sábado, 29 de mayo de 2010
EL DIOS AMOR IVITA AL GOZO DE SU VIDA EN COMUNIDAD
viernes, 21 de mayo de 2010
SOPLO DE DIOS SOBRE DISCIPULOS ACOBARDADOS
Después de cincuenta días de la celebración de la Pascua hemos llegado a la Solemnidad de Pentecostés, en la cual celebramos la presencia del Espíritu Santo en la comunidad de los seguidores de Jesús.
Pentecostés debía ser, para los judíos pobres, día de imnensa alegría, ya sea porque se compartía el alimento, porque se recordaba la Alianza del Sinaí o porque se celebra el Jubileo, es decir, la condonación de todas las deudas, la recuperación de las tierras perdidas y la obtención de la libertad para los esclavos. Sin embargo todo esto quedó en la utopía de Israel, en los sueños de un pueblo que deseaba que todos fueran iguales. Por desgracia siempre los poderosos de la historia se encargan de hacer valer las leyes, pero a su propia conveniencia.
En nuestros países de América Latina, firmantes de la Declaración Internacional de los Derechos Humanos, a través de las Constituciones y las Leyes intentan aplicar los treinta artículos a sus respectivas sociedades. Sin embargo la brecha entre ricos y pobres cada vez aumenta más. Se habla de “salario mínimo”, pero éste, además de no ser suficiente para el sostenimiento de una familia, tampoco es accesible a todos. De lo que no se habla es de “salario máximo”, por eso casi no es motivo de escándalo que un fútbolista sea contratado por casi 100 millones de euros, mientras mil cuatrocientos millones de trabajadores no logran ganar ni dos euros al día, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Jesús de Nazaret, al darse cuenta de todo el abuso y la corrupción que cometían los poderosos de su tiempo, no pudo quedarse de brazos cruzados; sintió que debía hablar y hacer algo por cambiar esa historia. Comenzó toda una lucha junto con otros hasta las últimas consecuencias. Trató de instaurar un nuevo orden social donde no continue la falsa paz impuesta a base de armas, sino la verdadera paz, la que es fruto de la justicia y la misericordia. Al final fue asesinado en tiempos de Poncio Pilato, Anás y Caifás, y con su muerte murió también la esperanza de los pobres de Israel. Sin embargo Jesús había prometido que volvería y enviaría su Espíritu para que no abandonaran la lucha inicada por Él. Es así que al tercer día de su muerte, Dios, que levanta del polvo al desvalido y hace justicia al pobre, lo resucitó de entre los muertos, comenzando así toda una nueva historia, una nueva creación.
Mientras tanto los poderosos de Israel, no se sienten tranquilos con la sola muerte de Jesús, sino que desean exterminar de una vez y para siempre con todo aquello que quedara de Él, de la “plaga” del movimiento de Jesús. Es así que los primeros en ser buscados fueron los seguidores directos de Jesús: los discípulos. Algunos valientemente continuaron la obra, pero otros, ante los asesinatos, empezaron a acobardarse y echarse para atrás. El texto bíblico precisamente nos relata ese momento. Los discípulos están aterrorizado, temen abrir las puertas y correr la misma suerte que su maestro. La consecuencia más grave de este temor es el abandono definitivo de la lucha iniciada por Jesús, y por consiguiente el triunfo de la injustica sobre la justicia.
Hoy la Iglesia vive una experiencia parecida, pero quizá peor. Ella, actualmente, no tiene necesidad de cerrar sus puertas, pero no por valentía, sino porque al no estar comprometida con la lucha de Jesucristo no es perseguida por nadie. El carácter profético de denuncias de las injusticias y anuncio de un nuevo mundo ha desaparecido casi por completo; son pocos los laicos, religiosos o clérigos que se compromenten en serio con esta causa. Sin embargo, la comunidad, con miedo o sin miedo, sigue reuniéndose en torno a la fe en el resucitado. Esto es un signo de esperanza.
Jesús se presentó en medio de la comunidad cuando precisamente ellos estaban reunidos, aunque con las puertas cerradas, aterrorizados y paralizados. Su presencia resucitada les devuelve la alegría, les recuerda que su lucha por la Paz no se detiene ni con la muerte, les hace saber que tienen una misión que cumplir: continuar la obra de Jesús hasta las últimas consecuencias, al igual que Él. Por último, su presencia resucitada en medio de esa comunidad de discípulos desanimados, desalentados, cansados y acobardados, sopla sobre ellos el mismo espíritu que animó a Jesús de Nazaret, el mismo fuego que lo abrazó por dentro y le llevó a actuar en contra de todas las injusticias. Si esto no los motiva a abrir las puertas y continuar la lucha ¿Qué podrá hacerlo?
Actualmente la Iglesia sigue reuniéndose en torno al Resuctiado, por ello, a pesar de sus miedos o de sus incoherencias, sigue y seguirá engendrando hombres y mujeres realmente tocados y tocadas por el soplo de Jesús de Nazaret. Así lo constatamos en nuestra historia eclesial. Nadie puede negar que la Iglesia, aunque no toda ella, sigue siendo signo de contradicción con el mundo injusto e inhumano, sigue oponiéndose a las estructuras de poder, sigue llamando al cambio de mentalidad de los poderosos, sigue siendo piedra en el zapato de los proyectos de muerte y sigue apoyando la reivindicación de los proyectos de vida.
Ánimo hermanos y hermanas, sabemos que las palabras de Jesús siempre son exigentes y no admite reservas ni traiciones; abramos las puertas y luchemos en serio por instaurar en el hoy de nuestra historia esa paz con justicia que anhelaba Jesús para su pueblo y hoy, a través de nosotros, lo anhela para el nuestro. Pidamos a Dios nos dé ese mismo Espíritu para poder decir con Jesús e Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mi, porque Él me ha ungido para anuniciar la buena noticia a los pobres” (Cf. Lc 4, 18-20).
viernes, 14 de mayo de 2010
¿QUÉ PERSONAS CAÍDAS DEBO LEVANTAR?
