INTRODUCCIÓN[1]
1. La querida Amazonia se muestra
ante el mundo con todo su esplendor, su drama, su misterio. Dios nos regaló la
gracia de tenerla especialmente presente en el Sínodo que tuvo lugar en Roma
entre el 6 y el 27 de octubre, y que concluyó con un texto titulado Amazonia:
nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral.
El sentido de esta Exhortación
2. Escuché las intervenciones
durante el Sínodo y leí con interés las aportaciones de los círculos menores.
Con esta Exhortación quiero expresar las resonancias que ha provocado en mí
este camino de diálogo y discernimiento. No desarrollaré aquí todas las
cuestiones abundantemente expuestas en el Documento conclusivo. No pretendo ni
reemplazarlo ni repetirlo. Sólo deseo aportar un breve marco de reflexión que
encarne en la realidad amazónica una síntesis de algunas grandes
preocupaciones que ya expresé en mis documentos anteriores y que ayude y
oriente a una armoniosa, creativa y fructífera recepción de todo el camino
sinodal.
Sueños para la Amazonia
7. Sueño con una Amazonia que luche por los derechos de los más pobres, de los pueblos originarios, de los últimos, donde su voz sea escuchada y su dignidad sea promovida.Sueño con una Amazonia que preserve esa riqueza cultural que la destaca, donde brilla de modos tan diversos la belleza humana.
Sueño con una Amazonia que custodie celosamente la abrumadora hermosura natural que la engalana, la vida desbordante que llena sus ríos y sus selvas.
Sueño con comunidades cristianas capaces de entregarse y de encarnarse en la Amazonia, hasta el punto de regalar a la Iglesia nuevos rostros con rasgos amazónicos.
CAPÍTULO PRIMERO UN SUEÑO SOCIAL
Injusticia y crimen
14. A los
emprendimientos, nacionales o internacionales, que dañan la Amazonia y no
respetan el derecho de los pueblos originarios al territorio y a su
demarcación, a la autodeterminación y al consentimiento previo, hay que
ponerles los nombres que les corresponde: injusticia y crimen. Cuando
algunas empresas sedientas de rédito fácil se apropian de los territorios y
llegan a privatizar hasta el agua potable, o cuando las autoridades dan vía
libre a las madereras, a proyectos mineros o petroleros y a otras actividades
que arrasan las selvas y contaminan el ambiente, se transforman indebidamente
las relaciones económicas y se convierten en un instrumento que mata. Se suele
acudir a recursos alejados de toda ética, como penalizar las protestas e
incluso quitar la vida a los indígenas que se oponen a los proyectos, provocar
intencionalmente incendios forestales, o sobornar a políticos y a los mismos
indígenas. Esto viene acompañado de graves violaciones de los derechos humanos
y de nuevas esclavitudes que afectan especialmente a las mujeres, de la peste del
narcotráfico que pretende someter a los indígenas, o de la trata de personas
que se aprovecha de quienes fueron expulsados de su contexto cultural. No
podemos permitir que la globalización se convierta en «un nuevo tipo de
colonialismo»[9].
Indignarse y pedir perdón
17. Al mismo
tiempo que dejamos brotar una sana indignación, recordamos que siempre es
posible superar las diversas mentalidades de colonización para construir redes
de solidaridad y desarrollo; «el desafío consiste en asegurar una globalización
en la solidaridad, una globalización sin dejar nadie al margen»[15].
Se pueden buscar alternativas de ganadería y agricultura sostenibles, de
energías que no contaminen, de fuentes dignas de trabajo que no impliquen la
destrucción del medioambiente y de las culturas. Al mismo tiempo, hace falta
asegurar para los indígenas y los más pobres una educación adaptada que
desarrolle sus capacidades y los empodere. Precisamente en estos objetivos se
juegan la verdadera astucia y la genuina capacidad de los políticos. No será
para devolver a los muertos la vida que se les negó, ni siquiera para compensar
a los sobrevivientes de aquellas masacres, sino al menos para ser hoy realmente
humanos.
