sábado, 14 de noviembre de 2009

EN COMUNIDAD PARA EL CAMBIO Y LA JUSTICIA


Mc 13, 24-32
Dijo Jesús a sus discípulos: En aquellos días, pasado el tiempo del sufrimiento, el sol se oscurecerá, la luna dejará de dar su luz, las estrellas caerán del cielo y las fuerzas celestiales vacilarán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en las nubes con gran poder y gloria. Él enviará a sus ángeles y reunirá a sus escogidos desde los cuatro puntos cardinales, desde el último rincón de la tierra hasta el último rincón del cielo.
Aprended esta enseñanza de la higuera: cuando sus ramas se ponen tiernas y empiezan a brotarle las hojas, comprendéis que el verano está cerca. De la misma manera, cuando veáis que suceden esas cosas, sabed que el Hijo del hombre ya está a la puerta. Os aseguro que todo ello sucederá antes que haya muerto la gente de este tiempo. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni aún los ángeles del cielo, ni el Hijo. Solamente lo sabe el Padre”
Se acerca el final del año litúrgico que culminará con la gran solemnidad de Cristo Rey, así que este es un texto que habla del fin, es hora de evaluarnos personal y comunitariamente ¿cómo estamos viviendo el Reino de Dios, qué hemos hecho durante este año, hemos sabido interpretar los signos de Dios, vivimos en comunidad como elegidos de Dios?.

La comunidad es el lugar donde soportamos el sufrimiento vv. 24-27 (JUSTICIA)

El texto del Evangelio de hoy tiene dos partes, en la primera se nos narra que, después de toda gran angustia, llegarán otros días; “el sol dejará de alumbrar, la luna perderá su brillo, las estrellas caerán del cielo y el universo entero se conmoverá”. Todas esta descripción cósmica es imagen que los profetas ya usaban para describir las grandes intervenciones de la justicia divina como lo que dijo Isaías sobre Babilonia: "Lamentaos, porque se acerca el día de Yahvé, cruel, con cólera y furor ardiente, para hacer de la tierra un desierto y exterminar a los pecadores. Las estrellas del cielo y sus luceros no darán su luz, y el sol se oscurecerá naciendo, y la luna no hará brillar su luz" (Is 13:9.10).
Y verán venir al Hijo del Hombre en medio de las nubes con gran poder y gloria. Con ello, Jesús describe no tanto la caída de un imperio o cualquier poder opresor, sino, lo más importante, que es anunciar los efectos liberadores de su Evangelio; y es que el Evangelio de Jesús debe propiciar la caída de todos los sistemas injustos que se quieren imponer en la realidad humana. Enviará también a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro puntos cardinales, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo. ¿Quiénes son los elegidos? Son todas aquellas personas que se mantuvieron fieles a Jesús y su Evangelio a pesar de tanta persecución, tortura e incluso martirio. Son quienes han asumido el discipulado al igual que María: escuchando la palabra de Dios y poniéndola en práctica al comprometerse hasta el final en medio de los sistemas injustos; y que no se dejaron vencer nunca por el miedo, ni por su situación de pobreza y opresión.

Los brotes nuevos que presagian nuevos frutos deben afirmarse por la Palabra de Dios vv. 28-32 (CAMBIO)
Cuando Jesús hace la comparación con la higuera, nos hace un llamado a ser personas atentas a los signos de los tiempos que se manifiestan constantemente en nuestra realidad, ya que es la que debe interpelar nuestra vida y nos invita a comprometernos para iluminarla y transformarla desde nuestra fe y acción concreta.
Está claro que si la realidad actual fuera ya el Reino de Dios, el Cielo Nuevo y la Tierra Nueva, los cristianos y cristianas ya no tuviéramos nada que hacer pues ya no habría necesidad de anunciar una Buena Noticia y denunciar la injusticia; es decir, la Iglesia ya no tendría razón de ser. Pero los signos que actualmente vemos nos indican que nuestra realidad se parece más al anti-reino que al Reino de Dios, lo cual nos invita a comprometernos para ser signos vivos, personas portadoras de esperanza que con su vida indican que el Reino de Dios efectivamente se acerca. Ante esta realidad, la iglesia no puede dejarse llevar por ninguna ideología de poder, que oprima y mate al pueblo, por ello no puede ser comunista y mucho menos ser capitalista, porque su mirada se quedará perdida buscando la felicidad hasta instalarse y acomodarse a los lujos, riquezas, posesiones, honor y prestigio: a las cosas de la tierra.
Y siguiendo las palabras de nuestro mártir Romero de América, vemos que él quiso construir una Iglesia que no estuviera apoyada en los poderes de este mundo, sino que soñó e hizo realidad desde su experiencia una iglesia desligada de los poderosos y sin privilegios. Una Iglesia pobre, que se apoya únicamente en la cruz de Cristo. Decía que el prestigio de la Iglesia no es que tenga mucho poder, sino que los pobres se sientan en ella como en su propia casa.

En cuanto al día y la hora, no los conoce nadie, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo; sólo los conoce el Padre. En cuanto al fin del mundo, Jesús deja bien claro que nadie, ni siquiera Él mismo sabe el día ni la hora, únicamente su fe en el Padre le lleva a expresar que ese momento llegará, que mientras tanto lo único que debemos hacer es hacer presente Su Reino y vivir vigilantes y en actitud de espera confiada.

Ahora es el momento de asumir nuestro compromiso bautismal, es cuando nos toca ser signo del Reino no del Anti-Reino. ¿Qué hacer ante tanta injusticia? ¿Cómo solucionar el problema de la violencia? ¿Estás esperando a que otra persona haga lo que vos tenés que hacer? ¿Estás esperando más signos de los tiempos para decidirte a hacer algo? ¿Estás esperando a que Dios te grite más fuerte a través de las voces de tantas víctimas del sistema? ¿Crees que aún no es momento de actuar y comprometerte? ¿Estás pensando inventarte otra excusa?.

Finalizo esta reflexión compartiendo un cuento de un escritor colombiano llamado Jairo Aníbal Niño, para que en la vida no nos pase lo del relato por no ver los signos de los tiempos:
CUENTO de ARENA
Un día la ciudad desapareció. De cara al desierto y con los pies hundidos en la arena, todos comprendieron que durante treinta largos años habían estado viviendo en un espejismo.

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