lunes, 24 de agosto de 2009

¿TAMBIÉN USTEDES QUIEREN ABANDONARME?

JUAN 6, 60-69

Continuando con el texto del evangelio de Juan de la semana pasado, se nos comenta que muchos discípulos de Jesús sintieron muy fuerte su discurso, y por eso decían “¿Quién podrá escucharlo?” Estas reacciones se daban por no querer aceptar a Jesús como el Hijo de Dios encarnado en la realidad de las personas pobres (SU CARNE); y en el proyecto del Reino de justicia, amor, paz, reconciliación, de Vida Plena para todos que él traía (SU SANGRE).

Jesús no se dedicó a alcahuetear a las personas que le seguían, no les suavizaba el mensaje exigente y liberador para que se quedaran con Él y no quedarse solo. El quería gente consciente del Reino y de sus exigencias, pues no bastaba con querer disfrutar de sus milagros, sino que era necesario que, desde el compromiso personal y comunitario, se asumiera un proceso de liberación a través de la práctica de la justicia y la misericordia. Era necesario cambiar el orden establecido. Ante este compromiso que exige el Reino, muchos de sus discípulos y discípulas, agachando la cabeza, dieron la vuelta y se marcharon, abandonando a Jesús y su proyecto (rechazaron Creer en su Cuerpo y su Sangre).

Jesús pudo percibir entre los doce, reacciones muy parecidas a las de los demás, y con total franqueza y libertad les pregunta “¿También ustedes quieren abandonarme?”. Inmediatamente reacciona Pedro diciendo: “Señor, ¿A quién iremos? Tu tienes palabras de Vida Eterna”. Pedro, manifestando la fe y esperanza de los doce, agrega: “nosotros hemos creído y reconocemos que tu eres el Consagrado, el Elegido, el Enviado de Dios”.

¿Cómo se habrá sentido Jesús al percibir el posible abandono de sus amigos? ¿Se habrá sentido triste, frustrado, fracasado, “hecho leña”...? Es indudable que Jesús como ser humano en plenitud, vivió la triste experiencia del abandono, el fracaso y la traición. Esta realidad humana de Jesús (hecho frágil, mortal= Carne y Sangre como lo expresan las palabras en Griego) es poco aceptada en la Iglesia, pues la tendencia es ver a un Jesús “puramente Divino”, que todo lo puede, que toda su vida tuvo todo tipo de poderes sobrenaturales, y que por tanto, no sufría realmente. Hay que abandonar esta idea o imagen de Jesús y ver que su poder es el amor, y éste es indefenso, pero tiene mucha fuerza para cambiar a las personas, las familias, las comunidades, los barrios, los cantones, las parroquias y los pueblos.

El Concilio Vaticano II y los documentos latinoamericanos de Medellín, Puebla, Aparecida, etc. nos respaldan. Si no hemos asumido la riqueza de dichos documentos es por ignorancia, por pereza o por negligencia, ya que nos gusta más el cristianismo cómodo, donde sólo adormecemos nuestra conciencia con prácticas piadosas sin compromisos que dan vida. Al final, la decisión más fácil de tomar es la de abandonar a Jesús y su Reino porque nos parece muy exigente, porque nos escandaliza el hecho de tener que asumir todas sus consecuencias, hasta llegar a dar la vida por las demás personas ¿Será así o no? No te has preguntado ¿porqué tantas personas bautizadas, que comulgan, se confirman, se casan año tras año, y al final viven un cristianismo a medias, es decir, sólo de nombre? ¿Y tú eres de este montón? Estas personas son las que no sólo quieren abandonar a Jesús, lo expresan con su manera de vivir la fe, si a eso se le puede llamar fe. La FE en en Evangelio de Juan es: ser leal, fiel, confiar, creer en la Alianza y las Promesas de Dios, acercarse a Jesús (Jn 5,40), recibirlo (Jn 1,12), aceptarlo (Jn 5,43), y sobre todo amarlo (Jn 14,15), conocerlo (Jn 17,3)...

Por eso vemos que no sólo le abandonamos, sino que le rechazamos, le traicionamos y nos volvemos cómplices o verdugos de su muerte. ¡Qué triste y despiadado que sigamos haciendo esto con los nuevos rostros sufrientes de Cristo!

Para gloria de Dios Padre, sí hay personas que responden fielmente a Jesús y su Evangelio, se dedican a visitar a las personas enfermas, a las que están en la cárcel, visten a las personas desnudas, alimentan a las hambrientas, hacen opción por las personas empobrecidas, y de esa manera generan vida (Carne y Sangre), y son presencia real del Cuerpo de Cristo (Iglesia=Pueblo de Dios ) Su oración, sus rosarios, sus horas con el Santísimo, la Misa, los Sacramentos son efectivos y eficaces porque van de la mano con el compromiso. Son personas que con su FE y testimonio contribuyen a la paz efectiva en el mundo por medio de la justicia, y construyen o extienden el Reino de Dios. Estas personas son las que siguen diciendo Sí al igual que Pedro, pues reconocen que sólo en Jesús hay Espíritu y Vida, son el nuevo Pueblo de Dios.

Y tú, ¿piensas abandonar a Jesús y su proyecto de Vida para el pueblo o te quieres comprometer de verdad en Cuerpo y Sangre?

Parafraseando a Santa Teresa de Calcuta, diríamos que si somos capaces de identificar a Cristo bajo el dolorido semblante de los pobres que sufren, seremos capaces de reconocerle bajo la apariencia de pan y vino.

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