sábado, 7 de agosto de 2010

¿ESTÁ TU CORAZÓN PUESTO EN EL REINO DE DIOS?

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Lc 12, 32-48 

El texto del Evangelio de Lucas nos llama a vivir la pobreza evangélica y expresar el servicio a través del amor fraternal y solidario. Jesús, al dirigirse a los discípulos y a toda la gente que le escuchaba siempre fue muy claro en hablar de la pobreza como el vivir con lo necesario, sin acumular, compartiendo lo que se posee con el pobre, no apegándose a nada y confiando plenamente en Dios que provee lo necesario para vivir con dignidad. Por eso, invita a las personas que le siguen a compartir solidariamente lo que se posee.


Esta invitación se convierte en una exigencia cuando se asume el compromiso bautismal de “ser una persona cristiana”. El bautismo se queda muchas veces en un simple recuerdo: un poco de agua y óleos que nos aplicaron sobre el cuerpo, ropa blanca, quizás una vieja fotografía, una buena comida, un gran evento social y en algunos lugares una buena borrachera también; pero en cuanto a la vivencia y el compromiso, nada de nada de nada de nada. Por eso escuchamos decir que nuestros pueblos son mayoritariamente cristianos, vemos catedrales e iglesias llenándose de gente pero nuestra realidad sigue siendo injusta,se legitima la opresión y la violación de los derechos fundamentales de las mayorías populares. La riqueza en el reino de Dios tiene una sola función y no más: ser compartida fraternalmente con quienes pasan hambre, sed, están desnudos, enfermos o en la cárcel. Fuera de ello, la riqueza es un signo anti-Evangélico que indica avaricia, acaparamiento y explotación. Se convierte en el mayor signo de muerte.

El texto del evangelio de hoy nos invita a que como Iglesia Pueblo de Dios: El papa, los obispos, los sacerdotes, las congregaciones religiosas y cualquier otra agrupación cristiana que se considere seguidora de Jesucristo; nos despojemos de lo que tenemos, no nos apeguemos a nada y confiemos en Dios. Debemos ser la Iglesia pobre para los pobres. Nuestra Iglesia conformada por todas las personas que hemos sido bautizadas, debe asumir el Evangelio a cabalidad, sin darse privilegios ni excepciones. Así como la Iglesia institucional debe acompañar a su pueblo en la exigencia de la justicia y la denuncia de todo lo que atente contra ella, debe ser la primera en examinarse hacia adentro y vivir la justicia. Mientras que no aceptemos el Evangelio completo, nuestro clamor a la justicia no será escuchado.
Nuestra actitud cristiana debe ser la que nos indica hoy el Evangelio: Tener puesta la ropa de trabajo y las lámparas encendidas. Es estar preparados todos los días, cada día, cada momento y, en especial, durante la noche; es decir, cuando en la realidad, el anti-Reino parece que devora todo a su paso, nos roba la esperanza activa y deja a su paso indiferencia, desconsuelo, conformismo, nos hace quitarnos la ropa de trabajo como si el Reino de Dios ya estuviera plenamente realizado en nuestras vidas, en la sociedad, en el mundo.
Jesús hace la comparación de los sirvientes fieles que están vigilantes en todo momento, en especial en la noche, pues es cuando más fácil llega el ladrón y hace sus fechorías; de la misma manera debemos estar atentamente trabajando día y noche por construir el Reino de Dios, pues no sabemos el día ni la hora en que Jesucristo se nos presentará. Lo que sí sabemos con certeza es que el lugar teológico del encuentro con Dios en la persona de Jesucristo son los pobres.
Felices los sirvientes a los que el patrón encuentre velando a su llegada”. Estar velando significa estar despiertos, pero no simplemente con los ojos abiertos, sino de manera lúcida, consciente y atenta a las necesidades de la gente y a la voluntad de Dios. Es estar en consonancia con la verdad, sin permitir que se le manipule y que en su nombre se le llame bien al mal y mal al bien. Es tener el espíritu atento y disponible a la acción del Espíritu Santo para actuar contra la injusticia y, si es necesario, dar la vida. Es tener la valentía para no consentir el mal y no acobardarnos ante el poder del anti-Reino.
Para todas aquellas personas que tienen una función de servicio público, la gente de gobierno, las personas de las organizaciones no gubernamentales (ONG´s), la jerarquía de la Iglesia, los coordinares de pequeñas comunidades, quienes trabajan en consejos parroquiales, etc., este texto es aún más exigente pues, como dice el libro del profeta Ezequiel, aquellos que han sido puestos como centinelas son los responsables directos de la sangre derramada del pueblo, y Dios les pedirá cuentas directamente. Es obligación de quien está velando, de quien vigila el comunicar la palabra de Dios, anunciar la Buena Noticia y denunciar con voz fuerte la injusticia cometida.
Hermanos y hermanas, la vida de nuestros pueblos depende de la vivencia de nuestra fe. Depende de nuestro accionar que la niñez no se condene a morir antes de tiempo, que sus sueños y esperanzas no se queden en simples ilusiones. Recordemos que a quienes más se les ha dado más se les exigirá, y si hoy tenemos a nuestro cargo una comunidad, una parroquia, un barrio, un servicio público, nuestro trabajo, el quehacer diario, Dios confía en que desde ese servicio le seremos fieles, pues de todo lo que hagamos o dejemos de hacer Dios nos pedirá cuentas. ¿Qué es lo que te ha confiado Dios? ¿De qué te pedirá cuentas? ¿Realmente está tu corazón puesto en el Reino de Dios?

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