Sentido comunitario
22. Cristo redimió
al ser humano entero y quiere recomponer en cada uno su capacidad de relación
con los otros. El Evangelio propone la caridad divina que brota del Corazón de
Cristo y que genera una búsqueda de justicia que es inseparablemente un canto
de fraternidad y de solidaridad, un estímulo para la cultura del encuentro. La
sabiduría de la manera de vivir de los pueblos originarios —aun con todos los
límites que pueda tener— nos estimula a profundizar este anhelo. Por esa razón
los Obispos del Ecuador reclamaron «un nuevo sistema social y cultural que
privilegie las relaciones fraternas, en un marco de reconocimiento y valoración
de las diversas culturas y de los ecosistemas, capaz de oponerse a toda forma
de discriminación y dominación entre los seres humanos»[24].
Instituciones dañadas
24. ¿Cómo están
las instituciones de la sociedad civil en la Amazonia? El Instrumentum
laboris del Sínodo, que recoge muchas aportaciones de personas y grupos
de la Amazonia, se refiere a «una cultura que envenena al Estado y sus
instituciones, permeando todos los estamentos sociales, incluso las comunidades
indígenas. Se trata de un verdadero flagelo moral; como resultado se pierde la
confianza en las instituciones y en sus representantes, lo cual desprestigia
totalmente la política y las organizaciones sociales. Los pueblos amazónicos no
son ajenos a la corrupción, y se convierten en sus principales víctimas»[26].
Diálogo social
26. La Amazonia
debería ser también un lugar de diálogo social, especialmente entre los
distintos pueblos originarios, para encontrar formas de comunión y de lucha
conjunta. Los demás estamos llamados a participar como “invitados” y a buscar
con sumo respeto caminos de encuentro que enriquezcan a la Amazonia. Pero si
queremos dialogar, deberíamos hacerlo ante todo con los últimos. Ellos no son
un interlocutor cualquiera a quien hay que convencer, ni siquiera son uno más
sentado en una mesa de pares. Ellos son los principales interlocutores, de los
cuales ante todo tenemos que aprender, a quienes tenemos que escuchar por un
deber de justicia, y a quienes debemos pedir permiso para poder presentar
nuestras propuestas. Su palabra, sus esperanzas, sus temores deberían ser la
voz más potente en cualquier mesa de diálogo sobre la Amazonia, y la gran
pregunta es: ¿Cómo imaginan ellos mismos su buen vivir para ellos y sus
descendientes? De aquí nace el siguiente sueño.
CAPÍTULO SEGUNDO UN SUEÑO CULTURAL
El poliedro amazónico
32. Los grupos
humanos, sus estilos de vida y sus cosmovisiones, son tan variados como el
territorio, puesto que han debido adaptarse a la geografía y a sus
posibilidades. No son lo mismo los pueblos pescadores que los pueblos cazadores
y recolectores de tierra adentro o que los pueblos que cultivan las tierras
inundables. Todavía encontramos en la Amazonia miles de comunidades indígenas,
afrodescendientes, ribereños y habitantes de las ciudades que a su vez son muy
diferentes entre sí y albergan una gran diversidad humana. A través de un
territorio y de sus características Dios se manifiesta, refleja algo de su
inagotable belleza. Por lo tanto, los distintos grupos, en una síntesis vital
con su entorno, desarrollan un modo propio de sabiduría. Quienes observamos
desde afuera deberíamos evitar generalizaciones injustas, discursos simplistas
o conclusiones hechas sólo a partir de nuestras propias estructuras mentales y
experiencias.
Cuidar las raíces
33. Quiero recordar ahora que «la
visión consumista del ser humano, alentada por los engranajes de la actual
economía globalizada, tiende a homogeneizar las culturas y a debilitar la
inmensa variedad cultural, que es un tesoro de la humanidad»[35].
Esto afecta mucho a los jóvenes, cuando se tiende «a disolver las diferencias
propias de su lugar de origen, a convertirlos en seres manipulables hechos en
serie»[36].
