sábado, 13 de febrero de 2010

REINO Y ANTIREINO

Nos encontramos en el VI domingo del Tiempo Ordinario, desde inicios del año litúrgico, Lucas ha mostrado el camino de Jesús en las primeras instancias de su ministerio público, instancias que son decisivas para su caminar y que determinarán los hechos que le llevarán al misterio pascual: la cruz y la resurrección.

El lugar donde Jesús está actuando es la Galilea de los Gentiles, ya, temprano en esta historia, ha sido recibido con agrado por sus paisanos de Nazaret y luego empujado por ellos hacia un despeñadero con la intención de asesinarlo, ante esto Jesús dijo: “Nadie es profeta en su tierra”; posteriormente ha llamado a sus primeros cuatro discípulos bajo el signo de la pesca milagrosa, les ha llamado para enseñarles a ser pescadores de hombres, de seres humanos.

La perícopa inmediatamente anterior refiere cómo Jesús ha pasado la noche orando en el monte, llamó a todos los discípulos y entre ellos eligió a doce. Jesús, en la perícopa de hoy, baja con sus discípulos y se detiene en un lugar llano donde le esperaba una gran muchedumbre procedente de todo el pueblo, de Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón. Jesús alza los ojos a sus discípulos y les dice:

Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios.

Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados.

Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis.

Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas”


Las Bienaventuranzas dirigidas a los discípulos van acompañadas en Lucas por maldiciones, es decir, lo contrario a las Bienaventuranzas:

Pero ¡ay de vosotros los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo.

¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos! porque tendréis hambre.

¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto.

¡Ay cuando los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas”


En las Bienaventuranzas de Mateo, Jesús hablaba desde la Montaña, era el nuevo Moisés que pastoreaba a su Pueblo. Por el contrario, en Lucas Jesús habla a la muchedumbre desde un lugar llano, en una dinámica más cercana, Jesús trae consigo una nueva forma de relacionarse, entabla relaciones más cercanas. ¿Quién es el auditorio de Jesús? Gente venida de todos lados, de la costa cercana a Galilea, es decir, extranjeros, gente de la Galilea “la gente del Pueblo” y también la gente de Judea y de Jerusalén. Pero no es un simple “auditorio”, son los pobres a quienes va dirigida la Buena Noticia, son discípulos a quienes Jesús proclama bienaventurados.

Lucas deja claro que el Reino de Dios proclamado por Jesús es de los pobres, de esos que tiene hambre, que viven con hambre, a quienes les ha sido negada toda posibilidad de desarrollo, aquellos que se encuentran viviendo situaciones angustiosas de opresión, esos cuya vida es todo lo contrario a la Voluntad de Dios, porque Dios los creó para ser felices, para disfrutar la vida pero la maldad humana los ha postrado hasta excluirlos e invisibilizarlos, imperio y religión judía han pasado a ser agentes de maldad. ¡Esos son los destinatarios del Reino de Dios! ¡Aquellos que reconocen en Jesús al Dios liberador que se manifiesta cercano para inundarles de vida!

Jesús, profeta del Reino de Dios, condena enérgicamente la opresión. Cuatro siglos después, los padres de la Iglesia dirán con gran fuerza profética y martirial que ningún rico lo es lícitamente, que ha heredado riquezas producto del robo o él mismo ha despojado a los pobres de lo que les correspondía. Jesús condena el robo y el egoísmo, actitud elemental del rico, que no comparte con quienes tienen hambre y lloran, sus mismas riquezas serán su ruina, ellas son el pago de su maldad, ellas le han dado buena vida, pero la llegada inminente del Reino de Dios les hará quebrantarse, ¡O comparten, o las maldiciones del proyecto del Reino de Dios caerán sobre ellos!

La referencia de Lucas a la persecuciones y el odio por el nombre del Hijo del Hombre pone al descubierto la situación de la comunidad de seguidores de Jesús al momento que se escribió el Evangelio, por el nombre de Jesús, por el nombre de la justicia de Dios, el imperio y la religión oficial les persiguen, calumnian e injurian. ¡Ay de aquellos que tiene el reconocimiento de los opresores! Reino de Dios se contrapone al antiproyecto del Reino de Dios, la bondad de Dios a la opresión humana.

¿Qué nos dice este Evangelio a nosotros? En primer lugar, recuerda nuestra obligación de ser profetas del Reino de Dios, como Jesús lo fue. Segundo lugar, que es necesario definir nuestras posturas y cambiar radicalmente, pensar desde el interés de los pobres, amar a los pobres, buscar desde donde nos encontramos la felicidad y la vida de los pobres, hambrientos y tristes. Tercer lugar, que luchemos desde nuestras convicciones cristianas por hacer del mundo un mesa eucarística común donde se comparta el pan, la dignidad y sea la inclusión la nota característica de nuestra religiosidad.

¡Vamos, a construir el Reino de Dios, Bienaventurados seremos!

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