Perdón significa que renunciemos a esa posición ofensiva del odio
natural. Debemos superar el temor y arriesgarnos a quedar indefensos,
sabiendo que lo auténtico nuestro no puede herirlo el enemigo. Perdonar
supone una valentía, que brota de la más íntima seguridad, porque quien
perdona es más fuerte que quien teme y odia.
Más cerca del hombre
está el sentimiento de venganza, que no responde a un peligro para la
vida, sino a la propia posición en lo que a fuerza y honor se refiere.
El deseo de venganza quiere restablecer el sentimiento de nuestra propia
dignidad humillando al enemigo. Perdón presupone que el sentimiento de
nuestra propia dignidad se eleva por encima de la dependencia de la
conducta del otro, porque puede vivir con la seguridad de un honor
interior inviolable. Con lo cual estamos más seguros de nuestro amor en
lo externo, pues esa libertad hace que la injuria pierda su sentido y
desarma al enemigo desde el espírit.
ROMANO GUARDINI: EL SEÑOR.