lunes, 7 de septiembre de 2009

ABRETE: ESCUCHA Y HABLA

Marcos 7, 31-37 Para El evangelio de Marcos nos presenta a Jesús recorriendo grandes distancias, sobretodo por tierras paganas. Va desde Tiro hasta la Decápolis, pasando por el lago de Galilea y por las grandes montañas de la Decápolis, donde tiene lugar el pasaje bíblico que hoy nos convoca.

Sabiendo la gente que Jesús había llegado, salen a su encuentro, le llevan a un hombre sordo y tartamudo y le suplican (a Jesús) que ponga sus manos sobre él. La práctica de poner las manos sobre un enfermo era, en tiempo de Jesús y en el nuestro, signo de sanación. Por esto podemos decir que la gente lo que quiere con prontitud es la sanación del sordo y tartamudo.

En tiempos de Jesús se hablaba de sordera y tartamudez no sólo en un sentido real, sino también en un sentido figurado. Nosotros también lo hacemos. Por ejemplo, cuando una persona piensa que todo marcha bien en Nicaragua, que Daniel Ortega todo lo está haciendo bien, le decimos: "Abrí los ojos". No significa que los tenga cerrados realmente, sino que utilizamos esa figura para decir algo más importante todavía: que cambie de mentalidad, que ponga los pies sobre la tierra. Volviendo al texto. El hombre sordo y tartamudo de la Decápolis representa a todo el pueblo pagano, a los no judíos, a los que supuestamente no se van a salvar porque son sordos a la voz de Dios y tartamudos para proclamar su Palabra. Pues bien, el evangelio de hoy, que es como siempre contracultural1, muestra a Jesús yendo precisamente a esos sordos y tartamudos y éstos no dejan pasar de largo a Jesús, inmediatamente piden que les ponga sus manos porque quieren dejar de ser sordos y tartamudos.

La actitud de estos paganos debe siempre hacernos pensar en aquellas personas que hoy están lejos de la Iglesia, como por ejemplo los mareros de América Central, los narcotraficantes de Colombia, los traficantes con trata de blancas de Europa, etc. Ellos y ellas han sido sordos a la voz de Dios que pide amor, pero eso no significa que debemos renunciar a ellos y ellas. Jesús así lo creía en su momento y hoy nosotros, seguidores de Él, debemos seguir haciéndolo aunque sea difícil.

Es interesante que Jesús no hace exactamente lo que la gente le pide, pues no usa sus manos como tal, sino sobretodo sus dedos. Veamos con detalle los gestos de Jesús para con este hombre. Lo toma, lo lleva a parte y, a solas, le mete los dedos en los oídos, le toca la lengua con saliva y, después de mirar al cielo y suspirar, le dice: "Effatá - que significa ábrete". Jesús le gasta tiempo, mucho tiempo a ese hombre, procura un espacio de intimidad con él, lo toca con sus propios dedos. En este punto cabe destacar que la creación entera es obra de los dedos de Dios y las Leyes fueron escritas en las Tablas por Él mismo con sus dedos. Ahora son esos mismos dedos de Dios los que liberarán al pueblo pagano de su sordera y tartamudez, pero también del sentirse excluidos del amor de Dios. Jesús pone su saliva, la que ha escupido. La saliva era vista por los judíos como un elemento curativo de las heridas. Jesús escupe y lo que escupe lo pone en la lengua del tartamudo; con este signo Jesús pone su Palabra en el otro: una Palabra que no se puede quedar adentro porque quema, una Palabra que exige fluidez para ser proclamada. Cuando Jesús llega a este punto, levanta la vista al cielo y suspira. ¿Por qué suspira Jesús? Quizá por la felicidad que le da el saber que la Buena Noticia ha llegado a los paganos o tal ves por la súplica que dirige al Padre, a quien le pides, con todo tu corazón, que haga algo por ese hombre y por ese pueblo. Sea lo que sea, Jesús vive ese momento intensamente. Así deberían ser los sentimientos de los cristianos ante la realidad de las personas que sufren en el mundo.

Después de todo esto Jesús le dice tan solo una palabra: "Éffatá", que en hebreo significa ábrete. Es un abrirse a un nuevo modo de vida, a una nueva mentalidad, a un soltar la lengua y hablar al mundo palabras que dan vida y esperanza; es un dejar la tierra y ponerse en marcha hacia donde Dios nos llame a dar testimonio de su mensaje. El hombre sordo y tartamudo así lo entendió y por eso, con sus oídos abiertos a la Palabra de Dios y con su lengua suelta para proclamarla, habla normalmente y cuenta las maravillas que Dios ha hecho con su pueblo. El pueblo pagano de la Decápolis se llena de alegría, pues al abrir sus oídos y soltar su lengua se abren a una nueva vida antes insospechada, pero deseada. Esta es la alegría que tanto deseamos para los pobres. Jesús logró que los excluidos de su época se llenaran de gozo y dijo que nosotros haríamos aún cosas mayores que Él sí creemos en su Palabra. Por eso, hermanos y hermanas, no nos desanimemos pensando que la tristeza es la única herencia que le toca a los pobres, gocemos con la esperanza de que llegará el momento en que ellos también reirán y serán saciados.

Cada fin de semana, nosotros, como Amigo de los pobres, intentamos abrirnos a la escucha de la Palabra de Dios y hoy, de manera particular, nos sentimos muy interpelados, pues ser buena noticia para los pobres no se restringe a escribir, sino a tomar a los pobres, llevarlos a parte, tocarlos, suplicar al Padre por ellos y por último invitarlos, en ese momento de intimidad, a abrirse al nuevo estilo de vida que trae Cristo. Desde nuestra experiencia a ustedes también los invitamos hacer lo mismo.

1Se denomina contra-cultura a los valores, tendencias y formas sociales que chocan con los establecidos dentro de una sociedad. Jesús era, en mucho, contra-cultural, varias veces no escatimó oponerse a normas tradicionales de su propia cultura e invita a sus discípulos hacer lo mismo.

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