sábado, 27 de febrero de 2010

escuchar a Jesús para transfigurar la realidad

ESCUCHAR A JESÚS PARA TRANSFIGURAR LA REALIDAD

Lc 9, 28b-36

En este segundo domingo de Cuaresma, Lucas nos presenta el acontecimiento de la Transfiguración de Jesús. Así da inicio la segunda etapa de la vida de Jesús; es la etapa que arranca cuando comienza a anunciar a sus discípulos que el Hijo del Hombre tendría que sufrir mucho y ser rechazado por las autoridades judías. Es un anuncio previo de su pasión, de su muerte en cruz. Esto pudo haber sido percibido por sus discípulos como una especie de fracaso, como algo que les causó conflicto y confusión.

En Lucas, Jesús sube a la montaña para orar. Él había entrado en conflicto con las autoridades y sabía que no iban a dejarlo hacer su trabajo misionero, y que tarde o temprano lo detendrían. En esa sociedad, como en la nuestra actualmente, el anuncio del Reino, de la manera que lo hacía Jesús, no era, ni es permitido; por lo que le quedaban a Jesús y a cualquiera que quiere seguirle dos opciones: dejar su misión evangélica de anunciar la Buena Noticia o seguir siendo fiel al proyecto de Dios, aunque lo maten. No había otra alternativa. La cruz le aparece a Jesús, entonces, no sólo como una posibilidad sino como una certeza para seguir adelante. Pero, Junto con la cruz aparece la tentación de seguir por el camino del Mesías glorioso sin sufrimiento y no por el camino del Mesías siervo que es crucificado. Es en estas horas tan difíciles, en que Jesús, ora como nunca, para liberarse y estar siempre disponible para seguir liberando y salvando al ser humano. Con esto se confirma que el camino para la gloria; pasa por el sufrimiento, por la derrota, por la cruz, la burla y por la muerte.

Ante esta experiencia de Jesús, se describe la reacción de los discípulos; que es dormir, hablar tonterías, tener miedo y no querer bajar del monte, es decir, no querer enfrentarse a su compromiso con el mundo. Siempre que se habla de la cruz, tanto en la transfiguración como en el monte de los Olivos, ellos duermen. Parece que no les agrada el lenguaje de la cruz. Hasta aquí esta claro que no comprenden todavía la misión de Jesús. Es evidente entonces, que es aquí, donde la voz del Padre sale de la nube y dice: "Éste es mi Hijo, mi Elegido; escúchenlo". Con esta misma frase había anunciado el profeta Isaías al Mesías-siervo (Is 42,1) Después de Moisés y Elías, ahora el Padre presenta a Jesús como Mesías-siervo, que llega a la gloria a través de la cruz. En la visión Moisés y Elías desaparecen y queda sólo Jesús, como la Palabra del Dios vivo para los discípulos: "escúchenlo". Esto indica que estas palabras escuchadas por los testigos tienen un carácter público, es decir para toda persona que decida optar por seguir a Jesús.

Este acontecimiento, definitivamente, refleja la expresión de la experiencia de Dios que tuvieron estos discípulos y que, por tanto, nadie más puede dar fe de ella, más que la misma persona que la vivió, lo cual siempre deja abierta la posibilidad de la duda. No cabe duda que la experiencia de Dios siempre parte del camino de la Cruz, para luego llegar a la Resurrección.

Este texto presenta la figura esperada por el pueblo judío, aquella figura que debía ser la intervención decisiva de Dios en la historia, para la salvación de la humanidad. Presenta a Jesús como el Nuevo Moisés o Profeta que Yahvé había de enviar, según lo había prometido. Y que hará pasar al pueblo de Dios de este mundo de esclavitud, de injusticias y de muerte a la Tierra Prometida; donde la justicia, el amor, la misericordia y la vida reinan.

Con la Transfiguración, el mesianismo de Jesús experimenta una ruptura definitiva: por un lado, en las Tentaciones, se le ha convertido en servicio. Por otro lado, ahora, se le desborda, convirtiéndolo en una afirmación de Trascendencia en vez de simple elección terrena, es decir, la opción de Jesús recibe la afirmación de Dios. A la persona seguidora de Jesús se le está diciendo con este texto que a Dios no lo encontrará como “Su Majestad”, sino en la identificación con aquel Jesús que acaba de anunciar su pasión y muerte. Para los discípulos es difícil aceptar estas contradicciones, y por eso tienen temor. La transfiguración es la exaltación del Humillado. Jesús se transfiguró y manifestó su gloria a sus discípulos, para hacer ver la diferencia entre el Antiguo y el Nuevo Testamento; pues antes el pueblo de Israel no podía ni siquiera mirar el rostro de Moisés por el resplandor de su cara, mientras que ahora los apóstoles miran cara a cara la gloria del Señor. Es la forma de indicar que a Dios se le conoce a través de Jesús. Es a la vez, la manifestación de la transfiguración de todas las personas seguidoras de Jesús.

Esa visión de Dios en la Transfiguración, nos enseña con claridad que allí donde el ser humano no espera encontrar a Dios, allí está. Es por eso que nos cuesta reconocer a Jesús en los nuevos rostros: las personas inmigrantes, desempleadas, campesinas, enfermas, ancianas, alcohólicas, drogadictas, gitanos, homosexuales o prostitutas, etc.; en resumidas cuentas, las personas excluidas, marginadas y pobres de nuestra sociedad actual.

