sábado, 8 de agosto de 2009

PAN DE VIDA, UN INSIGNIFICANTE

SAN JUAN 6, 41-51

El día de hoy continuamos la lectura del evangelio según San Juan, pero antes de entrar en el texto es bueno que recordemos algunos detalles que veíamos semanas pasadas. Jesús se había compadecido de la muchedumbre enferma y hambrienta, había multiplicado el pan y los pescados con el apoyo de esa misma gente hambrienta y se había retirado de ellos cuando supo que querían proclamarlo rey. Cuando la gente se dio cuenta de que Jesús se había retirado a Cafarnaún, montó en sus barcas hasta encontrarse con Él. Las primeras palabras de Jesús - al verlos - fueron de reproche: “Les aseguro que no me buscan por las señales que han visto, sino porque se han hartado de pan” (Jn 6, 26). El diálogo se va acalorando cada vez más a medida que Jesús les va revelando que lo importante no es el pan por el pan, sino el pan que da vida eterna, es decir, el pan de la justicia... este pan encuentra su realización en Jesús mismo: “El pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo. [...] Yo soy el pan de la vida”. (Jn 6, 33.35). Es en este punto que comienza el evangelio que la liturgia nos propone para hoy.

Para los interlocutores de Jesús sus palabras sonaban a fantasía por eso murmuraban entre ellos: “¿No es éste Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo dice que ha bajado del cielo?” (Jn 6, 42). El autor1 de este evangelio recurre con frecuencia al género literario del “mal entendido”, que consiste en poner en boca de Jesús palabras que no serán entendidas por sus interlocutores o entenderán de una manera muy distinta a la querida por Jesús. Esto es precisamente lo que ocurre aquí. Jesús dice que es el pan bajado del cielo para significar que Él está luchando por la justicia y el amor, valores fundamentales del Yavismo y con los cuales no puede haber más hambre y sufrimiento en el mundo. No obstante, sus interlocutores piensan en algo muy distinto, creen que Jesús trata de convencerlos de que ha venido del cielo sin necesidad de pasar por el vientre de una madre. Eso es absurdo, ya que son testigos de que Jesús tiene madre y padre. En conclusión las palabras de Jesús no sólo son absurdas, sino también falsas: Jesús es un mentiroso.

Jesús nota que la gente murmuraba entre ellos, les pide que lo dejen de hacer y reconozcan que sus palabras son verdaderas y portadoras de la promesa de la resurrección. Sin embargo hace una aclaración muy importante: “Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me envió” (Jn 6, 44a). Sólo aquellas personas que en verdad se sientan atraídas por Yaveh, por su Torah2, por su Shalom3, serán capaces de reconocer que Jesús es su maná4. Es cierto que Jesús puede ser reconocido como el hijo de José, pero eso no significa que Él no sea el pan de vida. ¿Acaso sólo a alguna clase privilegiada, o a alguna familia en particular le está reservada la posibilidad de ser fieles al Señor y vivir su Palabra a plenitud? La respuesta es no. Todos los seres humanos somos capaces de hacer lo que hizo el hijo de José, podemos provenir de familias insignificantes o incluso de “malas familias” y llegar a convertirnos al Señor de tal manera que seamos para el mundo, especialmente para los pobres, pan de vida, aunque no seamos reconocidos como tales.

La Iglesia por mucho tiempo se sintió la mamacita de Tarzán, la única portadora de la verdad, la que tenía la primera y la última palabra en todo, especialmente en el tema de la salvación y de la liberación. La historia, sin embargo, le ha demostrado a ella y a la humanidad, que en cuestiones de salvación y liberación son los pobres los que tienen la primera y la última palabra. Jesús de Nazareth escandalizó a sus contemporáneos al presentarse como pan de vida. De igual modo, personajes como Monseñor Romero y el Ché Guevara también nos escandalizan a nosotros. Nos preguntamos ¿Cómo pueden ellos venir de Dios si contradicen lo que es ser un buen “cristiano” o un buen “ciudadano”?

El evangelio de hoy nos invita abrir nuestra mente a otros modos de ser ciudadanos y de ser cristianos; a otros modos de comprender a Dios y a otros modos de instaurar el Reino en el mundo. Si permanecemos encerrados en nuestras propias concepciones terminaremos murmurando contra aquellos insignificantes que como Jesús nos enseñan una manera distinta de vivir el evangelio. Por ello, hermanos y hermanas, reconozcamos que el pan del cielo no vino sólo en tiempos de Moises y de Jesús, sino que sigue viniendo para alimentar al pueblo con su justicia.

1El autor del evangelio de Juan no es una persona, sino toda una escuela que recibe el nombre de “Escuela Joánica”.

2Se denomina Torah a los primeros cinco libros de la Biblia cristiana y hebrea. Son los libros más importante del Antiguo Testamento: Gn, Ex, Lv, Nm y Dn. Torah es una palabra hebrea que se traduce normalmente como Ley, pero una mejor traducción debe ser Enseñanza. La Torah son las enseñanzas que el Dios liberador da a su pueblo rescatado de la esclavitud. Si el pueblo sigue estas instrucciones o enseñanzas conservará la libertad o la recobrará si la pierde por infidelidad.

3Shalom es una palabra hebrea que se traduce comúnmente como paz. Cuando hay Shalom en un pueblo no hay hambrientos, ni desterrados, ni perseguidos, ni endeudados; ya que el amor, el perdón y la justicia se imponen a la mentira, el egoísmo y el acaparamiento.

4El maná es el pan que Yaveh envió al pueblo de Israel, por mediación de Moisés, cuando éstos clamaron por alimento.

No hay comentarios:

COMENTARIOS Y SUGERENCIAS

Hacerlos al email: amigodelospobres@yahoo.com.mx Gracias por leernos.