Para evitar esta dinámica de empobrecimiento humano, hace falta amar y cuidar
las raíces, porque ellas son «un punto de arraigo que nos permite
desarrollarnos y responder a los nuevos desafíos»[37].
Invito a los jóvenes de la Amazonia, especialmente a los indígenas, a «hacerse
cargo de las raíces, porque de las raíces viene la fuerza que los va a hacer
crecer, florecer y fructificar»[38].
Para los bautizados entre ellos, estas raíces incluyen la historia del pueblo
de Israel y de la Iglesia hasta el día de hoy. Conocerlas es una fuente de
alegría y sobre todo de esperanza que inspira acciones valientes y valerosas.
Encuentro intercultural
37. Desde nuestras
raíces nos sentamos a la mesa común, lugar de conversación y de esperanzas
compartidas. De ese modo la diferencia, que puede ser una bandera o una
frontera, se transforma en un puente. La identidad y el diálogo no son
enemigos. La propia identidad cultural se arraiga y se enriquece en el diálogo
con los diferentes y la auténtica preservación no es un aislamiento
empobrecedor. De ahí que no sea mi intención proponer un indigenismo
completamente cerrado, ahistórico, estático, que se niegue a toda forma de
mestizaje. Una cultura puede volverse estéril cuando «se encierra en sí misma y
trata de perpetuar formas de vida anticuadas, rechazando cualquier cambio y
confrontación sobre la verdad del hombre»[41].
Esto podría parecer poco realista, ya que no es fácil protegerse de la invasión
cultural. Por ello, este interés en cuidar los valores culturales de los grupos
indígenas debería ser de todos, porque su riqueza es también nuestra. Si no
crecemos en este sentido de corresponsabilidad ante la diversidad que hermosea
nuestra humanidad, no cabe exigir a los grupos de selva adentro que se abran
ingenuamente a la “civilización”.
Culturas amenazadas, pueblos en riesgo
40. En cualquier proyecto para la
Amazonia «hace falta incorporar la perspectiva de los derechos de los pueblos y
las culturas, y así entender que el desarrollo de un grupo social […] requiere
del continuado protagonismo de los actores sociales locales desde su propia
cultura. Ni siquiera la noción de calidad de vida puede imponerse, sino que
debe entenderse dentro del mundo de símbolos y hábitos propios de cada grupo
humano»[45].
Pero si las culturas ancestrales de los pueblos originarios nacieron y se
desarrollaron en íntimo contacto con el entorno natural, difícilmente puedan
quedar indemnes cuando ese ambiente se daña.
Esto abre paso al siguiente sueño.CAPÍTULO TERCERO UN SUEÑO ECOLÓGICO
42. Si el cuidado
de las personas y el cuidado de los ecosistemas son inseparables, esto se
vuelve particularmente significativo allí donde «la selva no es un recurso para
explotar, es un ser, o varios seres con quienes relacionarse»[49].
La sabiduría de los pueblos originarios de la Amazonia «inspira el cuidado y el
respeto por la creación, con conciencia clara de sus límites, prohibiendo su
abuso. Abusar de la naturaleza es abusar de los ancestros, de los hermanos y
hermanas, de la creación, y del Creador, hipotecando el futuro»[50].
Los indígenas, «cuando permanecen en sus territorios, son precisamente ellos
quienes mejor los cuidan»[51],
siempre que no se dejen atrapar por los cantos de sirena y por las ofertas
interesadas de grupos de poder. Los daños a la naturaleza los afectan de un
modo muy directo y constatable, porque —dicen—: «Somos agua, aire, tierra y
vida del medio ambiente creado por Dios. Por lo tanto, pedimos que cesen los
maltratos y el exterminio de la Madre tierra. La tierra tiene sangre y se está
desangrando, las multinacionales le han cortado las venas a nuestra Madre
tierra»[52].
