miércoles, 15 de julio de 2009

EL DESCANSO...

Marcos 6, 30-34

La semana anterior, el texto del Evangelio de Marcos nos presentaba ese primer envío misionero de los discípulos, las recomendaciones que les dio, y cómo ellos respondieron yendo a los pueblos y arriesgándose.

En este domingo, el texto del evangelio nos presenta el regreso de “los doce” de su primera experiencia misionera. Ellos se acercan a Jesús y le cuentan todo lo que habían vivido, lo que habían hecho y enseñado en su nombre, pero al parecer no podían hablar con total libertad, reflexionar y evaluar la misión, pues había mucha gente en aquel lugar donde estaba Jesús enseñando; además, parece que Jesús sabía muy bien lo cansados y hambrientos que venían, y por ello les sugiere que irse a un lugar retirado y despoblado para poder comer, conversar y descansar a gusto. Era algo que, visto desde Jesús, era muy necesario, pues no sólo los instruye con su palabra, sino desde la realidad del pueblo, desde lo vivido.

Sin embargo, la gente se dio cuenta que Jesús y sus discípulos se alejaban en una barca y decidieron seguirle, caminando y corriendo por toda la orilla, para no perder la oportunidad de estar con él y seguir aprendiendo. Este gentío estaba conformado, muy probablemente, por personas que estuvieron escuchando a Jesús en otro lugar y por otras que siguieron a los discípulos desde los distintos pueblos por donde anduvieron de misión, con el deseo y la curiosidad de conocer al Maestro que los había enviado.

Al llegar a la orilla, Jesús se da cuenta de la gran cantidad de gente que les esperaba y de sus necesidades, de sus sufrimientos. Jesús, entonces, decide cambiar de planes, y le da prioridad a la gente, pues siente compasión por ellos. Con esto, Jesús les enseña a sus discípulos que, después de la misión, no puede haber descanso mientras haya necesidad en el pueblo, es decir que la misión es continua y sólo acabará cuando el Reino de Dios sea pleno en el mundo.

La gente descubre en la actitud compasiva de Jesús a Dios que se mete en su historia, en su vida, en su realidad, no un Dios lejano e indiferente, sino un Dios pobre entre los pobres, que comulga y comparte su vida, sus sufrimientos y esperanzas. Jesús ve a todas estas personas como ovejas que andan en busca de un buen pastor, que responda, con palabras y hechos, pues no encuentran coherencia ni solidaridad en los que andan por allí, llamándose a sí mismos, “buenos pastores”.

Y, como dice el profeta Jeremías, “¡hay de esos pastores que pierden y dispersan las ovejas...!... y las han echado en vez de preocuparse de ellas”. Ante ello, Dios promete preocuparse “personalmente” en hacer justicia con estos malos y falsos pastores y de reunir a todas las ovejas que han sido dispersadas, para conformar un solo pueblo. Esta promesa de Dios es la que se hace realidad en Jesús, como aquél que practica la justicia y el derecho.

A partir de nuestra experiencia sacramental, específicamente del Bautismo y la Eucaristía, nos damos cuenta que el descanso no puede existir para la persona verdaderamente cristiana, ya que ello implica el compromiso constante de vivir el profetismo, el sacerdocio, el reinado, la solidaridad, la inclusión y la mesa compartida: el Reino de Dios. Este compromiso se hace cada vez más necesario en tanto exista una realidad como la actual: Personas viviendo el abandono y la miseria frente a nuestras casas, frente a las iglesias parroquiales, en los parques, soportando hambre, frío, lluvia, desprecio, denigración total. Son personas que son consideradas basura, desecho de la humanidad.

Es doloroso también, ver como miles de personas deben huir de su propio pueblo o de su país, víctimas de la violencia, del narcotráfico, de la corrupción, de la injusticia social. Ver como las pandillas juveniles crecen y se multiplican y llegan a controlar las vidas de muchas personas y se autodestruyen. Ver gobiernos que invierten miles de millones de dólares en armamento, por la seguridad democrática, por la mano dura, por la seguridad nacional, olvidándose que las causas de toda violencia están hundidas en la injusticia social, que es el pecado madre de toda realidad fragmentada.

Ante toda esta realidad que muestra los enormes tentáculos del anti-Reino, Jesús nos enseña que frente a una realidad cargada de sufrimiento y muerte, no queda lugar para el descanso. Pero, entonces, ¿qué es lo que da fuerza y anima a continuar la misión? La respuesta es esta: “Jesús vio toda aquella gente y sintió COMPASIÓN de ellos”. Es una compasión que no se reduce a la lástima o al asistencialismo, pues eso no transforma la realidad y sólo calma las conciencias. La verdadera compasión consiste en meterse en el pellejo de la otra persona, en la realidad del pueblo, en compartir su dolor y su necesidad, en practicar la solidaridad y la fraternidad; está en valorar a la otra persona como ser humano, en reconocer y hacerle conciencia de la capacidad que tiene de ser el protagonista de su propia liberación.

¿Cómo entender, entonces, el descanso? Los abuelos y las abuelas dirán que el descanso consiste en cambiar de actividad. Esto se puede traducir en darle un dinamismo continuo a la vida, un continuo cambio de acuerdo a la realidad histórica que se vive. Según la espiritualidad vicentina, el descanso consistiría en tomar nuevas fuerzas, nuevo impulso, ser más creativo e inventivo para amar, de tal manera que nuestra vida sea misionera hasta la muerte.

Por ello Jeremías denuncia a los falsos pastores que han hecho del descanso su vida, convirtiéndose en ociosos y mantenidos, en una especie de parásitos que se han instalado en puestos eclesiales o políticos, en instituciones de servicio, etc. Debemos evaluarnos, no sea que el reproche de Jeremías nos pudiera denunciar nuestra falsedad como pastores y profetas. ¿Estamos esperando a que las personas con autoridad tomen siempre la iniciativa en la misión? ¿Aún somos miedosos para denunciar a todas aquellas personas que se la pasan descansando cuando su opción y compromiso es la misión? ¿Hasta cuando vamos a seguir aguantando a esos falsos pastores y profetas que dispersan al pueblo con mentiras e injusticias? ¿Cómo vives la compasión?.

PD: Gracias a la Comunidad de la Chacra en el Salvador por leernos, al igual que a los hermanos de México, de Suiza, Nicaragua, Guatemala, Colombia y a los hermanos y hermanas de los otros países que desgastan su vida en la construcción de Reino de Dios... y a nuestro querido amigo Gregorio G. misionero en Panamá y ahora Superior General de la Congregación de la Misión.

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