La Transfiguración sigue siendo una ayuda clave para superar las crisis que el sufrimiento y la cruz nos provocan hoy. Los tres discípulos adormecidos son el espejo de todos nosotros; por ello la voz del Padre estará siempre presente por medio de Jesús para recordarnos: que debemos escuchar a Jesús a través de su palabra para ver y no descuidar la realidad, para no callar, ser profetas y comprometerse por la liberación y la transformación del ser humano.

Muchas personas humildes, sencillas y hasta marginadas escucharon y lucharon por la vida, la justicia, su fe y su amor de ser Buena Noticia. También pueden ser nuestros espejos, para ver el rostro de Dios en la realidad y comprometernos a seguir con el proyecto del Dios de Jesús, es Reino.

sábado, 13 de febrero de 2010

REINO Y ANTIREINO

Nos encontramos en el VI domingo del Tiempo Ordinario, desde inicios del año litúrgico, Lucas ha mostrado el camino de Jesús en las primeras instancias de su ministerio público, instancias que son decisivas para su caminar y que determinarán los hechos que le llevarán al misterio pascual: la cruz y la resurrección.

El lugar donde Jesús está actuando es la Galilea de los Gentiles, ya, temprano en esta historia, ha sido recibido con agrado por sus paisanos de Nazaret y luego empujado por ellos hacia un despeñadero con la intención de asesinarlo, ante esto Jesús dijo: “Nadie es profeta en su tierra”; posteriormente ha llamado a sus primeros cuatro discípulos bajo el signo de la pesca milagrosa, les ha llamado para enseñarles a ser pescadores de hombres, de seres humanos.

La perícopa inmediatamente anterior refiere cómo Jesús ha pasado la noche orando en el monte, llamó a todos los discípulos y entre ellos eligió a doce. Jesús, en la perícopa de hoy, baja con sus discípulos y se detiene en un lugar llano donde le esperaba una gran muchedumbre procedente de todo el pueblo, de Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón. Jesús alza los ojos a sus discípulos y les dice:

Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios.

Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados.

Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis.

Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas”


Las Bienaventuranzas dirigidas a los discípulos van acompañadas en Lucas por maldiciones, es decir, lo contrario a las Bienaventuranzas:

Pero ¡ay de vosotros los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo.

¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos! porque tendréis hambre.

¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto.

¡Ay cuando los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas”


En las Bienaventuranzas de Mateo, Jesús hablaba desde la Montaña, era el nuevo Moisés que pastoreaba a su Pueblo. Por el contrario, en Lucas Jesús habla a la muchedumbre desde un lugar llano, en una dinámica más cercana, Jesús trae consigo una nueva forma de relacionarse, entabla relaciones más cercanas. ¿Quién es el auditorio de Jesús? Gente venida de todos lados, de la costa cercana a Galilea, es decir, extranjeros, gente de la Galilea “la gente del Pueblo” y también la gente de Judea y de Jerusalén. Pero no es un simple “auditorio”, son los pobres a quienes va dirigida la Buena Noticia, son discípulos a quienes Jesús proclama bienaventurados.

Lucas deja claro que el Reino de Dios proclamado por Jesús es de los pobres, de esos que tiene hambre, que viven con hambre, a quienes les ha sido negada toda posibilidad de desarrollo, aquellos que se encuentran viviendo situaciones angustiosas de opresión, esos cuya vida es todo lo contrario a la Voluntad de Dios, porque Dios los creó para ser felices, para disfrutar la vida pero la maldad humana los ha postrado hasta excluirlos e invisibilizarlos, imperio y religión judía han pasado a ser agentes de maldad. ¡Esos son los destinatarios del Reino de Dios! ¡Aquellos que reconocen en Jesús al Dios liberador que se manifiesta cercano para inundarles de vida!

Jesús, profeta del Reino de Dios, condena enérgicamente la opresión. Cuatro siglos después, los padres de la Iglesia dirán con gran fuerza profética y martirial que ningún rico lo es lícitamente, que ha heredado riquezas producto del robo o él mismo ha despojado a los pobres de lo que les correspondía. Jesús condena el robo y el egoísmo, actitud elemental del rico, que no comparte con quienes tienen hambre y lloran, sus mismas riquezas serán su ruina, ellas son el pago de su maldad, ellas le han dado buena vida, pero la llegada inminente del Reino de Dios les hará quebrantarse, ¡O comparten, o las maldiciones del proyecto del Reino de Dios caerán sobre ellos!

La referencia de Lucas a la persecuciones y el odio por el nombre del Hijo del Hombre pone al descubierto la situación de la comunidad de seguidores de Jesús al momento que se escribió el Evangelio, por el nombre de Jesús, por el nombre de la justicia de Dios, el imperio y la religión oficial les persiguen, calumnian e injurian. ¡Ay de aquellos que tiene el reconocimiento de los opresores! Reino de Dios se contrapone al antiproyecto del Reino de Dios, la bondad de Dios a la opresión humana.

¿Qué nos dice este Evangelio a nosotros? En primer lugar, recuerda nuestra obligación de ser profetas del Reino de Dios, como Jesús lo fue. Segundo lugar, que es necesario definir nuestras posturas y cambiar radicalmente, pensar desde el interés de los pobres, amar a los pobres, buscar desde donde nos encontramos la felicidad y la vida de los pobres, hambrientos y tristes. Tercer lugar, que luchemos desde nuestras convicciones cristianas por hacer del mundo un mesa eucarística común donde se comparta el pan, la dignidad y sea la inclusión la nota característica de nuestra religiosidad.

¡Vamos, a construir el Reino de Dios, Bienaventurados seremos!

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