sábado, 29 de mayo de 2010

EL DIOS AMOR IVITA AL GOZO DE SU VIDA EN COMUNIDAD


Juan 16, 12-15

El Espíritu de la verdad los guiará hasta la verdad completa”

Luego de contemplar con toda amplitud la obra de Jesús en su misterio Pascual, que comprometió su vida por nuestra salvación hasta morir en la Cruz y nos envió su Espíritu como garante de la promesa “no os dejaré huérfanos” (Jn 14,18), colocamos hoy nuestra mirada en el misterio grandioso de la Santísima Trinidad.

De manera pedagógica, la Iglesia, Madre y Maestra, a través de la Liturgia, nos conduce a la experiencia del conocimiento de Dios desvelándonos poco a poco su proyecto de amor con la humanidad. Igualmente nos revela, de cara a la Palabra, quiénes somos nosotros, llamados también a comprometernos en ese proyecto. En un día como hoy proclamamos que la vida de la Trinidad, la intimidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, es la medida, la gracia y la inspiración de nuestras relaciones con Dios y entre nosotros. De alguna manera desenmascara el individualismo, la falta de solidaridad, en una palabra, el egoísmo que anida en el corazón, en nuestras familias, barrios y países.

El Evangelio de hoy comienza señalando que es el Espíritu de la verdad, el que nos guiará hasta la verdad completa. El objetivo es la verdad completa, es decir, una visión global y perfecta de la obra que Dios ha querido llevar a cabo en su fidelidad con la creación y con el pueblo, con el cual hizo una alianza eterna. Nuestra condición humana, frágil y limitada necesita la ayuda de lo alto y Jesús, en la intimidad de su relación con el Padre, desea compartir el Espíritu con nosotros porque Él: “recibirá de lo mío y os lo explicará a vosotros”. De esta manera, el creyente se hace partícipe de la intimidad de Dios y está llamado a realizar las obras de Dios. La comunidad de los discípulos de Jesús queda envuelta en la fuerza y la intensidad del amor que es propio de Dios.







El amor de la Trinidad no es un misterio que se agota en sí mismo, sino que se impregna en nosotros. Esto es tan claro que San Pablo saludaba a la Comunidad de los Corintios, quizá la más complicada en materia de relaciones comunitarias, con una frase que recordaba lo esencial de la fe cristiana y el estilo de vida que debía caracterizar todas sus relaciones. “La gracia del Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo sean con todos Ustedes” (2 Cor 13,13). Lo que Pablo espera es que esta comunidad sea un signo viviente del amor: “sed perfectos, animaos, tened un mismo sentir y vivid en paz, y el Dios del amor y de la paz, estará con vosotros” (2 Cor 13,11)

A una sociedad como la nuestra, que ha alcanzado altos niveles de comunicación global a través de la informática pero que al mismo tiempo es desigual socialmente y que está llena de fracasos familiares, exclusión de los pobres, y profundas soledades de muchas personas de nuestro tiempo, ¿Qué tendrá entonces que decirle esta solemnidad de la Santísima Trinidad? En nuestros pueblos, en su mayoría creyentes, ¿Vivimos el amor de la Trinidad? Frente a los proyectos de muerte instaurados por los modelos económicos de nuestros países, el anuncio de un Dios amor que unifica, que comparte todo, que envía y que salva, contradice el estilo de vida individualista de una sociedad de masas, pero sin comunión de amor. ¿Qué hacemos nosotros, los cristianos, para que en los medios donde vivimos, se haga visible el amor de Dios Trinidad?

¡Que María, la virgen que experimentó hondamente el misterio de la Trinidad como Hija amada del Padre, madre del Hijo y esposa del Espíritu Santo, y supo compartirlo de modo especial en la visita a su prima Isabel, cuyo acontecimiento celebramos mañana 31 de Mayo, inspire nuestra relación profunda con Dios y con los Pobres, los dos amores de nuestra vida!

¡Oh mi Dios! Que cada minuto de mi vida me sumerja en la hondura de tu amor, para revelarlo al mundo, con las obras de la verdad y la pasión por la humanidad.

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