viernes, 29 de agosto de 2008

Renunciá ya a tus sueños y aceptá el mío, si en verdad creés en mí. Mt 16, 21 - 27.

A partir de hoy, XXII Domingo del tiempo Ordinario, iniciamos una nueva etapa en la lectura del Evangelio de Mateo. El domingo pasado veíamos a Pedro reconociendo a Jesús como Mesías, a partir de hoy todo irá en función del viaje a Jerusalén, que concluirá con el asesinato de Jesús en la cruz y su resurrección al tercer día; pero antes de llegar a ese momento cumbre, Jesús irá enseñando poco a poco lo que en verdad significa ser Mesías y seguirle.

Nos acercaremos al texto haciendo una relectura y destacandos cuatro momentos.

1. "Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que ..." (v. 21)
Pedro, en verdad admiro tu fe. ¿Cómo es posible que en mí un campesino de sandalias rotas hayás descubierto al Dios liberador, al Mesías de nuestro pueblo? No sé cómo lo hiciste, pero la verdad es que recibiste algo de lo alto. Vos me has visto con ojos de Dios y no con ojos humanos que sólo valoran la capacidad intelectual, la fama, la procedencia, la familia, en una palabra, el poder. Vos no te detuviste en eso y has encontrando en mí un pobre igual que vos al liberador, al Mesías, al Hijo del Dios vivo.

Creo que vos y los demás del grupo ya han dado un paso muy importante en la fe, pero hasta ahora empezarán a entender. Sé que a pesar de ser un pobre de sandalias rotas, un nazareno sin estudios y un don nadie para los poderosos de Israel y Roma, también soy un hombre firme, coherente, luchador y totalmente convencido de que el Reino de Dios llegará y que nosotros, los pobres, seremos los primeros en alegrarnos; sé que ustedes comparten esas mismas esperanzas y que ven en mí al Dios de Israel entre nosotros. Pero compañeros, temo que ustedes pueden estar esperando de mí algo que nunca haré, por eso tengo que decirles que pronto iré a Jerusalén, a la ciudad santa donde han asesinado y seguirán asesinando a los profetas de nuestro pueblo y no iré a pasear, sino a padecer, sufrir y ser asesinado por el Sanedrín; si compañeros, seré asesinado por esos poderosos ilegítimos, por esos sinvergüenzas que piensan que hablan en nombre de Dios y de los intereses de nuestro pueblo, por esos vendidos a Roma e idólatras del dinero; pero escuchen bien esto, ellos no ganarán, ellos no reirán de último, pues Dios tiene la última palabra sobre la vida de aquellos que se entregan a la construcción del Reino.

2. "Tomándole aparte, Pedro se puso a reprenderle diciendo ..." (v. 22)
Jesús, estás loco ¿Qué estás diciendo? ¿Te acordás cuando nos hablaste en aquel monte que está cerca de Cafarnaún? Fue la primera vez que te escuché, me dejaste sin palabras, hablabas de un modo diferente: como un maestro, como un guerrero comprometido en la liberación de nuestro pueblo. Te ví tocando a un leproso ¡A un leproso! ¿Quién toca a un leproso? ¡Nadie! son lo más horrible que puede existir sobre la tierra y vos, como si fueras el mismo Dios, te dejaste tocar por él, te dejaste ensuciar de la porquería más grande que existe y no te importó. Recuerdo cuando llamaste a Mateo para que se uniera al grupo, todos nos molestamos mucho porque era publicano, pero eso tampoco te detuvo. Recuerdo tantas cosas, cuando nos hablabas del Reino de Dios, cuando la comida por fin abundó para los pobres, cuando nos hiciste entender que el Sábado no era más importante que la vida humana. No sé que más decirte, Jesús, vos sos el Mesías, vos sos nuestra esperanza, sos la esperanza de los leprosos, de las viudas, de los enfermos, de los pobres, de los marginados. A los profetas los mataron y allí acabó todo, fueron grandes y nos hicieron comprender que el mundo debía ser diferente, pero una vez asesinados las ilusiones quedaron en nada. Nosotros creemos, o mejor dicho, yo creo que vos sos el Mesías, que sos más que los mismos profetas, más que Elías y más que Juan, por eso a vos no te puede pasar lo mismo, no te pueden asesinar, si eso sucediera ¿Qué sería de nosotros? ¿Qué sería de los pobres? Si a vos también te van a matar no tiene sentido seguirte, no vale la pena ilusionarse con nada.

3. “Pero Jesús, volviéndose, dijo a Pedro...” (v. 23)
Pedro, siento desilusionarte, pero ahora dejame decirte una cosa. Si no soy quien esperabas, pues andate y no sigás perdiendo tu tiempo conmigo, no creás que voy a dejar de ser quien soy para ser lo que vos querés; si no vas a incorporarte a esta lucha mejor no estorbés y si pensás quedarte no intentés traicionar esta dura misión pensando que liberaremos a nuestro pueblo con el poder, tenerte con nosotros pensando de esta manera sería como tener al mismo Satanás al frente de esta batalla.

4. “Entonces dijo Jesús a sus discípulos...” (v. 24)
Yo no sé si también ustedes piensan lo mismo que Pedro, sea lo que sea creo que deben quedar las cosas bien claras desde ya. Por mi parte, voy a seguir esta lucha hasta las últimas consecuencias, sé que meterse en esto es firmar sentencia de muerte, pero no importa, estoy seguro de que en esta lucha combate con nosotros el Padre y que mi propia vida es menos importante que esa lucha, pues ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? Yo no voy a dar un paso atrás y por eso les pido a ustedes, si quieren en verdad seguirme, que renuncien a todo, subordinen todos sus sueños e incluso sus propias vidas al proyecto de la vida, carguen con las consecuencias de meterse en este proceso de liberación. De no ser así, menor no sigan ¿Para qué quiero tener seguidores cobardes que sólo estorbarán y entorpecerán a los demás?

Compañeros, no pierdan el impulso que tenían. ¿Ánimo! Tengan la seguridad de que al final, yo no sé cómo, Dios nos recibirá. ¿Recuerdan a los leprosos, a las viudas, a los tullidos, a los publicanos, a los enfermos, etc.? Ellos pensaban, antes de encontrarse con nosotros, que sus vidas no valían nada y que merecían lo que les pasaba, pero nunca perdieron la esperanza en el Mesías y por eso ahora muchos de ellos gozan no sólo de salud y aceptación social, sino también de ser los primeros en el Reino de los Cielos. Igual que ellos, nosotros tampoco perdamos la esperanza en nuestro Padre, con Él de nuestra parte nada nos detendrá: ni la espada, ni las cruces, ni las persecusiones, ni la muerte. Podrán asesinarnos a todos en Jerusalén, pero nunca podrán acabar ni con nuestras vidas, ni con el Proyecto del Reino. ¿Acaso son estos asesinos los dueños de la vida? ¿Cómo pueden matar lo que no han creado? ¿Cómo pueden decidir sobre lo que no les incumbe? Nuestro Padre, creador y liberador, es el único que tuvo, tiene y tendrá la última palabra.

Invitamos a todas las personas lectoras de esta reflexión semanal para unirnos en oración por las pequeñas comunidades de la Parroquia San Jacinto, San Salvador, El Salvador.

No hay comentarios:

COMENTARIOS Y SUGERENCIAS

Hacerlos al email: amigodelospobres@yahoo.com.mx Gracias por leernos.