Este sueño hecho de agua
43. En la Amazonia el agua es la
reina, los ríos y arroyos son como venas, y toda forma de vida está determinada
por ella: «Allí, en la plenitud de los estíos ardientes, cuando se diluyen,
muertas en los aires inmóviles, las últimas ráfagas del este, el termómetro está
substituido por el higrómetro en la definición del clima. Las existencias
derivan de una alternativa dolorosa de bajantes y crecientes de los grandes
ríos. Estos se elevan siempre de una manera asombrosa. El Amazonas, repleto,
sale de su lecho, levanta en pocos días el nivel de sus aguas […]. La creciente
es una parada en la vida. Preso entre las mallas de los igarapíes, el hombre
aguarda entonces, con raro estoicismo ante la fatalidad irrefrenable, el
término de aquel invierno paradójico, de temperaturas elevadas. La bajante es
el verano. Es la resurrección de la actividad rudimentaria de los que por allí
se agitan, de la única forma de vida compatible con la naturaleza que se
extrema en manifestaciones dispares, tornando imposible la continuación de cualquier
esfuerzo»[53].
El grito de la Amazonia
49. No es
suficiente prestar atención al cuidado de las especies más visibles en riesgo
de extinción. Es crucial tener en cuenta que en «el buen funcionamiento de los
ecosistemas también son necesarios los hongos, las algas, los gusanos, los
insectos, los reptiles y la innumerable variedad de microorganismos. Algunas
especies poco numerosas, que suelen pasar desapercibidas, juegan un rol crítico
fundamental para estabilizar el equilibrio de un lugar»[61].
Esto fácilmente es ignorado en la evaluación del impacto ambiental de los
proyectos económicos de industrias extractivas, energéticas, madereras y otras
que destruyen y contaminan. Por otra parte, el agua, que abunda en la Amazonia,
es un bien esencial para la sobrevivencia humana, pero las fuentes de
contaminación son cada vez mayores[62].
La profecía de la contemplación
57. Jesús decía:
«¿No se venden cinco pajarillos por dos monedas? Pues bien, ninguno de ellos
está olvidado ante Dios» (Lc 12,6). El Padre Dios, que creó cada
ser del universo con infinito amor, nos convoca a ser sus instrumentos en orden
a escuchar el grito de la Amazonia. Si nosotros acudimos ante ese clamor
desgarrador, podrá manifestarse que las creaturas de la Amazonia no han sido
olvidadas por el Padre del cielo. Para los cristianos, el mismo Jesús nos
reclama desde ellas, «porque el Resucitado las envuelve misteriosamente y las
orienta a un destino de plenitud. Las mismas flores del campo y las aves que Él
contempló admirado con sus ojos humanos, ahora están llenas de su presencia
luminosa»[77].
Por estas razones, los creyentes encontramos en la Amazonia un lugar teológico,
un espacio donde Dios mismo se muestra y convoca a sus hijos.
Educación y hábitos ecológicos
58. Así podemos dar un paso más y
recordar que una ecología integral no se conforma con ajustar cuestiones
técnicas o con decisiones políticas, jurídicas y sociales. La gran ecología
siempre incorpora un aspecto educativo que provoca el desarrollo de nuevos
hábitos en las personas y en los grupos humanos. Lamentablemente muchos
habitantes de la Amazonia han adquirido costumbres propias de las grandes
ciudades, donde el consumismo y la cultura del descarte ya están muy
arraigados. No habrá una ecología sana y sustentable, capaz de transformar
algo, si no cambian las personas, si no se las estimula a optar por otro estilo
de vida, menos voraz, más sereno, más respetuoso, menos ansioso, más fraterno.
Esto da lugar al siguiente sueño, que quiero compartir más directamente con
los pastores y fieles católicos.CAPÍTULO CUARTO UN SUEÑO ECLESIAL
El anuncio indispensable en la Amazonia
62. Frente a tantas necesidades y
angustias que claman desde el corazón de la Amazonia, podemos responder a
partir de organizaciones sociales, recursos técnicos, espacios de debate,
programas políticos, y todo eso puede ser parte de la solución. Pero los cristianos
no renunciamos a la propuesta de fe que recibimos del Evangelio. Si bien
queremos luchar con todos, codo a codo, no nos avergonzamos de Jesucristo. Para
quienes se han encontrado con Él, viven en su amistad y se identifican con su
mensaje, es inevitable hablar de Él y acercar a los demás su propuesta de vida
nueva: «¡Ay de mí si no evangelizo!» (1 Co 9,16).