San Lucas 24, 46-53
Este Domingo celebramos la fiesta de la Ascensión. En los tres textos, el relato de la Ascensión está unido, al envío de los discípulos para predicar la Buena Noticia a todos los pueblos. Es la misión de todo bautizado. Jesús no deja lugar a dudas, en cuanto que esta experiencia de discipulado sigue el camino de la pasión, muerte y resurrección.
Siguiendo el texto de Lucas, Jesús envía a proclamar el arrepentimiento, el perdón de los pecados y la conversión de todas las naciones empezando por Jerusalén. En primer lugar predicar el arrepentimiento es una contradicción porque Jerusalén es la Ciudad Santa (o pos lo menos así se creen será ¿que yo también me creo santo?), pero también el centro del poder religioso y el político que se han apartado del proyecto de Jesús, por tanto son los primeros donde se debe anunciar la Buena Nueva. En nuestros países también debemos anunciar la conversión y el arrepentimiento en los Senados, Congresos, Cámaras Legislativas, Alcaldías en todos los centros de poder, quizá no esperando su conversión pero para que sepan que están en contra del proyecto de vida y justicia de Jesús. Y también porque los pecadores y los enfermos son los que necesitan del médico y no los sanos.
En segundo lugar, se proclama el perdón de los pecados. Es el gran anuncio de una Buena Noticia: la misericordia de Dios, su amor gratuito. Es la alegría de que Dios no está pensando en vengarse sino en perdonar, en acoger a la persona pecadora, en sanarle del pecado que corrompe su vida, en liberarle de la esclavitud, en quitarle su ceguera. En resumidas cuentas, devolverle la vida a quien estaba muerto. Pero está claro, también, que no puede darse el perdón de los pecados mientras no exista arrepentimiento. Dicho arrepentimiento debe llevarnos a buscar un cambio de vida, la restitución de quienes han sido víctimas de nuestra injusticia y dejarnos cambiar el corazón de piedra por uno de carne. Es asumir los sentimientos y acciones de nuestro Padre Dios: misericordia que es justicia y justicia que es misericordia. ¿Estoy dispuestos a perdonar a mis vecinos en el barrio, en el cantón, en la parroquia, en la comunidad y aún a miembros de mi propia familia?
El mensaje de Jesús es tan poderoso que en los tiempos que se escribió Lucas (70-80 dC) ya había llegado a Roma centro del poder, de la opresión, de la idolatría, de la injusticia y bien sabemos que el cristianismo llegó a vencer el poder gracias a la sangre de muchos mártires, y lo que inició en Jerusalén con la oración y la bendición de la comunidad a Dios se propagó y cambió la vida de muchas personas y muchas personas caídas fueron levantadas y con su testimonio levantaron a otras, pero siempre en comunidad.
La Ascensión de Jesucristo es la manera como las primeras comunidades cristianas manifiestan que la resurrección de Jesús es real y concreta, y que asumir esa experiencia resucitada y resucitadora en nuestra historia es no olvidar que la última palabra no la tiene la muerte, no la tienen los asesinos, ni los que oprimen, ni los injustos, ni los poderosos. La última palabra la tiene Dios, nuestro Padre, aquel que garantiza la vida y que no es imparcial, pues su preferencia es por las víctimas, por los pequeños y débiles, como lo muestra el evangelio de esta semana que Jesús fue llevado al cielo porque se reconoció en él al Mesías, al profeta, al siervo sufriente asesinado injustamente, por eso Dios lo llevó consigo y lo acogió en su seno.
¿Qué vamos a hacer a partir de hoy ante la violencia que nos rodea? ¿Cuál será nuestra actitud ante el narcotráfico y la drogadicción en mi comunidad? ¿Cuál será mi actitud con tus hermanos y hermanas que están muriendo de frío e indiferencia? ¿Cuál será mi compromiso ante la realidad social de mi comunidad y país? ¿Hoy qué me cuestiona Jesucristo, de mi actual forma de vida?, ¿será que como estoy viviendo soy merecedor de ser llevado al cielo o más bien la infierno?
Recordemos siempre que la Ascensión es la del hombre justo Crucificado-Resucitado. Dios les bendiga y les ayude a vivir la recuperación de una vida digna para todos nuestros hermanos pobres del mundo. Y preguntemonos ¿qué perosnas caídas debemos levantar?.
PD: Uno de nuestros más de 500 lectores del mundo a quienes se les envía la reflexión ha sido amenazado de muerte por proclamar el verdadero Evangelio de Jesús. Esperamos que este texto te reconforte y de ánimos, cuenta con nuestra oración y si te ha llegado la hora de la Ascención pide fuerzas a todos los mártires y adelante. (Aunque la prudencia y la comunidad nos necesitan no debemos acobardarnos ante el miedo)
martes, 11 de mayo de 2010
EL AMOR DEL PROJIMO
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Nuestra vida -
Nuestra sociedad -
Nuestros juicios -
Nuestras recriminaciones
El buen pastor, ¿cuál? Si lo que presenta la sociedad es el prototipo de enajenado mental, sirviente de sus pretensiones y exigencias.-
Ámense los unos a los otros, ¡que mentira más grande! ¿quién ama a quien?, el rico “ama” al pobre porque lo hace fuerte, los gobiernos “aman” a sus seguidores porque los llevan al poder. Entonces, ¿A qué estamos jugando? ¿A amar quién a quién? ¡ah!.