jueves, 22 de abril de 2010

LA GRACIA DE LA RESTITUCIÓN DE LOS MEDIOCRES...


RESURRECCIÓN: LA GRACIA DE LA RESTITUCIÓN DE LOS MEDIOCRES SERVIDORES

Juan 21, 1-19

Nos encontramos en el Tercer Domingo de Pascua, en este Evangelio se narra la aparición de Jesús a siete de sus discípulos, a orillas del lago de Tiberíades y la restitución de Simón Pedro, a quien en tres veces Jesús le pregunta si le ama y luego le anima a seguirle, perdonando así su amarga traición.

Acerquémonos, entonces, a algunos signos del texto y a su mensaje teológico.

Con suficiencia sabemos que el Evangelio según San Juan es el más tardío y más teológico de todos los evangelios; sabemos que este Evangelio muestra a Jesús como el Hijo de Dios, como el Señor; también sabemos que tiene conflictos con la religión judía, que ha expulsado a los cristianos de las sinagogas; por último, sabemos que es el más revolucionario de los Evangelios, se opone al Imperio Romano, considera a Jesucristo como el hijo único Dios y es contrario al César, que se proclamaba dios.

¡Jesús está vivo y se manifiesta de una manera nueva! Es la esperanza, la luz que brilla en medio del desconcierto. Precisamente, siete desconcertados y temerosos discípulos se hallan a orillas del Lago de Tiberíades y se van a pescar, pero aquella noche no pescaron nada. Al amanecer, Jesús se encuentra a la orilla del Lago, pero no sabían que era Jesús. Él les da indicaciones para la pesca y la pesca se realiza milagrosamente. Luego, Jesús tiene preparadas las brasas y un pez entre ellas.

El resucitado marca los caminos de los discípulos y de la comunidad reunida en torno a Él. Se aparece en Galilea, el lugar de sus amores, donde fue proclamada la Buena Noticia a los pobres y excluidos. Jesús les da a los discípulos abundancia, escuchando su voz se hallan peces, tantos como para continuar alimentando a los excluidos, así como Jesús lo hizo antes de morir y resucitar. Una lectura eclesiológica de los símbolos nos puede decir que los peces son los nuevos creyentes, las redes el Evangelio y Pedro y los discípulos los pescadores, los animadores de la comunidad. La comida (Eucaristía) es el símbolo del Reino que es y será, ésta reúne a la comunidad, que se alimenta del mismo Jesucristo.

Los pescadores, de quienes el líder es Simón Pedro, son mediocres, incompetentes para anunciar al Señor Resucitado y para lucha por la construcción del Reino de Dios. El Resucitado les invita a “seguirle”, les conforta con el alimento milagroso, y les da la gracia para continuar.

Pedro, quien le negó a la hora de su pasión, es sin duda, mediocre, tres veces Jesús le interroga sobre el amor que le tiene y Pedro responde que “le quiere”. Jesús le augura fidelidad hasta la muerte y le invita a seguirle.


En nuestra América Latina, nosotros somos Simón Pedro, los mediocres discípulos que han negado a los pobres- en quienes Cristo se encuentra- y se han hecho los indiferentes ante sus realidades de exclusión y muerte. Nosotros somos Simón Pedro, que es cobarde y defiende solamente sus intereses egoístas, que sueña con el poder y el reconocimiento, que desea mandar. Somos nosotros quienes hemos sido incoherentes en nuestras decisiones y deseamos quedarnos para siempre en nuestras mediocridades.

La resurrección de Jesús, sin embargo, nos da vida nueva, es la gracia que restituye a estos mediocres servidores. Jesús conoce de nuestro amor a pesar de todas las mediocridades, nos confiere la misión de animar en su seguimiento a los humildes y sencillos, nos invita con mayor énfasis a seguirlo y nos augura felicidad y sufrimiento, realidades que van de la mano.

Nosotros y la Iglesia que conformamos, no podremos ser más que pobres y mediocres servidores, pero la Gracia del Resucitado siempre estará con nosotros: Ella nos da la energía para luchar por la justicia social- como lo hizo Monseñor Romero-, para organizar una evangelización integral entre los pobres, que les permita vivir la igualdad y la liberación – como lo hizo San Vicente de Paúl- y para agotar nuestra vida en el servicio a los marginados, los que sufren y lloran, los siempre desgraciados.

La Resurrección del Señor, pues, nos capacita para ser evangelizadores de los pobres, para ir a su encuentro. ¡Esto es Resurrección, esto es sentir cómo Dios nos levanta y nos hace caminar en su seguimiento!

¡Ánimo! ¡Felices Pascuas de Resurrección!.

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