La inculturación
69. Por esto, «como podemos ver en
la historia de la Iglesia, el cristianismo no tiene un único modo cultural»[95]
y «no haría justicia a la lógica de la encarnación pensar en un cristianismo
monocultural y monocorde»[96].
Sin embargo, el riesgo de los evangelizadores que llegan a un lugar es creer
que no sólo deben comunicar el Evangelio sino también la cultura en la cual
ellos han crecido, olvidando que no se trata de «imponer una determinada forma
cultural, por más bella y antigua que sea»[97].
Hace falta aceptar con valentía la novedad del Espíritu capaz de crear siempre
algo nuevo con el tesoro inagotable de Jesucristo, porque «la inculturación
coloca a la Iglesia en un camino difícil, pero necesario»[98].
Es verdad que «aunque estos procesos son siempre lentos, a veces el miedo nos
paraliza demasiado» y terminamos como «espectadores de un estancamiento
infecundo de la Iglesia»[99].
No temamos, no le cortemos las alas al Espíritu Santo.
Caminos de inculturación en la Amazonia
70. Para lograr una renovada
inculturación del Evangelio en la Amazonia, la Iglesia necesita escuchar su
sabiduría ancestral, volver a dar voz a los mayores, reconocer los valores
presentes en el estilo de vida de las comunidades originarias, recuperar a
tiempo las ricas narraciones de los pueblos. En la Amazonia ya hemos recibido
riquezas que vienen de las culturas precolombinas, «como la apertura a la
acción de Dios, el sentido de la gratitud por los frutos de la tierra, el
carácter sagrado de la vida humana y la valoración de la familia, el sentido de
solidaridad y la corresponsabilidad en el trabajo común, la importancia de lo
cultual, la creencia en una vida más allá de la terrenal, y tantos otros
valores»[100].
Inculturación social y espiritual
76. Al mismo tiempo, la
inculturación del Evangelio en la Amazonia debe integrar mejor lo social con lo
espiritual, de manera que los más pobres no necesiten ir a buscar fuera de la
Iglesia una espiritualidad que responda a los anhelos de su dimensión
trascendente. Por lo tanto, no se trata de una religiosidad alienante e
individualista que acalle los reclamos sociales por una vida más digna, pero
tampoco se trata de mutilar la dimensión trascendente y espiritual como si al
ser humano le bastara el desarrollo material. Esto nos convoca no sólo a
combinar las dos cosas, sino a conectarlas íntimamente. Así brillará la
verdadera hermosura del Evangelio, que es plenamente humanizadora, que
dignifica íntegramente a las personas y a los pueblos, que colma el corazón y
la vida entera.
Puntos de partida para una santidad amazónica
79. Es posible
recoger de alguna manera un símbolo indígena sin calificarlo necesariamente de
idolatría. Un mito cargado de sentido espiritual puede ser aprovechado, y no
siempre considerado un error pagano. Algunas fiestas religiosas contienen un
significado sagrado y son espacios de reencuentro y de fraternidad, aunque se
requiera un lento proceso de purificación o de maduración. Un misionero de alma
trata de descubrir qué inquietudes legítimas buscan un cauce en manifestaciones
religiosas a veces imperfectas, parciales o equivocadas, e intenta responder
desde una espiritualidad inculturada.
La inculturación de la liturgia
84. Los
sacramentos muestran y comunican al Dios cercano que llega con misericordia a
curar y a fortalecer a sus hijos. Por lo tanto deben ser accesibles, sobre todo
para los pobres, y nunca deben negarse por razones de dinero. Tampoco cabe,
frente a los pobres y olvidados de la Amazonia, una disciplina que excluya y
aleje, porque así ellos son finalmente descartados por una Iglesia convertida
en aduana. Más bien, «en las difíciles situaciones que viven las personas más
necesitadas, la Iglesia debe tener un especial cuidado para comprender,
consolar, integrar, evitando imponerles una serie de normas como si fueran una
roca, con lo cual se consigue el efecto de hacer que se sientan juzgadas y
abandonadas precisamente por esa Madre que está llamada a acercarles la
misericordia de Dios»[122].
