuar y comprometerte? ¿Estás pensando inventarte otra excusa?.

Finalizo esta reflexión compartiendo un cuento de un escritor colombiano llamado Jairo Aníbal Niño, para que en la vida no nos pase lo del relato por no ver los signos de los tiempos:
CUENTO de ARENA
Un día la ciudad desapareció. De cara al desierto y con los pies hundidos en la arena, todos comprendieron que durante treinta largos años habían estado viviendo en un espejismo.

sábado, 7 de noviembre de 2009

¿QUIÉNES DEVORAN LOS BIENES DE LOS POBRES?

Estando Jesús en el Templo de Jerusalén, junto a una gran multitud que acudía a Él para escucharlo con agrado, les decía: “Cuídense de esos maestros de la ley a quienes les gusta pasear con sus amplias vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar asientos reservados en las sinagogas y en los banquetes; incluso devoran los bienes de las viudas, mientras se amparan detrás de largas oraciones. Estos recibirán una sentencia muy severa”.

Sabiendo Jesús muy bien del gran pecado personal, social y estructural que se daba en la realidad de su tiempo, advierte a sus discípulos y a la multitud presente a no dejarse engañar por todas aquellas personas que les gusta que les rindan homenaje, que les reconozcan sus títulos y su conocimiento, y que creen que tienen una dignidad mayor ante Dios y la sociedad: doctores, maestros, sumos sacerdotes de la ley, fariseos hipócritas, autoridades civiles, etc. todas aquellas que son expertas en manipular la palabra de Dios para esconder sus injusticias y grandes maldades en la oración, en sus rituales piadosos, en su falsa religión.

El peligro de este tipo de personas está en que dan más importancia a una ley o a una teoría, que al sufrimiento concreto de las personas. Se olvidan del hermano, de la hermana y sus sufrimientos. Entonces, con tal que se cumpla la ley o la teoría, no importa si las personas sufren, si se sienten despreciadas y humilladas o incluso, hasta perdidas y condenadas. El profeta, en cambio, se centra en la realidad del pueblo y sus sufrimientos y la voluntad de Dios para él. Quien es profeta no se calla cuando se encuentra frente al sufrimiento humano; reacciona inmediatamente, en nombre de Dios, con palabras de consuelo y esperanza, pero también con palabras de denuncia. Por eso los profetas denunciaron a los reyes, ricos y sacerdotes, junto con el Templo, el culto religioso, sus sacrificios y oraciones.

Además, en aquel tiempo, la religión era utilizada como argumento para justificar las mil injusticias que se cometían con las personas pobres y desgraciadas de aquella sociedad. Por eso, para Jesús lo más importante no fue la religión, ni la ley, ni la gracia, ni el pecado en sus últimas estructuras, ni siquiera Dios en sí mismo. Lo decisivo para Jesús es el sufrimiento y nuestra práctica de fe frente a quienes no tienen qué comer ni con qué vestirse, a las personas extranjeras e inmigrantes que se ven en tierra extraña, de las personas enfermas que se sienten solas y de las encarceladas despreciadas por todos.

¿Por qué entonces, Jesús nos invita a cuidarnos de las personas que busca privilegios, honores, y que devoran los bienes de las viudas? Por una razón: porque en el centro de sus preocupaciones no está el sufrimiento que padecen los seres humanos, sus hermanos y hermanas, sino el verdadero pecado que ofende a Dios. Los conflictos que tuvo que soportar Jesús y las incomprensiones que padeció siempre fueron por la misma razón. Jesús se ponía de parte de quien sufría, fuera quien fuera y por el motivo que fuera. Y si para aliviar el sufrimiento era necesario quebrantar las normas establecidas, las leyes religiosas e incluso escandalizar a los teólogos, sacerdotes, o expertos en la ley, Jesús no lo dudaba en ningún momento.

Sin duda alguna, Jesús tenía toda la razón del mundo cuando vio claramente que el mayor peligro para la humanidad no son las personas opresoras e injustas, tales como el Imperio Romano. No cabe duda que los poderes de “este mundo” son peligrosos, ¡qué duda cabe! Pero son mucho más peligrosos los poderes del “otro mundo”, es decir, los que se presentan como representantes de Dios: los poderes religiosos opresores y alienantes. Porque se trata de poderes que tocan donde nada ni nadie más puede tocar, en la intimidad de la conciencia, allí donde cada persona se ve a sí misma como una buena persona o, por el contrario, como una perdida y degenerada.

Después que Jesús le enseñó a la multitud, se sentó frente a las alcancías del Templo, y observaba como la gente daba su limosna para el tesoro. Muchos ricos daban en abundancia, pero también se acercó una viuda pobre y echó dos moneditas de muy poco valor. Jesús entonces llamó a sus discípulos y les dijo: “Yo les aseguro que esta viuda pobre ha dado más que todos los otros. Pues todos han echado de lo que les sobraba, mientras ella ha dado desde su pobreza, no tenía más, ha dado todo lo que tenía para vivir”.

En tiempos de Jesús, Jerusalén era una ciudad donde habían muchas personas viviendo miserablemente en las calles, pidiendo limosna. Estas personas miserables se concentraban siempre cerca del Templo, donde la gran mayoría no podía entrar, en especial si padecían alguna de las muchas enfermedades que se consideraban como castigo de Dios por los pecados: leprosos, tullidos, enfermos mentales, ciegos, etc.

Jesús no se opuso a la limosna. Al contrario, en varias ocasiones habla de vender las propias riquezas para dar el dinero a las personas pobres. Lo que crítica Jesús es la actitud de aquellas personas que dan limosna para ser vistas o para tapar las injusticias con que tratan a sus trabajadores y a quienes viven en la marginación.

En la actualidad, en un mundo tan complejo económicamente, la limosna, la beneficencia, las donaciones del extranjero, “las ayudas para el desarrollo de un país”, en la mayoría de casos, son una manera de lavarse las manos y tapar las injusticias del sistema capitalista-mercantilista, y mantener su sistema de muerte. Cuando la limosna, las sobras sustituyen a la justicia, ésas deben ser totalmente rechazadas, pues van bañadas con sangre de inocentes. Cuando la limosna impide a la persona que la recibe crecer como ser humano, no es cristiana, pues condena a la esclavitud. La ayuda caritativa y humanitaria siempre serán necesarias en casos de emergencia, pero si no se atacan las causas de las injusticias estructurales que son la fuente de la pobreza, la marginación y la exclusión, crea dependencias no sanas que empeoran la situación.

Jesús valora grandemente la ofrenda de la viuda. Lo que ella echó en el tesoro del templo fueron unos centavos que no alcanzaban ni para pagar el pan necesario para comer un tiempo. Al engrandecer la generosidad de la viuda, Jesús, fiel a la tradición profética, está denunciando el lujo de la llamada “casa de Dios” y, más todavía, la seguridad con que las personas ricas piensan comprar con dinero la salvación o gracia de Dios. Al verdadero Dios no se le agrada ni con oro, plata, dinero u otro bien material. El templo de Dios es el ser humano. “La Iglesia no es un museo de oro y plata”. ¿Queremos de verdad honrar el cuerpo de Jesucristo? No permitamos que se quede desnudo en las calles. No dejemos que muera de hambre. No le honremos en el templo con vestidos lujosos y joyas; mientras afuera lo dejamos morir de frío y de hambre.

JESÚS NACE, VIVE, MUERE Y RESUCITA ENTRE LOS POBRES”.

COMENTARIOS Y SUGERENCIAS

Hacerlos al email: amigodelospobres@yahoo.com.mx Gracias por leernos.