Para la Iglesia la misericordia puede volverse una mera expresión romántica si
no se manifiesta concretamente en la tarea pastoral[123].
La inculturación de la ministerialidad
89. En las
circunstancias específicas de la Amazonia, de manera especial en sus selvas y
lugares más remotos, hay que encontrar un modo de asegurar ese ministerio
sacerdotal. Los laicos podrán anunciar la Palabra, enseñar, organizar sus
comunidades, celebrar algunos sacramentos, buscar distintos cauces para la
piedad popular y desarrollar la multitud de dones que el Espíritu derrama en
ellos. Pero necesitan la celebración de la Eucaristía porque ella «hace la
Iglesia»[130],
y llegamos a decir que «no se edifica ninguna comunidad cristiana si esta no
tiene su raíz y centro en la celebración de la sagrada Eucaristía»[131].
Si de verdad creemos que esto es así, es urgente evitar que los pueblos
amazónicos estén privados de ese alimento de vida nueva y del sacramento del
perdón.
Comunidades repletas de vida
94. Una Iglesia
con rostros amazónicos requiere la presencia estable de líderes laicos maduros
y dotados de autoridad[136],
que conozcan las lenguas, las culturas, la experiencia espiritual y el modo de
vivir en comunidad de cada lugar, al mismo tiempo que dejan espacio a la
multiplicidad de dones que el Espíritu Santo siembra en todos. Porque allí
donde hay una necesidad peculiar, Él ya ha derramado carismas que permitan darle
una respuesta. Ello supone en la Iglesia una capacidad para dar lugar a la
audacia del Espíritu, para confiar y concretamente para permitir el desarrollo
de una cultura eclesial propia, marcadamente laical. Los desafíos de la
Amazonia exigen a la Iglesia un esfuerzo especial por lograr una presencia
capilar que sólo es posible con un contundente protagonismo de los laicos.
La fuerza y el don de las mujeres
101. Jesucristo
se presenta como Esposo de la comunidad que celebra la Eucaristía, a través de
la figura de un varón que la preside como signo del único Sacerdote. Este
diálogo entre el Esposo y la esposa que se eleva en la adoración y santifica a
la comunidad, no debería encerrarnos en planteamientos parciales sobre el poder
en la Iglesia. Porque el Señor quiso manifestar su poder y su amor a través de
dos rostros humanos: el de su Hijo divino hecho hombre y el de una creatura que
es mujer, María. Las mujeres hacen su aporte a la Iglesia según su modo propio
y prolongando la fuerza y la ternura de María, la Madre. De este modo no nos
limitamos a un planteamiento funcional, sino que entramos en la estructura
íntima de la Iglesia. Así comprendemos radicalmente por qué sin las mujeres
ella se derrumba, como se habrían caído a pedazos tantas comunidades de la Amazonia
si no hubieran estado allí las mujeres, sosteniéndolas, conteniéndolas y
cuidándolas. Esto muestra cuál es su poder característico.
Ampliar horizontes más allá de los conflictos
104. Suele ocurrir que en un
determinado lugar los agentes pastorales vislumbran soluciones muy diversas
para los problemas que enfrentan, y por ello proponen formas aparentemente
opuestas de organización eclesial. Cuando esto ocurre es probable que la
verdadera respuesta a los desafíos de la evangelización esté en la superación
de las dos propuestas, encontrando otros caminos mejores, quizás no imaginados.
El conflicto se supera en un nivel superior donde cada una de las partes, sin
dejar de ser fiel a sí misma, se integra con la otra en una nueva realidad.
Todo se resuelve «en un plano superior que conserva en sí las virtualidades
valiosas de las polaridades en pugna»[142].
De otro modo, el conflicto nos encierra, «perdemos perspectivas, los horizontes
se limitan y la realidad misma queda fragmentada»[143].
La convivencia ecuménica e interreligiosa
109. A todos los cristianos nos
une la fe en Dios, el Padre que nos da la vida y nos ama tanto. Nos une la fe
en Jesucristo, el único Redentor, que nos liberó con su bendita sangre y con su
resurrección gloriosa. Nos une el deseo de su Palabra que guía nuestros pasos.
Nos une el fuego del Espíritu que nos impulsa a la misión. Nos une el
mandamiento nuevo que Jesús nos dejó, la búsqueda de una civilización del amor,
la pasión por el Reino que el Señor nos llama a construir con Él. Nos une la
lucha por la paz y la justicia. Nos une la convicción de que no todo se termina
en esta vida, sino que estamos llamados a la fiesta celestial donde Dios secará
todas las lágrimas y recogerá lo que hicimos por los que sufren.
110. Todo esto nos une. ¿Cómo no
luchar juntos? ¿Cómo no orar juntos y trabajar codo a codo para defender a los
pobres de la Amazonia, para mostrar el rostro santo del Señor y para cuidar su
obra creadora?
CONCLUSIÓN LA MADRE DE LA AMAZONIA
111. Después de compartir algunos
sueños, aliento a todos a avanzar en caminos concretos que permitan transformar
la realidad de la Amazonia y liberarla de los males que la aquejan. Ahora
levantemos la mirada a María. La Madre que Cristo nos dejó, aunque es la única
Madre de todos, se manifiesta en la Amazonia de distintas maneras. Sabemos que
«los indígenas se encuentran vitalmente con Jesucristo por muchas vías; pero el
camino mariano ha contribuido más a este encuentro».[145]
Ante la maravilla de la Amazonia, que hemos descubierto cada vez mejor en la
preparación y en el desarrollo del Sínodo, creo que lo mejor es culminar esta
Exhortación dirigiéndonos a ella:
Madre de la vida, en tu seno
materno se fue formando Jesús,que es el Señor de todo lo que existe.
Resucitado, Él te transformó con su luz
y te hizo reina de toda la creación.
Por eso te pedimos que reines, María,
en el corazón palpitante de la Amazonia.
Muéstrate como madre de todas las creaturas, en la belleza de las flores, de los ríos, del gran río que la atraviesa
y de todo lo que vibra en sus selvas.
Cuida con tu cariño esa explosión de hermosura.
Pide a Jesús que derrame todo su amor
en los hombres y en las mujeres que allí habitan,
para que sepan admirarla y cuidarla.
Haz nacer a tu hijo en sus corazones
para que Él brille en la Amazonia,
en sus pueblos y en sus culturas,
con la luz de su Palabra, con el consuelo de su amor,
con su mensaje de fraternidad y de justicia.
Que en cada Eucaristía
se eleve también tanta maravilla
para la gloria del Padre.
Madre, mira a los pobres de la Amazonia,
porque su hogar está siendo destruido
por intereses mezquinos.
¡Cuánto dolor y cuánta miseria,
cuánto abandono y cuánto atropello
en esta tierra bendita,
desbordante de vida!
Toca la sensibilidad de los poderosos
porque aunque sentimos que ya es tarde
nos llamas a salvar
lo que todavía vive.
Madre del corazón traspasado
que sufres en tus hijos ultrajados
y en la naturaleza herida,
reina tú en la Amazonia
junto con tu hijo.
Reina para que nadie más se sienta dueño
de la obra de Dios.
En ti confiamos, Madre de la vida no nos abandones
en esta hora oscura. Amén.
Dado en Roma, junto a San Juan de Letrán, el 2 de febrero, Fiesta de la
Presentación del Señor, del año 2020, séptimo de mi Pontificado.
Francisco
[1] La
exhortación contiene 111 numerales, 4 capítulos, con una pequeña introducción y
una conclusión mariana y 145 pies de página.